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1333 5 Junio 2013

 

ENTRELIBROS
Carlos Monsiváis: crítico literario
Eligio Coronado

Monterrey.- Carlos Monsiváis (Ciudad de México, 1938-2010) fue un escritor polifacético y omnipresente en la vida de México que se convirtió en personaje, pero no quiso conformarse con ese estatus y prefirió seguir escribiendo.

En Aproximaciones y reintegros (Comp., notas y ed. de Carlos Mapes, Monterrey, N.L., Trilce Ediciones / UANL, 2012. 401 pp., Colección El Encarguito) Monsiváis nos ofrece cuarenta y cinco ensayos críticos publicados, principalmente, en el legendario suplemento “La Cultura en México” de la revista Siempre!, de 1963 a 1985.

Su estilo era dinámico y novedoso, con una prosa vigorizada por múltiples y bien memorizadas lecturas de las cuales echaba mano para documentar cualquier cuestión vital al país (social, cultural, política, literaria, etc.), bordeando los límites del humor, la ironía, la sátira y la parodia.

Monsiváis fue un escritor al que hay que seguir leyendo para poder asimilarlo. Una sola lectura es sólo una aproximación. Y no es que fuera denso, oscuro o hermético. Su claridad, precisión y contundencia eran proverbiales.

Basta con ver algunos títulos para querer leerlos: “Amado Nervo. In-a-gadda-da vida nada te debo, in-a-gadda-da vida estamos en paz” (p. 67-70), “¿Cuántas páginas se necesitan para un aforismo?” (p. 324-338), “Sí, tampoco los muertos retoñan. Desgraciadamente” (p. 243-257).

Como crítico literario, Monsiváis era muy severo, pero extraordinariamente informado y analítico: “En la literatura llamada reduccionistamente “de la Onda” (…) aparecen los elementos más notorios de la “psicología del chavo” (…) y, quizás lo central, la presentación en sociedad literaria de un habla urbana, vertiginosa por definición, alivianada, “gruesa”, que depende para su comprensión cabal del acento y del ademán y para su ubicación del fin del terrorismo de las academias de la lengua” (p. 337).

Su conocimiento de nuestra literatura fue amplio: “la novela del siglo XIX es testimonial; (…) nuestros eran la ingenuidad, el candor, la malicia, el rumor, la conseja, el valor, el heroísmo, la depravación pueril, el humor primitivo, la sensiblería, el estupor ante los amaneceres, la melancolía en los ocasos, la creencia de la eternidad del amor y en la sordidez del coito fuera de matrimonio” (p. 35).

¿Y qué decir de las glorias literarias del país? Él las conocía a la perfección: “Si Octavio Paz representa, desde Águila o sol y El laberinto de la soledad, la renovación –continua y discontinua– de la literatura mexicana, Carlos Fuentes, desde La región más transparente (1958), encarna la modernidad narrativa, la utilización libre de recursos, técnicas enfoques” (p. 334).

Sí, Monsiváis era un cronista de lo literario y un literato de la crónica, preocupado siempre por documentarlo todo, o como afirma el compilador Carlos Mapes: “No es exagerado decir que su escritura todo lo puebla y lo reordena” (p. 13).

 

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