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1312 7 Mayo 2013

 

Voto duro, convenios de coalición y una canción de desamor
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Las elecciones intermedias que ocurren cada seis años tienen características muy singulares, aunque son consideradas por algunos observadores como menores porque no logran los niveles de participación de los comicios generales donde se juega todo (gobernador, presidentes municipales, diputados y síndicos procuradores), son extraordinariamente significativas de cara a los siguientes comicios.

Vea si no: en ellas los grupos de poder establecen alianzas, compiten por los votos y se posicionan frente a la siguiente, dónde estará en juego la “madre” de todas las elecciones que es la de gobernador. O sea, si a un grupo le va bien en esta elección, es muy probable que le irá mejor en la siguiente, y a la inversa, si a un grupo le va mal en este reparto de fichas, es probable que su influencia se difumine en forma directamente proporcional e incluso pueda perderse definitivamente. Vamos, puede ser la debacle partidaria y la jauja, pero también el sepulcro de las carreras políticas.

Es por eso que en estos días, al menos en los llamados partidos grandes, hay efervescencia y lucha, primero para estar en el ánimo de quienes deciden y, segundo, si son ungidos candidatos, el desafío es lograr que el voto duro de su partido sea una buena plataforma para ganar. Y es que en este tipo de elección siempre hay un incremento del abstencionismo que llega alcanzar entre el 10 y el 15 por ciento en todo el estado y entonces los resultados dependen del voto duro de los partidos grandes y/o los convenios que la “chiquillada” pueda articular con alguno de ellos. Es el juego del poder.

En otros trabajos periodísticos hemos hablado del voto duro de estos partidos y ahora lo vamos hacer también desde los probables convenios de coalición que tanto el PRI, como el PAN, han acordado.

Voto duro
El PRI es el partido que tiene el mayor voto duro en el estado como lo ha demostrado casi siempre. Aun cuando es un partido que llegó a cubrir prácticamente todo el espectro político todavía hasta finales de los años ochenta, después ha venido perdiendo espacios gracias, primero, a la fuerza del panismo que le arrancó algunos de sus bastiones y luego por la defección de priistas que fueron candidatos del PRD y el PAN. Sin duda, el caso más sonado es el de 2010, cuando pierde el gobierno del estado, pero no el único, en la últimas dos décadas, cuando se han eslabonado derrotas en municipios grandes y pequeños. En aquella ocasión, la falta de acuerdo de los poderes fácticos sobre el candidato a gobernador del PRI, terminó con la fractura de este partido y la contienda se polarizó en un PRI vs PRI. El derrotado sería el empresario Jesús Vizcarra, candidato del ex gobernador Jesús Aguilar Padilla y el ganador Mario López Valdés, aupado por el también ex gobernador Juan Millán Lizárraga.

Además, en esa contienda, el PRI por primera vez pierde la mayoría absoluta del Congreso del Estado y la mitad de las alcaldías del estado, entre ellas las estratégicas de Ahome, Salvador Alvarado y Mazatlán. Incluso como parte de un acuerdo con el hoy líder del PAS, ninguno de sus militantes gobierna la capital del estado, aunque inesperadamente al año se da un relevo todavía no del todo racional.

Aunque en aquella ocasión, la participación ciudadana fue superior al 58 por ciento, que técnicamente significa un porcentaje mayor en la participación del llamado votante volátil, es decir, aquel que se reactiva luego de ser abstencionista, vota distinto en cada elección o bien puede cruzar el voto por partidos y candidatos diferentes. Sin embargo, lo que definió el resultado fue la trasferencia de franjas de voto duro del partido tricolor. Lo que nos dice, es que ese voto en los municipios tiene dueño regional y con una adecuada lubricación, puede renunciar momentánea o definitivamente a una pertenencia partidaria.

Incluso por la unidad del PRI, como lo vemos hoy, se puede llegar a perdonar a los que sus propios dirigentes han llamado “traidores” y no sólo eso, en la lógica de los grupos, se les ofrece alcaldías y diputaciones.

En un ejercicio sobre el voto duro que realizamos antes de 2010, encontramos que el voto duro del PRI era aproximadamente de 350 mil, el del PAN 180 mil y el PRD de 80 mil votos. Esto significa, en condiciones de unidad, que el PRI es el partido mejor posicionado y al PAN-PRD en coalición, no les alcanza para obtener la mayoría de los sufragios en el estado, pero sí en algunos municipios. Ahí no sólo han ganado, sino pueden seguir ganando. Su voto duro es más numeroso. Pero, recordemos, nada es para siempre.

Sin embargo, en la elección de 2010, lo que vimos fue un voto panista y perredista al que se le agregó una franja del de los priistas que votaron en línea por la coalición electoral Cambiemos Sinaloa, y eso descompenso la fuerza del partido tricolor al punto que su candidato Vizcarra obtuvo una doble derrota: una, frente al candidato opositor y la otra ante los candidatos a diputados y presidentes municipales de su propio partido.

Ahora las cosas pintan distinto: aunque en la atmosfera política huele un autoengaño, porque tanto panistas como perredistas participan de la idea de que son gobierno, lo cierto que no lo son y nadie se lo cree, si es que lo están pensando como estrategia mediática con el fin de calificar éxitos, pero están haciendo una lectura equivocada del rendimiento de la gestión de Malova, y peor todavía, no ven que desde 2012 se operó a favor del PRI o, más recientemente, este grupo negocia posiciones en el más alto nivel. Es lo que explica seguramente la salida de Jesús Burgos de la presidencia del PRI y la llegada a él del mensajero Enrique Hernández, como su delegado nacional, quien operara la cicatriz y la distribución de nominaciones.

Entonces, el voto duro del PRI se reagrupará y, salvo que ocurriera una fuerte realineamiento electoral, el saldo será a favor del PRI, o mejor dicho, para los PRI divididos entre “leales” o “traidores”, de acuerdo a la clasificación del líder César Camacho. El PAN y el PRD habrán de sufrir un retroceso histórico por sus propios errores. Y quizá más el PAN, pues el PRD viene en caída libre desde 2004 y no se avizora un repunte. El albiazul pagara caro su error de sacrificar su identidad ideológica y política, su alianza con el millanismo-malovismo o la tontería de los dirigentes de pensar y actuar creyendo que se es gobierno.

Convenios
Ahora bien, técnicamente estamos ante dos coaliciones de facto y de jure, una hegemonizada por el PRI con Nueva Alianza y el Verde y la otra por el PAN con el PRD, y quizá de última hora con el PT y Movimiento Ciudadano, que se perciben huérfanos en un mercado electoral totalmente monopolizado.

El caso del PAS, puede ser la sorpresa como partido bisagra, si su dirigente no sigue abriendo otros frentes de batalla que opacan el trabajo hormiga que están haciendo muy diligentemente sus militantes en municipios y sindicaturas.

Como es costumbre, en estos convenios de coalición general lo normal es que los partidos pequeños vayan a la caza de conservar privilegios de sus elites y conservar su lugar en los espacios decisión. Esto es, diputados y regidores. Nueva Alianza querrá conservar sus tres diputados y algunos regidores, el Verde, con excepción de la presente legislatura, se debe a los beneficios nacionales y estatales. Es muy probable que no refrende la oscura diputación que ejerció en este periodo.

En la coalición PAN-PRD, por su parte, nos lo han dicho militantes amarillos, van por los dos diputados que tienen en esta legislatura “para desde ahí influir en las políticas del gobierno”. Más unos cuantos regidores para sus elites municipales. Hasta ahí. No da para más, incluso algunos piensan que es mucho.

En definitiva, la elección intermedia que tendremos el próximo verano, si tendríamos que calificarla sería la del reencuentro de los miembros de la “familia revolucionaria” que se dieron con todo en 2010, y luego del traspié de los malos humores y platos rotos, renuncian a los coqueteos y afectos con la oposición tradicional de izquierda y derecha que se resiste al desamor y hace todos los esfuerzos por conservar algo, así sea poco, de aquella gran ilusión llamada alternancia en el gobierno.

Para recuperar ese sentimiento de desamor y distancia, hay que decirlo con una de las letras de aguijón del gran Armando Manzanero: “Y es que eres mi existencia, mi sentir, eres mi luna, eres mi sol, eres mi noche de amor”.

 

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