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1241 28 Enero 2013

 

COTIDIANAS
Mis padres
Margarita Hernández Contreras

Para Valentina Perla Luisa

Dallas, Texas.- Para hablar de ellos necesito distanciarme de todo lo aprendido y leído; de mi feminismo y de mi pseudoizquierdismo; de todo lo sabido y de lo que he aprehendido; hasta de mi incierta condición de mujer, y verme niña otra vez.

Para hablar de Marga y de mi papi, necesito apegarme a ciertas imágenes borrosas que las infinitas arenas del tiempo han ido carcomiendo.

Una
Empecemos con el abrazo de Marga, sofocada por el calor; roja por el calor; sudorosa por el calor, llorando y abrazándonos a mi hermana y a mí después de largos meses de separación. Ella en Gringolandia, nosotras dejadas en Guadalajara mientras nos llegaba la “mica” que legitimaba nuestra residencia en este país.

Dos
Ahora un recuerdo auditivo: la risa de mi papi en las huertas y los “files”, los inacabables campos; su alegre risa a pesar de la ropa empapadísima de su sudor.

Las canciones que mi papi silbaba como si no se cansara, trepado en esbeltas y largas escaleras bautizadas por él con nombres de mujer (recuerdo una Martha) y que lo llevaban por entre las copas de duraznos, manzanos, perales, cerezos, olivos, y de los cuales bajaba veloz con bolsas colmadas de los frutos de este noble planeta.

Tres
Veo a mis padres en cuclillas o en ancas sobre cubetas, a rastras o con azadón en mano entre surcos de tomates, sandía, betabel, fresas, pepinos; o debajo de almendros y nogales; los dos pizcando siempre pizcando; Marga siempre tenaz y decidida a rendir un poco más; mi papi, alegre, siempre alegre; risueño, siempre risueño.

Cuatro
La casa de mis padres siempre era de ventanas y puertas abiertas. Larga fue la parentela que desfiló por la casa de mis padres. Muchas fueron las temporadas de trabajo cuando la casa era hostal para campesinos michoacanos que mandaban su escaso salario que en México se volvía fortuna para esposas e hijos, quienes todos los días doblaban la tristeza, cual pañuelo; que ponían a revolotear el orgullo y la esperanza cual papalotes, por el esposo y el padre ausentes, lejos en el norte, pero que en algo remediarían la pobreza crónica que aqueja a mi gente hasta el día de hoy.

Cinco
Marga siempre se desmañanaba más que los demás porque había que alimentar a tanta boca adulta. Se invertía la todavía joven mujer en hacer las tortillas de harina para los tacos del almuerzo y del “lonche” en el campo y que voraces nos comeríamos todos. Luego Marga se unía a tanto cabrón para demostrar que una mujer de ovarios suele trabajar más que cualquiera que se diga muy macho. Así es ella.

Seis
Mi papi siempre se veía muy orgulloso de su vieja. Y para corresponder no le huía ni a la sartén ni al trapeador, como también se clavaba en su “yarda” para sembrar y regar esmerado sus matitas de tomate y chile.

Siete
La imagen que no se borra en absoluto es la de mi padre, mi papi, que cuando nos regañaba siempre nos hablaba de usted; mi papi, inculcándome una pasión ciega por la educación que él nunca conoció.

margarita.hernandez@tx.rr.com

 

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