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1263 27 Febrero 2013

 

Síndrome de la no lectura
Eligio Coronado

Monterrey.- La revista Papeles de la Mancuspia se une a la campaña permanente para promover la lectura a base de textos donde los personajes no leen. Y el resultado es muy disfrutable, al menos para los que sí leemos.

Zacarías Jiménez (San Rafael Lagunillas, S.L.P., 1959), coordinador de este número especial llamado Síndrome de la no lectura, señala: “la violencia nuestra de cada día (…) no cesará con más violencia sino con (…) un ejército de lectores” (p. 1).

Para ello convoca a veintitrés oficiantes de diversas épocas como Miguel de Cervantes Saavedra, Alfonso Reyes, Michael Ende, José de la Colina, Alberto Chimal, David Toscana, Jorge Rodríguez, David Soules y Aidé Cavazos, por citar sólo algunos.

El problema de la inexistencia de lectores es que toda la producción literaria del país cae en saco roto, en los cauces de la ignorancia, en los laberintos de la desmemoria, en espera de que algún ocasional investigador la rescate, aunque sea fragmentariamente.

Por eso son de alabar todos los esfuerzos por difundir y preservar la obra escrita que realizan ésta y otras revistas locales como Armas y Letras, Oficio, Posdata, La Quincena, Entorno Universitario y periódicos como Urbanario, 15 Diario y Vida Universitaria, entre otros.

Algunos personajes de estos textos no leen porque no saben: “yo no he leído ninguna historia jamás, porque ni sé leer ni escribir” (Cervantes: De los graciosos razonamientos que pasaron entre Don Quijote y Sancho Panza, p. 3), “Él no conoció la escuela, donde fueron sus hermanos, / porque él ya tenía la fuerza, en el puño de sus manos” (José Alfredo Jiménez: Con la muerte entre los puños, p. 4), “Molina no fue a la escuela (…) y para llevar las cuentas de los cabritos que mataba se echaba a la bolsa del pantalón una piedrita por cada uno de ellos” (Celso Garza Guajardo: El fantasma de Molina, p. 1).

Otros personajes sí leen, pero prefieren holgazanear el cerebro: “Dios mío, haz que Saltillo sea la capital de Tamaulipas, porque así lo escribí en la prueba” (Joaquín Antonio Peñalosa: Oración de una niña reprobada, p. 1), “tienes razón acerca de esos ‘libros que se leen con una sola mano’, pero prefiero el cine para tener libres las dos” (César Alejandro Uribe: The movie was better, p, 4).

Pero también hay casos extremos que mueven a la crítica, el sarcasmo y hasta la brutalidad: “Muy pronto hube darme cuenta / de que había algo que hacer, / porque a los veinte años / aún no sabía leer. / (…) “¡Ajá! –me dije– ¡Este zopenco / podría ser político!” / Y así solucioné el problema / en el momento crítico” (Roald Dalh: Charlie y el gran ascensor de cristal, p. 3), “Yo le había llevado un ejemplar de mi libro (…) y se lo di. (…) Mejor no –dijo– (…) Ya sabes lo que hacemos con el papel en México” (Carlos Castaneda: Una realidad aparte, p. 4), “(las causas) ¿Para transformarse en groogy? La básica, un período prolongado de no lectura (…). Petronila Wintterthorn, de pie tras él, visiblemente descompuesta (…), se lanza sobre él, sin dejar de decir: “brain… brain…” (José Julio Llanas: The walking idiots, p. 3).

Zacarías Jiménez, coord. Síndrome de la no lectura. Monterrey, N.L., Papeles de la Mancuspia, núm. 53, 2012 (diciembre). 4 pp., ilus. por D. Jerónimo Cortés.

 

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