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1118 7 Agosto 2012

 

La quiere de profesor en Texas
Efrén Vázquez

Monterrey.- En un país, como el nuestro, donde culturalmente el «poder» lo proporciona no el mérito o cualidades propias del individuo, sino la credencial, institución o cargo que se ostenta; donde si a las doce del día al primer mandatario se le ocurre decir que son las doce de la noche no queda más que encender las farolas, debe ser una verdadera tragedia, a una persona cualquiera, concluir el período de Presidente de la República.

Después del «poder» omnímodo, la locura…

Sí, no es otro el destino que en México espera a una persona que ha llegado a ser Presidente de la República. La locura, ese es el final. Pues, ¿cómo resignarse a perder lo que por seis años se tuvo y ya no se tiene, porque ahora otro será el monarca por ese lapso?

Pero esto no es lo grave, lo grave es que algunos de estos locos, como no tienen problemas económicos familiares que les afecte (los problemas económicos familiares de un ex Presidente quedan resueltos hasta por lo menos unas cinco generaciones), algunos de éstos sólo utilizan su tiempo en estar ideando cómo imponer al próximo Presidente, tal es el caso de Carlos Salinas de Gortari. 

Volviendo al punto, esta es la angustia que en estos momentos está viviendo Felipe Calderón Hinojosa, quien “aiga sido como aiga sido”, en el 2006 llegó a Los Pinos. La monarquía sexenal ha terminado; y ahora, afectado ya por la estulticia, él se tiene que ir.

¿A dónde? Eso es lo que no sabe todavía, dice que posiblemente inicie un negocio en su país; pero que lo más probable, haciendo honor a la cultura de la improvisación que nos caracteriza como mexicanos, es que de Presidente de la República se convierta en un distinguido profesor universitario.

¡Qué más da! Si Felipe Calderón ya echó a perder seis años de la vida pública de México, además de estar colaborando para imponer al próximo Presidente, ahora, con la vida laboral que le queda, es posible que eche a perder unas seis generaciones de estudiantes de los Estados Unidos, país al que pretende exportar la improvisación mexicana de primer nivel en el área de la enseñanza superior. 

En efecto, según el diario The Dallas Morning News, Felipe Calderón Hinojosa está en pláticas con diversas universidades estadounidenses; se dice que la institución educativa más preferible para el mandatario federal es la Universidad de Texas, en Austin, por arriba de Harvard, Georgetown o Stanford.

A las especulaciones sobre lo que pasará una vez terminado su sexenio, si acaso volvería a ocupar la dirigencia nacional del PAN, para empezar su reestructuración, ahora se suma esta mención del diario americano aludido.

De apreciarse la llegada formal de Calderón a una institución académica estadounidense, habría que tomarse en cuenta que él no ha quedado satisfecho con haber detenido (o abatido) a 22 de los 37 líderes criminales más poderosos de México, cifras que hasta hace poco presumía, por lo cual, de irse, admitiría la fragilidad de la seguridad en el país, en todo su mandato.

La duda asalta y las preguntas aparecen encadenadas, una tras otra: ¿qué será lo que Felipe Calderón irá a enseñar a los Estados Unidos? ¿Sus experiencias vividas  en la vida política mexicana, carentes de reflexión y de pensamiento crítico? O tal vez, ¿cómo organizar y dirigir desde la Presidencia elecciones de Estado, para hacer ganar al candidato preferido por los poderosos? O quizás, ¿cómo aplastar desde el Estado a la oposición y cómo pisotear la la dignidad política de los ciudadanos en los procesos electorales?

 

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