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1341 17 Junio 2013

 

Maullido que se escuchó en el mundo entero
Virginia del Río

Monterrey.- Por lo general, los gatos entran en silencio a una habitación; los cojinetes de sus patitas amortiguan cualquier sonido. Desde su sigilo, el felino observa, calcula, brinca al regazo de su “dueño” (es un decir, porque los gatos no le pertenecen a nadie, son dueños de su alma y voluntad) para reclamar el amor que le corresponde.

En Xalapa, el gato Morris entró discretamente a las redes sociales el 4 de mayo, y se acomodó en una página de Facebook. Con la soberbia característica de los humanos, los candidatos y sus partidos no le concedieron importancia: “¿un gato contiende la para la Alcaldía? Es una broma” se dijeron, y regresaron a sus campañas.

Se equivocaron, el gato Morris no es una broma: es una respuesta. Es el desquite ciudadano ante el cinismo y rapacería de los políticos. El candigato vino a recordarnos que debemos defender la democracia con la misma ferocidad con que se defienden los gatos panza arriba.

Las campañas electorales son un muestrario de prácticas cuestionables: sobornos, derroche, guerra sucia, mapacheos, acuerdos “secretos” entre rivales y demás. Las elecciones deberían ser una festividad a la que todos están invitados: los nuevos votantes, los veteranos, los rivales acérrimos que olvidan sus diferencias por el bien de su comunidad. Las campañas deberían apelar a lo mejor de nosotros: nuestra inteligencia, nuestro sentido común.

Las elecciones no son una fiesta: son un funeral. La hermosa gente de Xalapa nos recordó que la alegría y el ingenio son herramientas valiosas en la construcción de la democracia. El Distrito Federal es la capital política y administrativa del país, pero Xalapa es, en estos momentos, la capital moral de México.

Con humor e ingenio (y las suaves patitas de Morris) los xalapeños exhibieron la pobreza de propuestas (¿cuáles), la escasez neuronal y la dudosa capacidad de los candidatos a la alcaldía de su ciudad. Morris ganaba seguidores en las redes sociales y los candidatos humanos, acostumbrados a ignorar a la ciudadanía, no prestaron atención ni se alarmaron ante la creciente popularidad del candigato. Grave error.

Treinta días después, reaccionaron. A pesar de tener posturas políticas distintas, los candidatos manifestaron su indignación: “es un gato” “es un insulto que postulen a un animal”, decían.

No hubo propuestas, sino reclamos a los simpatizantes de Morris. Los coordinadores de campaña (de los candidatos humanos) ignoraron una oportunidad dorada: era momento de hacer un ejercicio de humildad y responder con inteligencia.

Por algunos días, los aspirantes a la alcaldía de Xalapa pudieron rebatir con argumentos los ronroneos de Morris, pero no lo hicieron. Perdieron una magnífica oportunidad, la posibilidad de acercarse al electorado.

A diferencia de los políticos, los gatos no se venden por un plato de comida, es imposible que Morris haga una alianza con sus contrincantes humanos. Otra característica notable de los gatos es su capacidad de trepar árboles, bardas, postes de luz o encuestas de popularidad. A principios de junio, la página de Facebook de Morris tenía más likes que Dulce María Dauzón, candidata de Movimiento Ciudadano, superó a Abel Cuevas Melo, candidato del PAN y se llevó de calle a Marcos Salas, del Partido de la Revolución Democrática.

Morris consiguió más de trece mil likes y fue mencionado en CNN México.
Los aspirantes a un puesto de elección popular obsequian camisetas con su efigie y su lema, Morris carece de apoyo para su campaña, las prendas, calcomanías y demás se venden. Algunos ven con cierta sospecha tal actividad ¿es el candigato pretexto para lucrar? La mayor parte de sus seguidores quieren pagar unos cuantos pesos; en Xalapa la inconformidad está de moda.

In cat we trust”, es su lema de campaña. Tras cinco semanas, Morris acumula seguidores, y en diferentes ciudades de México y el mundo, los ciudadanos postulan animales: perros, burros y felinos de diferente pelaje.

¿Cómo podemos explicar el fenómeno del gato Morris? Es muy pronto para elaborar una teoría. Una de las palabras claves es hartazgo, la otra es confianza. Hagamos una encuesta rápida: si le dieran a escoger entre adoptar a un político o a un gato, ¿a quién adoptaría? Sin duda al gato, animal de fácil mantenimiento, jamás va a comprar mansiones en McAllen ni trajes de diseñador.

Los felinos tapan sus suciedades y asean sus patitas, a diferencia de muchos políticos que dejan su mugre a la vista: obras mal hechas e inútiles, o leyes cuestionables como la iniciativa de la diputada Carolina Garza. Los gatos exterminan ratas y otros bichos nocivos, los funcionarios acomodan a sus amigos roedores en puestos claves de la administración.

La gente de Xalapa nos ha recordado que la democracia nos pertenece, que no es botín de los partidos ni compete únicamente a instancias federales o estatales. Tal vez Morris no sea la solución, pero es una llamada de atención para partidos, candidatos e instituciones: en Xalapa ya no están dispuestos a votar “por el menos peor” y eligieron el humor para manifestar su inconformidad. Si no puedes contra el enemigo, ríete de él.

Morris es un rival tan serio que la semana pasada se intentó desacreditar el movimiento: un periodista aseguró que el candigato es un invento del PRI. Tenemos numerosas pruebas de la malevolencia del partido oficial, pero hay dos argumentos que dan al traste con la afirmación de cierto articulista:
1.- Tal vez en el PRI haya gente creativa, pero carecen de sentido del humor.
2.- Si la estrategia fuera del partido oficial en lugar de gato sería un dinosaurio, animal favorito del partidazo.

I rest my case.

Se ha puesto en duda la sinceridad de la candidatura de Morris, pero el candigato ha sido muy transparente. El felino admite que le gusta tomar siestas, igual que a muchos senadores y diputados. La diferencia es que los políticos se duermen. Morris, el dulce Morris, sueña con un México mejor.

 

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