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1248 6 Febrero 2013

 

FRONTERA CRÓNICA
Rumbo a la Isla del Padre
J. R. M. Ávila

Monterrey.- Circulas por la carretera, casi para llegar a Port Isabel, rumbo a la Isla del Padre, en Texas, y de repente, tras de ti, una patrulla enciende las luces. “¿Será a nosotros?”, le dices intrigado a tu esposa, pero ella tampoco sabe. Ves de reojo el tablero del auto y encuentras que la velocidad a que vas es la que indican las señales que has dejado atrás.

Desaceleras, por si acaso, y entonces se deja oír la sirena. Ni modo, hay que detenerse, total, vas manejando bien, traes licencia de conducir, ¿qué puede pasar? Cuando te estacionas en la orilla de la carretera, la patrulla lo hace detrás de ti.

“¿Qué hago?, ¿espero a que se acerque el agente o bajo y me dirijo a él?”, le dices a tu esposa y ella te aconseja que esperes. El oficial desciende, pero no llega de inmediato hasta ustedes. Antes enciende la luz de intensa, un fanal en la patrulla, y hasta entonces se aproxima con paso decidido por el lado del copiloto.

Con dificultad, en un español que da lástima, les informa que la luz izquierda trasera del auto no funciona. Tu esposa y tú hacen un gesto de extrañeza pero el hombre no da tiempo para decir algo porque pregunta si traes licencia. Le pasas a tu esposa lo que supones la licencia. “Es la de servicio médico”, te dice antes de entregársela al oficial.

Con dedos nerviosos, vuelves a buscarla en la cartera mientras piensas que tal vez no la traigas. Pero para tu fortuna, la encuentras de inmediato y se la pasas a tu esposa. Cuando ella la entrega, el oficial lee en voz alta tu nombre, en un perfecto español. ¿No te estará tanteando y fingiendo que no sabe hablar bien el español?

Te pide que bajes del auto para mostrarte la luz que no funciona. Lo haces y te muestras sorprendido al confirmarlo. Tratas de explicar que no te habías fijado. No sabes si el oficial te ve como si no te creyera o como si no entendiera el español con que tratas de explicarle. “¿Tiene seguro?”, dice deteniéndose un poco en la i, y le dices que sí pero del lado mexicano.

Te mira sin decir más. Parece que de veras no entiende tu español. Te indica que te pares frente a él, de modo que mientras a ti te da de frente la luz, a él le da en la espalda. Pregunta tu fecha de nacimiento y se la dices. “De hecho, hoy cumplo años”, agregas, pero pasa a preguntarte el año de nacimiento, el cual pronuncias en un inglés tan deplorable como su español.

Mientras te interroga, se comunica con alguien y en poco tiempo se estaciona otra patrulla. El oficial que acaba de llegar habla un español mucho más aceptable. El que no lo habla le explica la situación. “Mi compañero dice que no se detuvo cuando encendió las luces, que activó la sirena y siguió sin detenerse”. Le explicas que tal vez hayas traído muy alto el volumen del radio.

El oficial que habla español le pregunta en inglés al otro si el problema es grave y el otro contesta que no, que todo está bien. Te entrega la licencia y, aunque no lo puedas creer, te dejan ir sin multa y sin amonestación. Para estar seguro, preguntas con tu mal inglés: “I can go?”, y en cuanto te dicen que sí, te despides agradecido y retomas el camino.

No sabes por qué te la han perdonado. No traer luz trasera izquierda, no portar seguro estadounidense y llevar alto el volumen del radio, no son poca cosa. Barato te salió a fin de cuentas el desaguisado. Con las luces intermitentes activadas, llegas al hotel y, después de tomarte dos cervezas, te relajas y te duermes, pero tienes sueños complicados.

Dos días después, ya de regreso a México, apenas pasando Juárez, Nuevo León, ves venir de frente una patrulla de tránsito sin luz delantera izquierda y le dices a tu esposa: “Si el agente de esta patrulla nos hubiera detenido, al menos íbamos a tener pretexto: ‘¿Cómo nos va a infraccionar por no traer una luz trasera, oficial, si su patrulla no trae una luz delantera?’”. La risa y la proximidad de la casa los pone más contentos.

Todo apunta para que, al correr el tiempo, el incidente con los oficiales de Texas quede como una anécdota que se pueda relatar hasta con buen humor.

 

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