Suscribete
 
1061 18 Mayo 2012

 

CRÓNICAS PERDIDAS
Hate Train
Gerson Gómez

Monterrey.- Te lo juro, no es mamada, hay una vocecita que me dice mata a todos los del canal. Desde que despierto, en casa de mis papás, la vocecita se hace presente.

Prendo la televisión en los canales de entretenimiento infantil. Mientras me pongo las pilas para andar a tope. Sacó del frigo bar la bebida energizante con la imagen del Santo.

Manipulador infantil, dice mi padre que es a lo que me dedico. Sus comentarios son muy cuadrados. Debe ser porque no quise estudiar la carrera de economía como él. Para qué hacerlo, si toda su generación ya ha devastado el futuro de mis nietos, si es que los tengo, le contesto siempre.

Tal vez me has visto en la televisión local. Uso un antifaz. Mi pareja es un encapuchado de rojo.

Nos dicen Los Malandrines.

Esta es nuestra tercera televisora. De la primera salimos cuando la dizque dueña de nuestros personajes nos tranzó con un mes del sueldo de las piñatas y de la compensación que nos daban por aparecer con ella y su clan de entretenedoras a cuadro.

Luego en la segunda televisora nos dijeron van a estar a prueba, mientras se soluciona el problema de quien es el poseedor legal de los derechos de los personajes. Les vamos a facilitar el departamento jurídico.

Así nos tuvieron un año completo apareciendo en la barra infantil, mientras nos manzaneaban con los avances del caso.

Nos dimos cuenta que desde que habíamos entablado la querella ya llevábamos la ventaja; las antiguas patronas no se quisieron presentar en la sala de arbitraje laboral.

Ganamos por default. Los de la televisora lo sabían y no dijeron nada todo ese año.

Al tener indicios de ese acto de deshonestidad les dimos las gracias y nos pusimos en pláticas con la otra televisora, que nos permite llegar vía satélite a todo el país.

Ahora sí a las ligas mayores, le dije a mi compadre Malandrín.

Desde que entramos a la oficina del productor olía a pachuli. Se me hizo muy raro que tuviera tantas imágenes de personajes africanos.
Son yorubas, me dijo el Papirrín, como le dicen al productor.

Todo artista que cae en sus manos, o creativo, lo catapulta al estrellato. Le dicen que es el rey midas del entretenimiento.

Por eso se me hizo raro que cuando firmamos el contrato nos lo pidió que fuéramos a las tres de la mañana.

Comenzamos el día primero del mes. Dice que ya lo había consultado con su asesor profesional.

Que veníamos tan bien aspectados que nos convertiríamos en el nuevo suceso nacional del entretenimiento infantil.

A nuestras antiguas patronas en el transcurso del primer mes les quitamos el primer lugar, tan fácilmente, que dicen que la mayor de ellas tuvo que programar una cirugía estética porque se le había fruncido el seño y la sonrisa, que todos comenzaron a decir que tenía cara de mal cogida, que así no podría seguir apareciendo a cuadro.
Que se tomará unos días libres y que procurara hacer algo para suavizar la imagen.

Lo hizo, sólo que le inyectaron tanto botox en la clínica, que cuando parpadeaba un ojo, el izquierdo, quedaba totalmente volteado; eso terminó de ahuyentar la audiencia.

Para nosotros mejor. El rating siguió subiendo.

Comenzamos a vivir la buena vida, que es la que aparece como un aura cuando tocas el rating más alto en televisión abierta.

Salir por las noches con las edecanes del programa de concursos. Las chichonas y las nalgonas que nos decían para todo mis reyes. Son los reyes de la teve.

Nos íbamos a bailar a sus departamentos. Tomar champagne y tener sexo sin protección.

Luego comenzaron a llamar la atención las mamás de los niños que visitaban el estudio.

Nos daban sus números celulares. Las invitábamos a pasar al camerino. Ahí mero las apapachábamos. Eso es felicidad y éxito.
Todo nos salía sobrando.

Más felices que el presidente, más contentos que el productor.

Comenzamos a llegar tarde a los llamados para grabar. Nos importaba poco atender. Si ya estábamos en el tope, qué más.

Tal vez tele nacional.

Y lo fuimos. Asistimos a probarnos. Y gustó.

Sólo que cambiar de residencia no es lo mío.

Soy grande en el rancho, para qué cambiar a la ciudad.

Si lo que necesito está a minutos.

Dice nuestro representante que fue nuestro error. No hacer caso.

La vocecita apareció un domingo por la mañana. Cuando me disponía a ir por la barbacoa para desayunar.

Mata a los del canal. Mátalos a todos. No dejes uno vivo. Te tienen envidia. Sin ti son unos muertos de hambre.

Y aquí estoy ahora, sentado en el consultorio, esperando turno para entrar con el asesor espiritual del productor.

Dicen que un espíritu maestro del mal se ha posesionado de mi personaje.

No lo sé, sólo que no puedo quitarme el antifaz, que se quedó pegado.

Eso y la vocecita que me dice: mátalos a todos.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

pq94

La Quincena N?92


15diario.com