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1259 21 Febrero 2013

 

The Magdalene sisters
Irma Alma Ochoa

Monterrey.- El día 5 de febrero Enda Kenny, primer ministro de Irlanda, pidió perdón a nombre del estado a las miles de víctimas de La Magdalena, en tanto se investiga el grado de implicación del gobierno y responsabilidad en este hecho. Las lavanderías cerraron en 1996, dejando una cauda de víctimas e injusticias. Esta nota trajo a mi memoria la película The Magdalenes sisters.

Antes era impensable que estos asuntos se ventilaran públicamente, pero en tiempos recientes nos hemos enterado de muchos que se guardaban tras las puertas de claustros, monasterios o conventos. Uno que llamó poderosamente la atención de la comunidad laica fue el caso de la pederastia clerical, porque la difusión de las depravadas acciones de Marcial Maciel, puso a temblar los cimientos de la Iglesia. Llevándose de encuentro a quienes apegados a los cánones profesan la fe.

Otros casos, como el de las más de diez mil irlandesas recluidas injustamente en conventos convertidos en lavanderías, administradas por monjas, desde sus inicios en 1922, hasta que cerró sus puertas en 1996, pueden conocerse mejor a través de la película citada.

Dicen que el trabajo redime. Y esa es la razón por la que en esas lavanderías obligaron a trabajar a miles de mujeres, a quienes sometían a condiciones de esclavitud. Las recluidas, algunas adolescentes, otras ancianas, fueron víctimas de una sociedad que no les perdonó haber perdido la virginidad, sin conocer las particularidades de los hechos. Gente sin escrúpulos usó falazmente el nombre de dios para cometer actos inmorales.

Este hecho real fue llevado a la pantalla, exponiendo tres casos de adolescentes víctimas del patriarcado, en el que se destaca la desigualdad, el desequilibrio de poder entre los géneros, las conductas abusivas y la complicidad. Y revela la contradicción entre la prédica de Cristo, cuyo núcleo es el amor y el respeto a las diferencias y, el ambiente violento, degradante, inhumano y mercantil que persistía en esas lavanderías, donde las adolescentes eran torturadas, explotadas laboralmente y abusadas sexualmente.

Las víctimas en semiencierro, sin contacto con sus familias y mano de obra impaga, realizaban largas jornadas laborales, eran azotadas por la más nimia falta y su alimentación era deficiente. Este trabajo esclavo generaba riqueza acopiada por las gobernantas del convento. Éstas, recibían dinero de los padres de estas niñas para educarlas, recibían dinero por las piezas lavadas y recibían dinero por los productos del vientre de estas adolescentes caídas en desgracia. Porque es una desgracia caer en manos esclavistas.

El primero de los casos exhibidos en la película trata de una adolescente violada en una fiesta de bodas. Con claridad se observan los opuestos aprobados por la sociedad: la virginal novia enfundada en albo vestido, unida en sagrado matrimonio y la doncella ultrajada. Una bendecida por la comunidad. La otra, golpeada y agredida sexualmente por su primo, es castigada por no cuidar su honra. La adolescente no encuentra apoyo porque la sociedad aprueba la violencia masculina y sanciona a las mujeres violadas. Sin compasión, su padre la recluye en el convento.

En el segundo caso: Bernadette es una hermosa huérfana cuya belleza incita la envidia de la directora del orfanato. La gobernanta piensa que los ojos, bella cara y cuerpo de la adolescente “pueden tentar a los hombres”, por lo que decide confinarla. Sin una red familiar que la proteja, sin merecerlo su juventud es enclaustrada en la Magdalena.

Tercer caso: Rose es una adolescente enamorada que se convierte en madre soltera. Su pareja no se responsabiliza del embarazo. La joven clama apoyo a su madre, pero ésta es un ser inexistente, un fantasma que pasa por la vida carente de voz, sin opinión propia, sometida al poder del hombre. En tanto que, confabulado con el padre de Rose, un inhumano sacerdote estigmatiza al bebé llamándolo bastardo y se lo quita a las pocas horas de nacido, para darlo en adopción. Sutilmente la película aborda el tráfico de niños y niñas. Un grave problema social que nos aqueja y que se debe atender, prevenir, sancionar y erradicar.

En el convento, las mujeres recluidas contra su voluntad, expían sus culpas por el resto de sus días. Sin libertad alguna, sin posibilidad de salir, sin poderse expresar, sin opinar, viviendo bajo tortura, en situación de esclavitud transcurre su vida, obligadas a lavar ropa sucia ajena para, de esa manera, lavar sus pecados atribuidos. Allí no hay solidaridad. Las monjas, influenciadas por el poder androcéntrico, se adscriben a él y se conducen con violencia para atemorizar, para someter, persisten en humillar a las cautivas y no muestran ningún sentimiento ante sus demandas de mejor trato.

La película muestra el abuso de dos monjas que se divierten con las vejaciones que hacen a un grupo de internas. Las obligan a desnudarse y mostrar su cuerpo, simulan un concurso de atributos, para ver quien tiene los pechos más grandes o los pezones más erectos. Se burlan de la delgadez de unas o de la gordura de otras. Pretenden que las internas respondan alegremente a su juego y se enfadan porque éstas no ríen ante semejante humillación.

Con crueldad, sin atisbo de respeto, humanidad o de hermandad, etiquetan a las internas como prostitutas o trepadoras. Una y otra vez les echan en cara que no valen nada porque perdieron la virginidad, y eso es lo único que les daba valor. Aparentan no darse cuenta de que están ejerciendo una violencia a la dignidad humana.

En flagrante violación a sus derechos, les cambian el nombre, la burlona madre superiora las rebautiza, las nombra de forma ofensiva, insultante. Les prohíbe hablar con sus familiares, les impide comunicarse unas a otras so pena de sufrir azotes. En clara actitud de prepotencia, les corta el cabello al rape, como una forma más de degradarlas.

Es sabido que el cabello ha sido un símbolo de feminidad y de identidad. El corte de cabello o rapado es una de las vejaciones que más ha utilizado la cultura para denigrar a las mujeres, se las rapa cuando son juzgadas adúlteras, cuando hacen pareja con el conquistador o cuando se les imputa ser traidoras.

Las tribulaciones de las internas no quedan en las humillaciones, los azotes, el trabajo excesivo y sin paga. En la película, el hombre que viste sotana, de quien reciben la ostia y la absolución de sus pecados, es un hipócrita indigno de portar la investidura. Se escuda en su jerarquía para abusar sexualmente de Cristina, una de las adolescentes. Cuando la joven denuncia al sacerdote de obligarla a practicarle sexo oral, es enviada al manicomio donde muere.

En la dicotomía Aristotélica del bien y del mal, la comunidad trata mal a las internas mientras sus crueles guardianas gozan de gran prestigio social y respeto. Actualmente a las víctimas de trata de personas, no se les ve, se les estigmatiza, no se les escucha y, mucho menos, protege.

Este texto fue publicado en 2007, en Las Caracolas de Oaxaca.

 

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