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1307 30 Abril 2013

 

¿Alguien sabe dónde quedó el neoliberalismo?
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Desde 1982, un rasgo común a las administraciones presidenciales priistas y panistas ha sido la aplicación del recetario fondomonetarista, mejor conocido en el mundo económico como neoliberal. Un tipo de política económica que pone énfasis en el adelgazamiento del Estado y el libre juego de las fuerzas del mercado, que técnicamente se encargan de ordenar los factores de la producción garantizando el soñado equilibrio en sociedades complejas.

Esa pretendida sinergia llega a tener momentos de expansión para luego concentrarse y excluir a los menos capaces de competir en el mercado de mano de obra y bienes de consumo. Y en esa lógica, se imponen las ganancias por encima de las necesidades de millones de personas quienes día a día son excluidos del consumo.

No es casual entonces que estas políticas polaricen sociedades entre una minoría que cada día tiene más y una gran mayoría que cada día tiene menos. Nos dicen las cifras oficiales, por ejemplo, que durante la administración de Felipe Calderón el mexicano Carlos Slim consolidó su posición como el hombre más rico del mundo, mientras ocho millones de compatriotas ingresaron a las filas de la pobreza.

Con estas políticas están naciendo pobres que seguramente morirán igual si se sostiene la ortodoxia monetarista. Sin embargo, pese a las evidencias más dramáticas, hay quienes consciente o inconscientemente, le buscan la cuadratura al círculo neoliberal y argumentan a favor con mejores o peores razones sobre la capacidad de los gobiernos y la autorregulación de los mercados. Estas reformas vienen envueltas en celofán mediático presentándoselas como “inofensivas” “necesarias” “realistas” “indispensables” y mejor todavía como “progresistas” que luego del ajuste beneficiarán a todos.

Pacto por México

En México circula hoy un discurso políticamente correcto que argumenta a favor de la llamada restauración priista por la “vuelta a la política”. Afirma que el PRI busca conciliar las diferencias partidarias para enarbolar un programa de gobierno de unidad nacional sobre la base de acuerdos. Este discurso se llama Pacto por México y lo suscribe el PRI con sus aliados del PAN y el PRD.

He escuchado y leído este discurso positivo a analistas políticos prestigiados y algunos amigos universitarios de izquierda que están convencidos de sus bondades, sin plantearse para nada la pregunta que lleva por título este breve ensayo. Quizá no se la formulan porque están contagiados de la euforia mediática que dice ahora sí, ya ven, hay acuerdos sin sacrificar la diferencias políticas.

Vamos a mover a México, dice un eslogan. Tenemos reforma educativa, laboral, y muy pronto, energética y de telecomunicaciones. Como si tener cualquiera de ellas fuera un bien en sí mismo y mejor que lo de hoy.

Sin embargo, permítanme una dosis de escepticismo, estas personas al argumentar no dan perspectiva a su euforia, olvidan reconocer que lo que ahora ocurre, no es otra cosa sino la reconstrucción del presente sobre lo inevitablemente existente.

Aquello que empezó a construir Miguel de la Madrid, y luego lo retomaron el cuestionado Salinas y el escurridizo Zedillo, para continuar con frivolidad y sin pizca de duda los panistas Fox y Calderón, el primero incluso en uno más de sus excesos, fue a tomarse la foto con los pobres de los pobres en el estado de Guerrero, luego del informe sobre desarrollo humano que preparó el PNUD-ONU;  el segundo que con su guerra empobreció la vida de decenas de miles de personas que perdieron a alguno de los miembros de sus familias. Y hoy está la oferta de Peña Nieto, envuelto en concordia con los acuerdos que paradójicamente el PRI, nunca quiso firmarle al PAN.

Sé que los ideólogos o quienes de última hora se suben a la ola mediática, argumentan frente a esto que la política además de convicciones y compromisos, sigue siendo el arte de lo posible, y que no hay de otra en un mundo globalizado pautado por estas líneas maestras.

Nos dirán seguros que todos los países terminan adoptando lo que mandatan los grandes organismos financieros internaciones o, en caso de no acatar sus políticas, solo queda la marginación y el mayor empobrecimiento de sus pueblos. Pero esto no es cierto.

Espejo

Efectivamente estamos en una época marcada por el neoliberalismo y estamos viendo caer países enteros que hace un tiempo eran la representación viva del progreso y el consumo desesperado, y ahora franjas de estas sociedades se reducen con una rapidez extraordinaria gracias a la aplicación de estas políticas por gobiernos de izquierdas y derechas.

Hay que voltear a ver, especialmente a los países europeos mediterráneos, para darnos cuenta de los estragos causados por estas políticas a millones de personas que hace un tiempo llevaban una vida más bien resuelta con las políticas del llamado Estado de Bienestar y ahora mendigan en las calles o hacen colas en las instalaciones de organismos de beneficencia pública.

Y es que luego de los días de fiesta neoliberal, llegó la cruda realidad con la quiebra de empresas, fuga de capitales, baja inversión productiva, caída de los salarios reales, emigración de los más jóvenes y más preparados, desempleo, hambre, desahucios y hasta suicidios entre quienes no pueden soportar la pena de vivir en la calle.

Nada que ver con aquel camino que se trazó sobre el Estado de Bienestar ideado y construido por grandes estadistas como Jean Monnet, Konrad Adenauer, Robert Schuman, Alcide De Gasperi y los líderes más visionarios provenientes de la izquierda y derecha europea. Los mismos que al final dieron al traste con el ajuste económico impuesto por los propios organismos financieros europeos, y aquellos países que pesan más en las decisiones que adopta hoy la Unión Europea, como también por sus errores y corrupción.

Reformas radicales

Claro, no hay que regatear reconocimiento al grupo Peña Nieto que busca denodadamente conciliar las diferencias con la oposición, cosa que no lograron ni Fox, ni Calderón, aun cuando hicieron esfuerzos por conseguir el sí de los priistas. A ellos se les fue el sexenio intentando que el PRI acordara y resolviera quitar los “candados” establecidos en su Programa de Acción, cosa que nunca sucedió.

Finalmente en su reciente XXI asamblea nacional, decidió por “unanimidad” eliminarlos de los documentos básicos y hablar precisamente de los temas con los que hoy se sienta a negociar con los líderes del PAN y el PRD: laboral, educación, telecomunicaciones, fiscal, energética, que caben perfectamente en la liberalización económica en boga por el mundo.

Es decir, la fase más radical del neoliberalismo, y que hasta ahora, para bien o mal, no se han aplicado en México, precisamente por la falta de esos acuerdos.

Sin embargo, ¿acaso no están ahí desde hace tiempo las políticas monetarias restrictivas que aumentan tasas de interés y proponen reducir la oferta de dinero hasta lograr una inflación cercana a cero y evitar el riesgo de devaluaciones de la moneda?

¿Acaso no vienen acompañadas de políticas fiscales restrictivas que buscan aumentar los impuestos sobre el consumo (IVA) y reducir paulatinamente los impuestos sobre la producción,  la renta personal y los beneficios empresariales, además, de proponer eliminar regímenes especiales y disminuir el gasto público?

¿Acaso  no se planteó desde hace tiempo la liberalización /desregulación del comercio por considerarlas positivas para el crecimiento económico, como también la eliminación de muchas reglas y restricciones, reduciéndolas a un mínimo necesario (sobre todo la garantía del régimen de propiedad y de seguridad), para aumentar la movilidad de capitales y la flexibilidad laboral

Y en definitiva, ¿acaso en su lógica no reivindica un Estado mínimo que reivindica la  privatización de los bienes públicos porque considera que los agentes privados tienden a ser más productivos y eficientes y que el Estado debe adelgazarse para ser más eficiente y permitir que el sector privado sea el encargado de la generación de riqueza?

Estas medidas hoy se vienen aplicando paulatina y sistemáticamente, mientras en otros países las evitan como una elemental protección de las élites ante lo que está ocurriendo en Europa y en forma menos sonora en Estados Unidos. En este país, por ejemplo, la tasa de desempleo solo parece tener parangón con los años de la Gran Depresión, cuando la crisis dejó a un pueblo empobrecido y para salir de ella fue necesario dar un nuevo protagonismo al Estado mediante la política improductiva de “hacer hoyos y taparlos”.

Entonces el Pacto por México, sin lugar a dudas, es una medida audaz del gobierno de Peña Nieto pues logró concitar la colaboración de los líderes del PAN y el PRD, muy a pesar de que no se planteó una discusión del modelo económico pues se vio como una variable inevitable y vinieron los acuerdos que hoy se propagan con discursos efusivos, slogans y espectaculares.

Sólo por eso, habría que preguntar ¿Alguien sabe dónde quedó el neoliberalismo? Los que lo sepan, que hagan el balance de 30 años.

 

 

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