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1102 16 Julio 2012

 

Bellas sin golpes
Ismael Vidales Delgado

Monterrey.- El despertar del amor y la pasión de un hombre brotan invariablemente de la percepción de la belleza femenina. Rubén Darío lo expresó poéticamente en “Cobardía”, cuyos versos en voz de un buen declamador harían vibrar al más frígido de los mancebos.

“Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!
¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!
¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza
de porte! ¡Qué formas bajo el fino tul...!
Pasó con su madre. Volvió la cabeza:
¡me clavó muy hondo su mirada azul!

Quedé como en éxtasis... con febril premura
‘¡Síguela!’, gritaron cuerpo y alma al par…”

Si la percepción primera que tenemos los hombres de una mujer es el reconocimiento de su belleza, me pregunto, qué es lo que ocurre entre ese instante maravilloso y el infierno en que suelen hundirse algunas mujeres en las que su esposo comete crímenes de lesa humanidad, hiriendo el cuerpo y la dignidad de la compañera, haciéndola recorrer escenarios dantescos en los que la violencia de todo tipo son lo usual, lo cotidiano, el cáliz que bebe la esposa para expiar su pecado de “haber nacido mujer”.

Sobre el tema, dijo Kofi Annan: “La violencia contra la mujer es quizás la más vergonzosa violación de los derechos humanos. No conoce límites geográficos, culturales o de riquezas.”

Efectivamente, la violencia inferida a la mujer toca los linderos de lo macabro e irracional, adopta todas las formas imaginadas y no imaginadas: golpes, injurias, abusos de todo tipo, explotación, violaciones, prostitución forzada, mutilación genital y mucho más.

Estadísticas mundiales señalan que una mujer de cada tres ha sido golpeada, forzada a tener relaciones sexuales, o maltratada de alguna manera en el curso de su vida. ¡Lo más grave, es que el agresor con frecuencia es un familiar! Pregunto: ¿Dónde quedaron los afanes, promesas y chantajes sentimentales muy a lo Juan Salazar: “Si no me quieres te mato, y yo me mato también, y nuestro amor desbarato, con un balazo sobre la sien.” El paraíso prometido, el nidito de amor, el cielo, las estrellas, la casita… son ahora una densa y pestilente atmósfera de terror en las que la bella deberá soportar a la bestia y no habrá ni por asomo el entorno feliz imaginado por Beaumont y Villeneuve.

Algo muy retorcido debe navegar en la cabeza de los hombres que se atreven a destrozar la belleza femenina externa e interna, se necesita un estómago de buitre para digerir: majaderías, cuchilladas, patadas, quemaduras… muerte. Pero algo muy parecido al síndrome de Estocolmo pasa en las mujeres que perdonan y/o justifican al victimario.

Cada día surgen nuevas leyes, avances científicos, inventos… pero la violencia inferida a las mujeres sigue aquí, detenida, como si los años y la civilización estuvieran sometidas a las leyes indias de Manu que sentencian: “Durante la infancia una hembra debe de ser sometida a su padre, en la juventud a su marido y cuando su señor ha muerto, a los hijos; una mujer no debe de ser nunca independiente”. Lo mismo refuerza el Génesis 3:15 y 16 “…maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; (y dirigiéndose a Adán)… pondré enemistad entre ti y la mujer… (A Eva)… y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.”

Por mucho que se diga oficialmente, las cifras no mienten, casi un 50 por ciento de las mujeres en el mundo ha experimentado en mayor o menor grado la violencia doméstica durante el matrimonio. Ejemplo reciente: El novio de María no aceptó que ésta terminara con él, por lo que lleno de ira le prendió fuego“frente a mi hijo de cuatro años de edad, diciéndome que si no me moría tendría tanto daño físico que nadie me reconocería y ningún hombre me iba a querer”.Después de 13 años, ella jamás pudo recuperar su anterior apariencia, a pesar de las 38 cirugías practicadas. El hombre que intentó matarla está libre.

Definitivamente no puede haber paz en el mundo si no hay paz en las familias; no puede haber igualdad entre las razas si no hay equidad entre los hombres y mujeres; no puede haber independencia entre los pueblos si no la hay para las mujeres.

Las mujeres sólo podrán seguir siendo bellas sin golpes de ningún tipo si se deciden a romper el silencio. Cuenten conmigo.

 

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