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1341 17 Junio 2013

 

El nihilismo de nuestros gobernantes
Claudio Tapia

Monterrey.- No sólo los creyentes como Margarita Arellanes escapan de la realidad. No, no la estoy defendiendo, ¡Dios me libre! Alerto sobre el peligroso mesianismo que padecen algunos de nuestros gobernantes por vivir sus ideas y ocurrencias, religiosamente.

Me explico: no son importantes las diferencias entre el misticismo que ofrece la salvación en el más allá, y las religiones que ofrecen la salvación en el más acá; finalmente, las dos actitudes se fundan en la fe. En ambas, viviendo conforme a un ideal, sacrificándose por él de ser necesario, se tiene la convicción de ser “salvado”.

La salvación en el más allá nos la ofrecen religiones como la judía, católica, musulmana, y sus variables.

La salvación en el más acá nos la prometen otras ideologías (religiones) como la ciencia, la técnica, la patria, la república, el libre mercado, el comunismo y la más idolatrada en la modernidad: la democracia.

Se trata de lo que Nietzsche, llamó los “grandes diseños” que se supone, están por encima de los individuos y de su vida misma. Se da por cierta la existencia de ciertos valores situados por encima de la vida, según los cuales lo real debe ser juzgado en nombre de lo ideal.

Esta segunda manera de ver al mundo, humanismo ilustrado, sigue siendo heredera de la teología (ideología hegemónica) aunque se la tenga por laica y no religiosa. En el fondo da lo mismo, porque no hay mucha diferencia entre la fe ciega y acrítica en la voluntad divina, o la depositada en las razones de estado, el avance tecnológico, las leyes del mercado o los fines democráticos. Detrás de los adoradores de cualquiera de las opciones anteriores, sigue habiendo una deidad metafísica que le rebela las verdades únicas al mesías.

Los filósofos de la duda, aborrecen los ideales como tales, porque niegan la realidad y la vida. Su guerra a muerte contra los paradigmas se funda en el temor a esa peligrosa actitud filosófica que se llama “nihilismo”. La negación de lo real en nombre de un ideal, es nihilismo puro. Por eso, siguiendo a Nietzsche, llegan a la extrema actitud de rechazar por igual a cualquier ideal, sea religioso o no, de izquierda o derecha, conservador o progresista, espiritual o material. No hay, para estos, valores superiores y exteriores a la vida que solo sirven de pretexto para no asumir la realidad.

Los que seguimos apostando al proyecto de la racionalidad y el juicio crítico, sin cancelar aspiración por alcanzar ideales terrenales, debemos impedir que el nihilismo de nuestros gobernantes los lleve a entregar las llaves de nuestra ciudad a la técnica, al mercado, a la república o a la democracia, para que sean estos dioses paganos los que decidan nuestro destino.

 

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