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1292 9 Abril 2013

 

Poemas de Daniel Sada
Eligio Coronado

Monterrey.- En El amor es cobrizo, Daniel Sada maneja un tono “norteño” en la hechura de sus poemas, tratando de proporcionarles una identidad propia de nuestra geografía. El resultado es interesante, pero no totalmente satisfactorio.

Se nota el oficio del autor y el buen uso del lenguaje, sin embargo, el efecto poético no se produce y todo queda en aproximaciones: “Pude verme en tu mirada / como soy cuando te miro / Como soy me miras siempre / entre miradas perdido” (p. 36), “Un dilema al rojo vivo / me empuja y luego me jala / y yo sueño en un despeje / cada noche y nada pasa” (p. 137).

La poesía no se entrega a cualquier pluma aunque sea un género que facilita la experimentación (todo cabe en un poema sabiéndolo acomodar): “Cantaré. Debo hacerlo. Es desfogue / oscilante: pa-ra-rí pa-ra-rá tu-ru-rí ti-ri-rú... Ya me / ensancho, ya voy. Que una palabra surja, la mejor” (p. 51), “Hay un idilio / trasquilimolocho / o un pipiripao / de tragaldabas / entre el azul / del cielo / y la fulgencia / nívea / de las nubes” (p. 94).

Sada (Mexicali, Baja California, 1953-Ciudad de México, 2011) privilegia el lenguaje y es evidente que lo disfruta, pero sus textos parecen explorar territorios ajenos a la poesía, lo cual es muy apropiado en estos tiempos de fusión de géneros: “Amor, ¡amor!, ¡pues sí!: ceguera amarillenta / Ganancia aparte ¿no?, tan por encima, contra / la perdición: dizque: en el fondo / Estrías / en el aguaje / Tinta para el afán” (p. 41), “De hecho, trastoco el giro, alerta todavía, / o al garete, en azul: contrahaz de ilusión óptica / que desarregla toda consonancia casi” (p. 39).

¿Qué son estos textos de tanta pasión gramatical?, ¿a qué género pertenecen? Obviamente son textos con cierta fuerza emotiva que han crecido impulsados por la creatividad del autor, sin un tema específico (¿o lo hay?), cautivos de esa incontenible euforia que, generalmente, nos invade a todos los que escribimos: “Por fortuna manos sobran / Revelación: escaleras / ‘Tú te vas detrás de mí’ / La pesadez casi entera / en el centro del desierto / Tal hoyo, de juro, ¡real! / asfixiante la bajada / y el nauseoso cabaré / con golfas retebotijas” (p. 59).

Pero todo texto debería estar orientado hacia un fin específico (contar una historia, comentar una situación, reflexionar sobre un tema, proporcionar placer estético al lector, sensibilizarlo, romper sus esquemas mentales, sacudir su imaginación, etcétera).

¿Cuál es el objetivo de estos textos huidizos que se solazan en prolongarse sin ofrecer asideros para su mediana comprensión?: “Prófuga percepción / inanimada ¿inútil?, / lerdamente ambiental, / conforme al menester / viajero: de por sí, / que se abre tiento / a tiento” (p. 49), “De nuevo el revoloteo rae / Inhibido tal vez / el viento acepta / Es como un estregón / el trazo temblequeante / Presunta quisicosa / La supitaña mácula / se estira, se contrae / y a solapo se obliga / con derroche de / círculos” (p. 47). 

Daniel Sada. El amor es cobrizo. Monterrey, N.L.: Edit. UANL / Posdata Editores, 2012. 146 pp. (Colec. Versus).

 

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