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1253 13 Febrero 2013

 

El niño muerto
Tomás Corona

Soneto de la muerte niña

Son ángeles de luz los niños muertos,
el cielo los reclama con premura,
y la tierra se llena de amargura
por los frutos robados de su huerto.

A uno le queda el corazón abierto,
la vida toda pierde su dulzura,
es tan grande y profunda la fisura
que el mundo se transforma en un desierto.

Las noches se oscurecen sin su esencia,
los días se marchitan sin remedio,
hace falta su prístina presencia.

¿Cómo atenuar la impotencia y el tedio?
¿Cómo extirpar esta cruel indolencia?
La muerte niña siempre es un misterio.

Monterrey.- El niño murió asesinado y ese hecho inefable no cambiará nunca jamás. La vil felonía deja un sabor de amargura e impotencia y una sociedad cada vez más devastada por la violencia.

No tuvo que ver nada con el narco, digamos, es violencia ordinaria, antinatural, creada y recreada per secula seculorum por el hombre bestia, porque sólo una bestia es capaz de cometer actos así, aberrantes, inicuos, desgarradores, crueles.

Pero, ¿cuántos inocentes no son inmolados cada día, en pequeñas dosis, por sus propios progenitores? Los acosan, les gritan, los humillan, los agreden, los golpean, los minimizan, los pendejean, los dejan solos, los comparan, los descuidan, tal pareciera que los odian.

Para acabarla de chingar, los medios, TV, radio, prensa; en su afán de venderse, más que de informar, morbosamente recrean la nota roja y hacen de aquella triste historia un nefasto drama, una farsa que juega con la muerte, con la vida y con la dignidad humanas. Y el niñito entonces se transforma en la inmolada pieza del ajedrez mediático que sabe muy bien su jugada. Y el asesino confeso adquiere tintes estoicos de un Hamlet tercermundista, o de un Romeo mexicano violentado por celos.

La inesperada tragedia y la irreparable pérdida se tornan tragicómicas cuando los imbéciles reporteros cuestionan al victimario: ¿por qué lo hizo?, ¿a qué hora lo asesinó?, ¿cómo le hizo para convencer al niño? –entre otras sandeces–. Una sociedad virulenta, vergonzosa, infamante, y un montón de periodistas cada vez más estúpidos vendiendo y vendiéndose al mejor postor. Un cuadro que se volvió ordinario, cuando deberían tratar de otra manera un asunto tan serio y deleznable como lo es la injusta muerte de un infante.

Volviendo al punto de los padres jóvenes, la raíz del problema está en la mala educación que recibieron y los incrustó para siempre en la mediocridad, convirtiéndolos en presas fáciles para todo tipo de enajenación: futbolera, pasional, religiosa, política. Fácilmente se dejan llevar por sus bajos instintos porque su conciencia no está preparada para otra cosa, sólo eso, actuar como animales. Y así es su vida: comer, divertirse, fornicar, beber, no pensar y trabajar y trabajar como burros en molienda para volver a gastarse lo poco ganado en bagatelas, bisutería y otras cosas superfluas sitiados en un círculo vicioso interminable.

Lo he dicho siempre. Urge reeducar a los jóvenes (no a todos, agraciadamente) entre 18 y 25 años que andan por ahí en el narco, robando, destruyendo, delinquiendo, drogándose, matando (niños, como en este tristísimo caso). Totalmente incapaces para hacer algo bueno por ellos y mucho menos para procurar el bien común. Cabe destacar que estos clones malignos son creados artificialmente por las propias sociedades enfermas.

 

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