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1341 17 Junio 2013

 

Los dos Méxicos
Samuel Schmidt

Los Angeles.- El otro día escuchaba a alguien muy convencido de que hemos hecho bien las cosas, y después de mucho reflexionar, llegué a la conclusión de que eso es cierto, dependiendo desde dónde ves las cosas.

Un editorialista gringo escribió que México es el país del futuro, y puede ser que tenga razón; un amigo regresó de Nueva York, donde le dijeron que México es el país que todos contemplaban casi como la panacea; sin duda, el editorialista y mi amigo tenían la misma fuente.

Supongamos que tienen razón y que en efecto, este es el país en el que hay que poner las canicas, habría que precisar para quien será o es la tierra de las oportunidades.

Si se trata de los herederos de las 36 familias que mangonean el país, está garantizado: se reparten el pastel y crean oportunidades para ellos mismos; si le preguntamos a los 12 millones que se fueron porque no había opciones de sobrevivencia adecuada, posiblemente rechacen la premisa, y encuentren la tierra de las oportunidades más al norte.

Si le preguntamos a uno de los 60 millones de pobres, o aquellos que por unos pesos venden su voto, o a los que se dejan fotografiar a cambio de recibir una limosna en la cruzada contra el hambre, tal vez nos vayamos con una mentada de madre, finalmente a Peña Nieto le piden empleos y no programas clientelares para paliar el hambre mientras pasan las elecciones.

Como dice mi economista de cabecera, para generar la enorme riqueza que hay en el país, se necesita una gran pobreza; la riqueza no se genera sola y los que la generaron, ven los toros desde la barrera y se la apropian, igual que el futuro, dignidad, salud.

Lo hicimos bien porque tenemos estabilidad monetaria, logramos un peso fuerte, que hay dudas que haya sido tan correcto hacerlo tan fuerte en lugar de seguir una tendencia de devaluación para facilitar exportaciones y frenar importaciones, tenemos una cantidad enorme de reservas internacionales, tenemos baja inflación, bajo déficit fiscal. Es el paraíso de los neoliberales, el experimento México ha funcionado mejor que los casos presentados en los libros de texto, es más, no se sorprenda si nos convertimos en el caso de los nuevos libros que describen la catástrofe del modelo neoliberal, que ya sido abandonado ahí donde se creó.
Dirá usted, ahí va de nuevo este pesimista, todo lo encuentra mal, es incapaz de reconocer los aciertos. Bien decían los neoliberales cuando nos aplicaron la receta: habrá algunos ajustes que serán temporales, lo que faltó aclarar es de cuánto era esa temporalidad, porque llevamos más de 30 años (dos generaciones) con la amarga medicina y no terminamos de salir, mejor dicho nos hundimos.

La parte de la economía que más crece es la informal, que en cierta medida está ligada al contrabando y al crimen organizado; el sector que menos crece es el agropecuario. “Hay que abrir la economía”, nos dijeron, hoy somos campeones de los tratados de libre comercio pero somos deficitarios en todos ellos. Ante la carencia de una política industrial, el sector manufacturero se vino abajo, muchos industriales se volvieron importadores.

El mercado interno no avanza y con él se rezaga la captación fiscal, con lo que la recaudación impositiva tampoco camina, pero sí lo hace la deuda interna que logra atraer capital extranjero, lo que incrementa la vulnerabilidad del país (hoy anuncian orgullosamente una línea de crédito de Corea por 20 mil millones de dólares y una de China por mil millones).

La economía crece menos del promedio de América Latina, no se crean los empleos que reclama el crecimiento poblacional, el que está disminuido gracias a la caída de la tasa de natalidad. Las elevadas tasas de desempleo y subempleo reflejan el poco beneficio del gasto educativo, porque paradójicamente, estamos produciendo más gente con mas escolaridad que entra al desempleo, o a trabajos que requieren una calificación menor.

Ello nos convierte en una economía de salarios bajos, con muy poca capacidad para producir componentes complementarios que propicien desarrollo industrial.

Tenemos una ruina social porque el salvajismo disparado por los neoliberales ha destruido familias, vaciado el campo, creado pueblos sin hombres, y una destrucción de la autoestima nacional que nos lleva a ver hacia otros lugares en busca de un modelo de éxito.

Peña ha empezado mal, frenó el gasto público, se contrajo el crecimiento, aumentó la inflación y el desempleo y también el número de pobres. Todo ello, no obstante el aumento del gasto en medios, ya sé que no tiene nada que ver, pero los neoliberales creen que carita mata realidad.

 

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