Suscribete
 
1228 9 Enero 2013

 

FRONTERA CRÓNICA
Democracia, no te acabes
J. R. M. Ávila

Monterrey.- Se contaba hace años la anécdota de un pueblo (pongan ustedes el nombre) en el que el alcalde, según informe a las autoridades superiores, “se había acostado bueno y sano y había amanecido en la eternidad”, y nadie se ponía de acuerdo para nombrar uno nuevo, porque todos querían ser pero ninguno convencía.

Cuando parecía que todo estaba perdido, y que serían las autoridades superiores quienes decidieran, alguien propuso elegir alcalde mediante examen y no hubo quien se opusiera. De manera que asignaron al profesor del pueblo la tarea de elaborarlo, porque era quien más sabía pero quien menos aspiraciones políticas tenía.

El mentado examen consistía en tres reactivos: el primero, escribir “nariz” en inglés; el segundo, completar la tabla del nueve; el tercero, dividir un cuadrado en cuatro triángulos iguales.

Aunque no me lo crean, esto era difícil para aquellos tiempos en que llegar a tercero de primaria significaba obtener el grado máximo de estudios. Para nuestro tiempo, supongo, es pan comido.

Como el proceso se pretendía democrático, podían participar cuantos quisieran. Sólo a uno, el más tranza del pueblo, aunque insistió hasta el hartazgo, no le permitieron inscribirse. ¿Cómo iban a tener por gobernante a una persona de esa calaña? (cof, cof, ejem, ejem).

El caso fue que presentaron cuantos se inscribieron pero nadie pasó el examen. Éstos sabían que “nariz” era “nose” en inglés, pero se equivocaban al escribir “nous”; aquéllos sabían la tabla del nueve; los de más allá dividían el cuadrado en cuatro triángulos, aunque no siempre iguales.

Pero nadie pudo contestar bien más de un reactivo y, al enterarse de los resultados, el tranza que no había tenido oportunidad exigió su derecho a participar y el pueblo, demócrata al fin, accedió a que lo hiciera. Total, si era tan ignorante como tranza, no pasaría el examen.

Y he aquí que el hombre se acomodó con prestancia a resolver el examen. En primer lugar lo leyó y se dio cuenta de que sólo sabía que 9x1 eran 9 y que 9x10 eran 90, y escribió las respuestas. Y para que vieran que no era tranza, quiso ser honesto y frente a “nariz” escribió “nose” (claro que quiso escribir “no sé”, pero se equivocó y acertó).

Y al ver el cuadrado le siguió y, a sabiendas de que se lo pondrían equivocado, puso una tacha cuyas líneas pasaban por los vértices (de manera que al calificarse el reactivo como erróneo, volvió a acertar).

Luego vio la tabla del nueve y contó de arriba hacia abajo los errores que tendría en ella (como hemos dicho, ya había respondido la primera línea y la última), de modo que la tabla quedó así:

9 x 1 = 9
9 x 2 = 1
9 x 3 = 2
9 x 4 = 3
9 x 5 = 4
9 x 6 = 5
9 x 7 = 6
9 x 8 = 7
9 x 9 = 8
9 x 10 = 90

Y como ocho errores le parecieron muchos, quiso cerciorarse y los contó de abajo hacia arriba, de manera que la tabla quedó así:

9 x 1 = 9
9 x 2 = 18
9 x 3 = 27
9 x 4 = 36
9 x 5 = 45
9 x 6 = 54
9 x 7 = 63
9 x 8 = 72
9 x 9 = 81
9 x 10 = 90

Ni modo, pensó, son ocho errores, más los otros dos, son diez. Y desconsolado entregó el examen.

Ya se imaginarán ustedes que el hombre fue el primer sorprendido cuando le comunicaron que, como había resuelto el examen a la perfección, sería el nuevo alcalde del pueblo.

Por supuesto, estas cosas sucedían en otro tiempo, porque ahora ya no puede ser así, ¿verdad?
Bendita democracia, no te acabes.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 


15diario.com