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1241 28 Enero 2013

 

Gusanos en el alma
Hugo L. del Río

Monterrey.- Los mexicanos no son el pueblo más inteligente del mundo, ni el más congruente. Durante años y años han estado pidiendo a gritos que el estado de derecho se convierta en realidad que norme nuestra vida y por lo menos limite un tantico los abusos del gobierno.

Pero el estado de derecho tiene como cimiento el respeto a los derechos humanos, el puntual cumplimiento de ciertas normas jurídicas: el acusado es inocente hasta que se pruebe su culpabilidad y, en caso de duda, se absuelve al reo.

Luego está el pequeño detalle de observar que se siga el debido proceso de ley. El buenazo de Genaro García Luna –por qué lo protegió Calderón: misterio al momento insondable– le negó a Florence Cassez la asistencia consular, la tuvo encerrada 24 horas sin permitirle llamar a su abogado, hizo el montaje de todos conocidos e incurrió en muchas otras de sus gracias.

En un país civilizado, una sola de estas fallas justifica la liberación del detenido, sin pronunciarse sobre su inocencia o culpabilidad. Pero los mexicas difícilmente atienden a razones. Son una masa humana muy primitiva: todos los días escucho a aztecas que rezan para que se instauren una dictadura militar, la pena de muerte, el estado de sitio, la censura de prensa y los demás males que la burocracia nos está afinando en la casa de Pandora.

Así las cosas, todo eso de los derechos humanos no les va muy bien a los hijos de Anáhuac. Vox Populi: la tira tiene que torturar al sospechoso, si no cómo va a confesar. Claro, si el azteca tiene el infortunio de caer en manos de la azulada, entonces sí invoca los derechos humanos.

Ahora los mexicanos se envuelven en la bandera tricolor, despotrican contra Francia y sacuden con envidiable vigor el árbol genealógico de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Los franceses, escucho, se vengaron del Cinco de Mayo. La otra canción: fue un acuerdo entre el Niño del Copete y Francois Hollande.

¿Entendimiento con París o con Madagascar? Para qué: el mundo mexicano empieza y acaba en Estados Unidos. En el caso de los nuevoleoneses, ni a eso llegamos. El planeta termina en la Isla del Padre. Texas constituye la totalidad del globo terráqueo y la capital del universo es McAllen. Así estamos de jodidos.

En vez de infamar a señoras respetables a quienes, por ser madres de quienes son, las sindicamos como oficiantes de la profesión más antigua del mundo, tendríamos qué aprender las lecciones que nos dejó el affaire Cassez.

Una: durante seis años nos gobernó un enfermo mental –antes, sentamos en la silla a un pendejo–; se necesita tener gusanos en el alma, el corazón y el cerebro para condenar a la muerte a decenas de miles de mexicanos, embarcándonos en una guerra que a punta de cabronazos nunca podremos ganar.

Sólo un personaje así de siniestro llega al extremo de amparar a García Luna al punto de abusar del poder presidencial para retorcer y corromper al Poder Judicial más de lo que ya está.

¿Amenazó Calderas a los ministros de la Suprema?

Mis queridos paisanos: hay que mentar madres, pero sin caer en confusiones. Los culpables no son los actuales ministros de la SCJN, sino Calderón y su escudero García Luna.

 

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