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1022 26 Marzo 2012

Cárdenas arrullador en la UDEM
Emiliano Sánchez

 

Monterrey.- Decido cruzar la ciudad para escuchar a Cuauhtémoc Cárdenas, emblema de la revolución política en México, hablar sobre “El México de hoy y las elecciones del 2012”. No es tarea fácil, estando desprovisto de un automóvil, pero creo que vale la pena.

La ponencia tiene lugar en el teatro del Centro de la Comunidad de la UDEM. El recinto está repleto.

Me da gusto ver a gente de todas las edades escuchar con atención lo que promete ser un estrépito de verdades a punto de interrumpir la tranquilidad de un público ajeno a las sinuosidades de la realidad nacional.

El hecho de que una institución con una reputación casi puritana sea la cede de un acontecimiento de esta magnitud hace que me carcoma el ansia en mi asiento; estoy por dar brincos de la emoción. ¡Qué va a pasar!

Conforme se desarrolla el discurso la butaca me va acogiendo nuevamente en su tranquilidad. La esterilidad en el tono de este hombre crea un ambiente arrullador; aquel discurso político que escucha un niño en la tele y del que no entiende ni una palabra, tampoco incita a prestar atención. No hay mucha diferencia tratándose de jóvenes de entre 18 y 20 años; en mis alrededores algunos parecían apenas poder sostener su cabeza, otros platicaban, unos cuantos dejaron la conferencia y muchos atendían sus aparatos celulares.

Escucho un recuento de diversas situaciones en las que se encuentra el país: la inmensa cantidad de niños sin acceso a la educación, el alto porcentaje de estudiantes que interrumpe sus estudios en todos los niveles por falta de condiciones propicias, la terrible situación de seguridad que vive el estado mexicano… pero no hay crítica, no hay propuesta; no hay espíritu.

Hace mención de la poca voluntad de Estados Unidos por cooperar en contra de las organizaciones criminales mexicanas. Amén de que es el país con el mayor consumo de drogas en el mundo. Pero hasta ahí llega. Todo en el mismo tono.

Reconoce el fracaso de la estrategia de seguridad de Felipe Calderón, pero la califica únicamente de “insuficiente y equivocada”.

¿Acaso no conoce a detalle las causas de los problemas que menciona? ¡Ya sabemos que están ahí! ¿Dónde está la denuncia? ¿A qué hora va a desmantelar el teatro político en el que vivimos? ¿Usted qué opina, señor Cárdenas? ¿Cuál es su postura? ¿No le parece apropiado incitar a los jóvenes a la participación por medio de un discurso enérgico y denuncias que los hagan hacerse preguntas que jamás se habían planteado? Le recuerdo: ¡está usted en territorio conservador, la alta sociedad regiomontana!

La sesión de preguntas y respuestas parece un festín de halagos por parte del público. Las respuestas son inertes, se escabulle; no entra en detalle. Ni la mención del fraude del 88 lo hace despertar. Aún así, los aplausos abruman.

Abandono las instalaciones atónito. ¿Cómo un personaje que encabezó un movimiento político tan importante en la historia de México pudo no decir nada significativo?

El sol brilla con fuerza; me espera un largo camino de regreso.

 

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pq94

La Quincena N?92


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