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1374 1 Agosto 2013

 

ENTRELIBROS
La mujer en el teatro De Nuevo León
Eligio Coronado

Monterrey.- En Modelo para el análisis de personajes dramáticos (Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2012. 367 pp. (Colec. Tendencias), la investigadora Rosa María Gutiérrez García analiza los personajes femeninos en algunas obras del grupo Dramas Nuevo León. De este grupo, fundado en Monterrey en 1992, se han elegido textos de Adolfo Torres Peña, Blanca Laura Uribe de Rocha, Fernando Esquivel Junco, Guillermo Alanís, Hernán Galindo, Reynol Pérez Vázquez, Rubén González Garza y Virgilio Leos.

Las obras seleccionadas son: “Hija de Afrodita” (2002) y “Todas las historias son de amor” (1977-1978) de Torres Peña; “Donas, novias y pretextos” (1998) y “Lo oscuro de la vida” (2003) de Uribe de Rocha; “Lucinda” (1996) y “El silbato de la abuela” (2000) de Esquivel Junco; “Aquelarre norteño” (1984) y “Mi marido en crisis” (1991) de Alanís, “Todo queda en familia” (1988) y “Muñecas de Arcadia” (1996) de Galindo; “¡Que te parta un rayo!” (2004) y “Paisaje con columpio” (1994) de Pérez Vázquez; “Pasas por el abismo de mis tristezas” (1998) y “Las señoritas Alcocer” (2000) de González Garza, y “El delfín en la ventana” (1996) y “La balada de la luna” (1997) de Leos. 

Su objetivo original fue proponer “un modelo para el análisis de personaje dramático y (…) concretamente se enfoca en el personaje femenino” (p. 34). El antecedente de este trabajo es también obra de Gutiérrez García: Las mujeres de Hernán (2000), su tesis de maestría en la UANL.

¿Y cómo es la mujer en el teatro de este grupo? Hay principalmente dos tipos de mujeres: tradicionales e independientes. Las primeras son buenas y abnegadas. Las independientes, por su parte, pueden ser “las que son para divertirse, y (…) las que no siguen el rol tradicional asignado a la mujer” (p. 263-264).

Entre las tradicionales se incluyen a las matronas y a las mujeres en rivalidad. La clases de matronas son:

“Las que permanecen dentro del modelo patriarcal, pero que de manera velada, ejercen (…) su poder sobre toda la familia e incluso sobre el señor de la casa” (p. 264).
También figuran en esta categoría las solteronas, las de edad madura, las simpáticas, las chismosas que buscan marido, las amargadas y las alienadas que no pudieron casarse y eso “las destina a una soledad social” (p. 265).

Por su parte, las mujeres en rivalidad son las que se disputan un hombre y esto puede ocurrir entre madre e hija y entre hermanas. También figuran aquí la lucha entre la buena madre contra la mala madre y las mujeres que aman a destiempo, o sea, las enamoradas de hombres más jóvenes que ellas. A éstas se les considera “mujeres rotas (…), solas, fallidas, y por estar fuera del orden establecido no alcanzan reconocimiento social” (p. 267).

Entre las mujeres independientes figuran las liberadas, las que “permanecen en el modelo patriarcal, pero que a escondidas engañan al marido” (p. 267), las que persisten en el orden patriarcal “pero que de alguna forma se rebelan a la autoridad masculina” (p. 268), las que se rebelan al dominio masculino, “pero que al final aceptan el lugar que se les ha asignado en el ejercicio del poder” (p. 268) y las que desafían el poder masculino y terminan marginadas “padeciendo en la soledad” (p. 268).

La conclusión de la autora es inquietante: “la sociedad descrita en los dramas estudiados en esta investigación, no permite afirmar que haya un cambio en la aceptación de los roles asignados a la mujer y al hombre, sino que se continúa presentando (…) a una sociedad avasallada por la imagen del género dominante, el masculino” (p. 271).

 

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