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1082 18 Junio 2012

 

Naranjo agridulce
Hugo L. del Río

Monterrey.- El general Óscar Adolfo Naranjo Trujillo, todavía director general de la Policía Nacional de Colombia ─170 mil efectivos─ es una rara avis: ya quisieran nuestros candidatos presidenciales tener la cultura política y el carisma de este bogotano quien durante 36 de sus 55 años de vida no se quitó el uniforme ni para dormir.

Invitarlo a colaborar es un acierto del aspirante priísta… o de quien sea.

Si los nuestros no pueden con el paquete hay que pedir ayuda a otros países. Y, la neta: Naranjo está muy por encima de lo mejor que tenemos.

Claro, el arroz tiene sus prietotes. El general ─de gendarmería─ de cuatro estrellas parece estar seguro del triunfo de Peña Nieto: ya adelantó que dividirá su tiempo entre México y Estados Unidos: es hombre de la DEA, la CIA, la NSA, la DIA et al; además, el BID le ofrece una chamba extra.

Hay dos consensos: Naranjo es el mejor policía del mundo. Y el otro: “Es el hombre clave de la DEA”, como escribió Ayala Mendoza en el periódico cibernético Yvke de Bogotá.

Con toda la autoridad moral del mundo, el diario El Tiempo ─agredido muchas veces por el narco, asesinado su director, el gran periodista Guillermo Cano─ escribió en su editorial del 22 de abril: “Sale (Naranjo) de la policía con el reconocimiento del país entero”.

En otra edición del diario, el columnista León Valencia, comentó: “No logró alejar de su institución la implicación con el narcotráfico… (tiene) un ambiente muy favorable en el gobierno de los Estados Unidos y una acogida sin precedentes en los medios de comunicación”.

Sería conveniente para Colombia, agrega el columnista “cortar los lazos de la institución (la Policía Nacional) con los paramilitares y el narcotráfico, adecuar la fuerza a los cada día más exigentes estándares internacionales de derechos humanos y desatar una campaña contra los persistentes brotes de corrupción”.

En entrevista con Radio Holanda en Español, Naranjo recuerda que hace buen rato sus técnicos entrenan a policías mexicanos y ofrece su experiencia a gobiernos e instituciones.

Lo trae en la sangre: su padre, el general Francisco José, también fue jefe de la misma corporación. Pero nada es perfecto: un hermano del saliente comandante, Juan David, estuvo preso en Alemania por narcotráfico.

Nuestro personaje reconoce que sólo derribó, pero no destruyó las estructuras del narco y los paramilitares asesinos de sindicalistas y campesinos.

Es polaco de los de antes: “El mérito es de mis policías, no mío”, dice con sonrisa de consultorio dental.

Y también acepta que hizo acuerdos en lo oscurito con gente no recomendable.

Hay otros datos que también impresionan: en seis meses se suicidaron 21 de sus subordinados y, armados con fusiles de asalto, legiones de niños de catorce años siembran la muerte en las ciudades y el campo de aquel país.

Por lo demás, don Óscar Adolfo toma las cosas con calma. El uno de julio, independientemente de quién gane las elecciones en México, nuestro personaje irá al cine con esposa e hijas y comerá palomitas y una salchicha.

Ya después decidirá dónde ir a trabajar.

Pie de página
Naranjo admite que no barrió toda la basura. Una corte de EU, pide la extradición del general de policía Mauricio Santoyo, quien fue jefe de la seguridad personal del ex presidente Álvaro Uribe.

Lo acusan de tráfico de drogas, relaciones nada cristianas con los fascistas paramilitares y vender información secreta a las mafias.

 

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