Suscribete
 
1173 23 Octubre 2012

 

Un pueblo lleno de miedo
Efrén Vázquez

Monterrey.- La marcha de los médicos contra la inseguridad que se vive en Nuevo León, realizada el sábado pasado, posibilitó ver el miedo dibujado en los rostros (medios cubiertos) de la mayoría de los manifestantes, no más de cien.

El miedo, que de una o de otra manera lograron vencer los galenos, puesto que salieron a las calles a manifestar, también los llevó a cubrir con tafetán sus nombres escritos en los gafetes.

Policías cubiertos del rostro (en contra de disposiciones de ley que obliga a estos funcionarios a estar frente los ciudadanos plenamente identificables, de lo contrario, las detenciones hechos sin el cumplimiento de esta exigencia de nada sirven, ya que los delincuentes obtienen su libertad con la mano en la cintura); jueces sin rostro, que es ya una exigencia de integrantes del Poder Judicial; testigos protegidos; y ahora, por qué no, para completar este desolado cuadro, ciudadanos que hacen valer su derecho de libre manifestación de ideas con el rostro cubierto.

Vivimos, de tiempo atrás, en el pueblo de los sin voz; y ahora, como producto de la evolución de esta grave enfermedad, vivimos en el pueblo del miedo, donde habitan los sin voz y sin rostro.

Volviendo al tema de los médicos que se manifestaron contra la inseguridad el sábado pasado, cómo no han de tener miedo si, según se denunció por uno de los participantes, algunos médicos han sido secuestrados para atender a delincuentes heridos. 

“Hemos sido confidentes de lamentables historias narradas por nuestros pacientes derivadas del desventurado clima de inseguridad que padecemos. Les hemos asistido con nuestra capacidad, intentando curar todas sus heridas, desde las morales y físicas”, dijo uno de los médicos participantes en la marcha a CNN, México.

La inseguridad que se vive en Nuevo León ha obligado a algunos hospitales del área metropolitana a sólo dejar una puerta de acceso (desde el estacionamiento) a consultorios y quirófanos, y a cancelar todas las demás puertas.

Sí, en efecto, la marcha de los médicos (de estos valientes médicos, aunque pocos, diría yo), me ha hecho recordar una amarga experiencia vivida hace año y medio en un hospital que se encuentra por la avenida Lázaro Cárdenas.

Llegué al estacionamiento del cuarto piso de ese hospital, que fue en el que encontré lugar, bajé del auto, y con dificultad caminé, ayudándome con dos muletas; seguí la flecha hasta que llegué a la puerta de acceso al hospital, pero estaba cerrada; me regresé al carro y subí un piso más, pero igual: también estaba cerrada.

Después de otros intentos, dando palos de ciego, llegué por fin a un punto en que la puerta de acceso al área de consultas estaba abierta.

Al entrar al consultorio, la primera pregunta que le hice a mi traumatólogo fue: ¿pero por qué están cerradas las puertas de acceso al hospital?; llega uno al estacionamiento, y no hay por dónde entrar; ¿por qué me han hecho caminar tanto, andando con muletas? Su respuesta fue: “por problemas de seguridad”.

¿Cuántas historias habrá, como esta, que se podrían contar? ¡Cuántas historias ya hay de personas que después de haber sido despojadas de su vehículo a punta de pistola, tienen que sufrir todo un viacrucis para poner en conocimiento de la autoridad ese hecho!

¡Cuántas historias de miedo, terror e impotencia, generadas por la inseguridad que ya se ha apoderado de nosotros!  

Somos espectros vivientes en la ciudad del terror y el silencio. Vivimos a la espera de un milagro, porque no hemos aprendido a pensar; no hemos sabido dar respuesta a un problema que es de todos. A la misma divinidad ofendemos por no saber pensar, por no hacer uso del entendimiento de que hemos sido dotado.

Lo más que hemos evolucionado como ciudadanos es que ahora nosotros mismos elegimos a nuestros verdugos, los que por acción u omisión también son causantes de la inseguridad que vivimos.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 


15diario.com