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1141 7 Septiembre 2012

 

EN LAS NUBES
Adiós a un amigo
Carlos Ravelo Galindo

Ciudad de México.- Acaba de fallecer un entrañable amigo, el medico don Manuel Malacara de la Garza. A los noventa años dejó de suministrar consejos sabios a quienes lo rodeaban, así como  atender a numerosos pacientes que no le daban descanso.

Con  sus maestros los doctores Salvador González Herrejón y Fernando Latapí, comenzó a tratar el llamado “mal del pinto” en el hospital General de México. Por fortuna  ya controlado. Malacara de la Garza, a invitación del doctor Latapí  junto con otros expertos en afecciones de la piel fueron los iniciadores del Centro Doctor Ladislao Pascua, en donde se trataba exclusivamente la lepra, extinta hoy.

En el año de 1951 se inició la dermatología moderna en nuestro país. De la enseñanza, aprendizaje e investigación surgió el conocimiento, un atisbo, sobre las enfermedades de la piel. Su maestro de pregrado en dermatología, Fernando Latapí lo orientó para seguir esa especialidad que hasta el día de su muerte, el 18 de julio de 2012, profesó con entusiasmo, dedicación y mística en su consultorio particular.

Nos repetía constantemente el doctor Malacara de la Garza que Hipócrates tenía razón al sostener que la razón del médico es “primero no dañar”, pero que a pesar de la continua repetición de esa idea, en la “vida médica” sorprende la frecuencia de los problemas que sufren los enfermos cuando los médicos se apartan de esa noción. Alejarse de la máxima hipocrática, repetía no solo es responsabilidad médica. La responsabilidad o irresponsabilidad, la comparten muchos. Se olvidan de sanar al enfermo. Infundirle ánimo. Someterlo a revisión, dialogar con él y hacerlo saber que su daño tiene cura.

Acompañado siempre de su esposa Lolita, con quien procreó tres hijos: Manuel, María Regina y José Antonio, quienes, los dos primeros, les dieron cuatro nietos, no cesaba de insistir en que todos, estudiantes, médicos, con o sin posgrado, deberían contribuir con su grano de arena para consolidar un Instituto dermatológico digno, con instalaciones modernas y funcionales. Que contribuyera tanto a dar una atención de más calidad a los pacientes como a optimizar la preparación de especialistas en la materia y que, con el tiempo, pudieran proclamar su orgullo de haberse formado en “El Pascua”.

No cesaba Manuel de presumir, lo único, su paso como estudiante primero y maestro durante veintiséis años, después, en su Alma Mater, la Universidad Nacional Autónoma de México. “Mira, nos decía, primero mi entusiasmo era mi consulta. Hoy mi pasión y mi efusión son, en este orden, mi familia y mi trabajo”. Así de sencillo. Por la misma humildad con que profesionalmente se desenvolvía, no hablaba de sus triunfos en la vida. Evitaba tocar sus reconocimientos, muchos en sus casi ochenta años de ejercer su profesión hipocrática. Menos el  haber sido presidente del Primer Congreso de Dermatología, en la ciudad de Oaxaca. La formación de la Asociación de Egresados del Centro Dermatológico Padua, y ser honrado con su presidencia durante los primeros tres años, que hoy la conforman más de seiscientos dermatólogos de México, Centro, Sudamérica, Francia, España, Italia y Alemania, educados e instruídos en el Centro Dermatológico Padua a los que Manuel Malacara de la Garza impartió clases y contribuyó al conocimiento del estudio de las enfermedades de la piel.

Su nuera Maritza y su yerno Juan Carlos así como sus múltiples amistades y pacientes despidieron al medico, maestro, protector, benefactor, pero sobre todo profesional probo y siempre marido fiel con un aplauso salido del corazón, al que nosotros, con más humildad, nos adherimos a él con un adiós, al querido amigo, que tanto bien hizo en México.

carlosravelogalindo@yahoo.com.mx

 

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