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1341 17 Junio 2013

 

La mamá de Alma
Nora Carolina Rodríguez

Monterrey.- Resulta que mi vecina Alma siempre dijo: “yo no aguanto a mi mamá”. Ella tiene 47 años y la madre 84.

“Y si voy a verla, estoy 5 minutos y ya. Ni puedo fumar con ella y me desespera, además mi mamá tiene el carácter muy fuerte y no le gusta que vayamos y corre a la gente.”

El martes pasado cuando tranquilamente cenábamos R y yo, que oigo unos gritos como no se de qué. Un lamento largo y un quejumbre bárbaro. Pensamos “alguien se lastimó, tuvo un accidente, le están golpeando o... “ pues, no sabíamos qué.

Nos asomamos un poco y no vimos nada, salvo que en la casa de Alma entraban y salían.

Mañana veremos, pensé.

De alguna manera, intuí que alguien se había muerto. ¿Sería la mamá? Tal vez. No quise pensar que un hijo fuera el muerto, son pensamientos que no quieres que pasen por la cabeza, aunque con esta matadera todo es posible.

El automóvil de ellos no amaneció en la cochera, y a media mañana me dijo otra vecina que efectivamente había muerto la mamá. Como dice Andrés Calamaro, que canta una canción de Héctor Lavoe, “si no me quieren en vida, cuando muera no me lloren, no me lloren.”
Fueron al funeral y al sepelio y ayer fui a saludarla. A darle el pésame, como se dice.

Le llevé un pedazo de pastel porque nunca sé exactamente qué decir y creo que la comida aminora la pena. No sé bien por qué llevo comida. Me contó que se volvió loca, que el día que le avisaron, su esposo estaba en el piso superior. Que sonó el teléfono, contestó y gritó: ¡Alma! ¡Se murió tu mamá!

Y que empezó a lamentarse y se descontroló, que aún hoy está tomando pastillas para dormir. Y lo dice, con una seriedad que no deja lugar a dudas. También me contó que volvió a ver a su papá después de 37 años.

¿Qué piensas? ¿qué te imaginas? Puedes ni siquiera plantearte nada porque no sabes de qué está hablando.

Agrega, después de un ratito sin que yo le pregunte: “mi papá se murió cuando yo tenía diez años, y ahora que murió mamá, abrieron la fosa para enterrarla, estaba completito el esqueleto. Todos sus huesitos estaban en su lugar, estaba el traje con el que lo enterraron, nomás la camisa estaba toda amarillenta yo creo que por... no sé.” (Yo pensé en los gusanos, en la fetidez, en el cadáver descomponiéndose)

“Su cabello le creció hasta los hombros, pero cuando levantaron la cabeza el cabello se quedó en la...” En la no sé qué. Perdí el hilo del relato con la impresión.

“Acomodaron los huesos a un lado del cuerpo de mamá adentro del ataúd, los huesos que ya no pudieron acomodar los pusieron en una bolsita y los pusieron a los pies de ella. Así ya están juntos, después de tantos años.”

El realismo mágico latinoamericano se queda corto con este relato. También dijo que su hijo venía muy contento porque conoció a su agüelito.

Hice prometera mis hijos que nunca me harán algo así. Quiero cremación inmediata y sin funeral. No vaya a ser qué.

Si no me quieren en vida cuando muera no me lloren, no me lloren, no me lloren.

 

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