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1241 28 Enero 2013

 

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Que se mueran los viejos
Edilberto Cervantes

Monterrey.- El sistema de pensiones se quebró desde hace tiempo en todo el mundo occidental. El modelo estaba diseñado de forma tal que la incorporación de las nuevas generaciones al trabajo formal aportaba los recursos para el financiamiento del retiro de los viejos.

Pero la economía globalizada dejó de crecer y el manejo de las economías nacionales con criterios neoliberales privilegia la estabilidad financiera más que al crecimiento, por lo que el desempleo de los jóvenes se ha vuelto un escenario cotidiano. Así reventó el esquema, y las reformas al sistema de pensiones no se hicieron esperar. Ahora, con las “cuentas individualizadas”, cada quien ahorra para su futura pensión.

El problema es que los trabajadores con esquemas de seguridad social son cada vez una proporción menor de la población económicamente activa. En la región de América Latina y el Caribe, más del 70 por ciento de la población en edad de trabajar no está incorporado en ningún sistema de pensión. Las tasas de natalidad se han desplomado en dicha región y el envejecimiento de la sociedad no tiene precedentes. Además, la población vive ahora más años.

¿Qué va a pasar en el futuro próximo cuándo la mayor parte de los viejos no tengan el salvavidas de una pensión? En la actualidad, hay que decirlo, aún aquellos que gozan de una pensión se las ven difíciles, ya que el ingreso de las pensiones es realmente bajo; insuficiente.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en uno de sus informes recientes sobre el Desarrollo Humano en América Latina y el Caribe apunta a la extrema desigualdad social que se presenta en los países de la región (México incluido). La disparidad de ingresos y la concentración de la riqueza, por un lado, tienen su correspondencia en la falta de satisfactores y la extendida pobreza, por el otro. América Latina se sitúa como la región con la más elevada desigualdad en el Mundo.

Al mismo tiempo, la revista Forbes informaba que un grupo de 11 ciudadanos mexicanos acumuló una fortuna de 129 mil 700 millones de dólares, cantidad que, convertida en moneda nacional, duplica el ingreso anual de la mitad de los habitantes del país. Se trata de un grupo en el que el peso mayor lo llevan los empresarios de las telecomunicaciones y la industria minera. La fortuna de esos 11 mexicanos, con todas sus diferencias por sector de actividad, es equivalente al ingreso anual de 50 por ciento de los habitantes del país.

La situación de México se presenta igual en otros países de la región. Brasil es el país latinoamericano con mayor número de multimillonarios. En esta economía, similar en tamaño a la mexicana, hay 36 empresarios que acumulan una riqueza individual mayor a mil millones de dólares. En total, tienen una fortuna de 151 mmdd.

El tercer grupo es el de los empresarios chilenos: son cinco, con una riqueza conjunta de 40 mil 900 millones de dólares; sigue Colombia, que aporta tres integrantes al club de multimillonarios, con activos valuados en 23 mil 600 millones de dólares; hay dos venezolanos e igual número de peruanos: los primeros acumulan 7 mil 600 millones y los segundos tienen 4 mil 200 millones de dólares.

Con ese elevado nivel de concentración de la riqueza por un lado, el hecho de que solamente un 27 por ciento de las personas de entre 15 y 64 años, en la región, cotizan para su pensión, más el bajo crecimiento económico y el desempleo creciente, el escenario social a futuro es realmente ominoso. Ya en la actualidad la brecha en la cobertura en la protección social es significativa, 40 por ciento de los mayores de 65 años no reciben ningún tipo de pensión.

Además, es indudable que con el actual perfil de la economía en México y en la región será imposible financiar los sistemas de seguridad social con solamente cotizaciones personales, más aún si cada vez habrá más adultos mayores y menos jóvenes.

Tal como ocurre ya en países “avanzados”, corresponde al estado mexicano jugar un papel importante en el financiamiento de los sistemas de seguridad social. El desempleo por un lado y el proceso de envejecimiento por otro, con una falta enorme de protección social para jóvenes y para viejos, es una nueva realidad que obliga a pensar en opciones diferentes a los regímenes “contributivos del pasado” y generar esquemas no contributivos.

Según cálculos del Fondo Monetario Internacional, en el 2012, los llamados “gastos relacionados con el envejecimiento”, en el caso de México, alcanzan a valor presente una cifra que, para efectos comparativos, es más de la mitad del valor de la economía del país.

En el lenguaje del Fondo: “Los pasivos relacionados con los gastos de pensión y de atención de la salud derivados del cambio demográfico superan, en monto, el saldo acumulado actualmente de todas las deudas, interna y externa, del sector público”.

Resulta sintomático lo ocurrido recientemente en Japón: un miembro del gabinete de gobierno, el titular de la finanzas públicas, pidió a los ancianos del país que se “den prisa en morir” para que de esta manera el estado japonés no tenga que pagar su atención médica. “El problema no se resolverá –agregó el funcionario– a menos que ustedes se den prisa en morir”.

En Japón, una cuarta parte de la población tiene más de 60 años, y una cultura en la que era tradicional el respeto a los mayores. Habrá que revalorar el concepto de nación y admitir que es responsabilidad de la comunidad el ver por el bienestar de cada uno de quienes la integran.

El nacer en territorio nacional conlleva derechos y obligaciones para el individuo y para la sociedad nacional; no se puede tratar como un mero accidente en la geografía del país. Al igual que con los pobres desde hace ya tiempo y ahora con los viejos, la condición en desventaja para sobrevivir se quiere plantear como un problema del individuo, no de la sociedad. Como diría el Presidente Obama, la creación de oportunidades de una vida digna para todos los nacionales es una responsabilidad colectiva, del gobierno, del estado-nación. Es la esencia del pacto social.

¿Será justificable ver a los viejos de la nación vivir y morir en la pobreza?, ¿será que ya nos acostumbramos a ver la pobreza de los mexicanos como una condición justificable ética y moralmente hablando?

Se afirma por especialistas que el modelo económico no da para más. Que aunque se logren tasas de crecimiento más altas, esto no se reflejará en oportunidades de empleo de igual forma que en el pasado. Así, mientras se mantenga el actual modelo neoliberal, la política económica seguirá provocando desigualdad, desempleo y pobreza; con un mercado interno reducido a un cuarenta por ciento de la población nacional y el resto excluido.

 

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