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1101 13 Julio 2012

 

Barbarie, un término por aclarar
Ismael Vidales Delgado

Para Miriam de León

Monterrey.- Durante catorce años, Miriam de León, apoyada por Radio Nuevo León y un grupo de mujeres y hombres “simpatizantes con la causa”, han  mantenido “en el aire” su programa radiofónico “Orgullosamente Bárbaros” como una especie de divisa, una escarapela en el sombrero, una insignia de honor.

Todos sabemos que, en sentido peyorativo, se ha designado como “Bárbaros del Norte” a los habitantes del norte y noreste del país, indicando con ello, ausencia de luces y refinamiento, y abundancia de modales toscos o groseros. Incluso, se atribuye al insigne Vasconcelos haber dicho alguna vez de Nuevo León “Es donde termina la cultura y comienza la carne asada”.

“Orgullosamente Bárbaros” ha documentado un récord al haber mantenido en “el aire” por once años un programa cultural, pleno de señalamientos de historia, cultura e identidad norteña y norestense.

Pero, ¿qué es la barbarie? En la antigüedad era una noción de extranjería y de incomprensión del habla de los pueblos vecinos, aunque posteriormente el término adquirió connotaciones de atraso y rusticidad en los modales que los griegos y romanos aplicaban a los otros pueblos con sentido de menosprecio al no entender su lenguaje.

Paradójicamente, cuando Grecia fue convertida en provincia romana (146 a.C) con el nombre de Achaie, fue señalada entre los “bárbaros”, lo cual resultaba irónico, porque si bien habían sido sometidos por las armas, ellos habían conquistado culturalmente a los invasores romanos.

El famoso historiador italiano Juan Bautista Vico (1668-1743) utilizó la palabra “barbarie” para señalar el estado rudimentario y feroz en que vivían los hombres primitivos, fortaleciendo así el sentido de rudeza y brusquedad.

La historia misma ha estado utilizando el término en contraposición con la civilización, de hecho, en cualquier texto de historia aparece la “barbarie” como una etapa de la evolución humana caracterizada por la falta de cultura. El historiador norteamericano Lewis Morgan (1818-1881) después de estudiar múltiples tribus, con algunas de las cuales convivió, dividió la historia de la humanidad en: salvajismo, barbarie y civilización. En el mismo sentido utilizó el término Fedrico Engels, para quien el momento característico de la “barbarie” fue la domesticación y cría de animales y el cultivo de cereales.

También el término “barbarie” ha sido utilizado para designar actos hostiles que se cometen contra personas o grupos de personas en momentos y sociedades que se han apartado del respeto a los más elementales derechos humanos, por ejemplo, son actos de “barbarie” los crímenes de los nazis, la invasión de Estados Unidos a los pueblos débiles y la detonación de la bomba atómica, sin más argumento que la superioridad de las armas.

Como podemos darnos cuenta, no hay ningún motivo ni justificación para que los habitantes del norte y noreste del país hallamos sido designados peyorativamente como bárbaros, por el contrario, creo que nuestros ancestros utilizaron inteligentemente su cerebro y sus manos, para arrancar a este suelo seco y rocoso lo elementos indispensables para sobrevivir, de esa rudeza inteligente, brotaron los valores del trabajo y el ahorro, la franqueza y el lenguaje breve, la visión de futuro y el sentido pragmático no deshumanizado, hablamos de una cultura forjada a golpes de mazo, sobre el lomo del penco, entre los riscos y las biznagas, sin más horizonte que el sol a plomo y la exigua sombra del mesquite, con la cantimplora en su última gota, mientras aúlla el coyote en busca de la gallina avada, y los cerdos engullen las tortillas duras aderezadas con el suero de los quesos, los perros famélicos roen el costillar que sobró del cabrito asado y los niños devoran las tortillas de harina repletas de machacado con huevo, y cuando termina la semana el hombre se enfunda en sus pantalones de mezclilla y camisa vaquera, se calza sus botas puntiagudas y la mujer se emperifolla con brillantina y colorete…los quinqués arropan con sus tenues y titilantes destellos al hombre de las botas y el sombrero vaquero que vigorosamente levanta polvareda en el patio recién regado, zarandeando a la mujer de falda larga y cargada de holanes y cintas de colores, mientras el acordeón y el bajo sexto se revientan su mejor redova.

Si esto es la barbarie, ¡vivan los bárbaros del Norte!

 

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