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1397 3 Septiembre 2013

 

Dos mujeres, un despido
David Carrizales

Querido Diario (no me refiero a La Jornada, hablo de ti libretita de taquigrafía habilitada para escribir desde hoy las notas de mis andanzas, y reflexiones sobre las cosas que me pasan, a 62 días de quedarme sin trabajo y ver cortado de un tajo mi proyecto de vida):

Desperté pensando (¡vaya, era tiempo! dirás) a las cuatro de la madrugada, y me puse a darle vueltas a este asunto que me roba la concentración y provoca que mi delgada vena creativa conduzca mis esfuerzos no a forjar, sino a tratar de destruir.

Bueno, menos mal, digo para justificarme, es que intento destruir máscaras de morales impolutas que ocultan los verdaderos rostros, el de los laboralistas que privilegian el bienestar de una parte del equipo a costa del sacrificio de los otros, sin importarles violar la Constitución, que en su fracción VII del artículo 123 reza: “para trabajo igual debe corresponder salario igual”.

Huyeron mis ganas de dormir, y me puse a imaginar que mis solidarios amigos participaban en acciones de protesta para buscar que se me haga justicia. Era un mitin donde gritaban la consigna: “¡Mireya lo despidió y Carmen lo permitió!” Hasta me dije, ah, no estaría mal escribir la obra fársica Dos mujeres, un despido (a ver si no me demandan Televisa o La Tesorito por tentativa de plagio).

Después me avergoncé por este escándalo en el que estoy participando como invitado especial de los directivos (as) de La Jornada, y me dije: “¡Qué ejemplo tan ruin estamos dando, al ser o comportarnos como vulgares ladrones de sueños y “socavadores” de destinos! ¡A cuántos estudiantes y jóvenes practicantes estamos ahuyentando, asqueados del oficio, contradiciendo al Gabo que asegura es el más lindo!”

Recordando a La Poni, tan querida por Carmen, pensé: “Qué fuerte es el silencio (del cinismo)”. Ese, el que me trajo hasta aquí al Distrito Federal, a perder el pudor y el miedo al ridículo.

Querido Diario, ahora sí me refiero a La Jornada. Celebro y brindo por todos los que mantienen vivos los ideales de tus inicios, a los que por adelantado por su 29 aniversario desde hoy felicito.

Periodistas amigos, la lucha más grande la estoy dando contra mí mismo. Como Martí quisiera, ofrecer una rosa blanca a quien me hiera. Pero mi alma no es tan generosa ni tan grande y me duele mucho empezar a sentir vergüenza de lo que hasta hace poco tanto orgullo me diera.

Me pregunto si no será un gesto de máximo egoísmo y de absoluta soberbia rechazar la mezquina propuesta que me hicieran a cambio de cortar de forma tan artera mis 22 años de vida jornalera, porque bien pude irme sin chistar y seguir trabajando, igual viviendo al día, pero defendiendo otra trinchera.

Sin embargo estoy aquí, no para dar un rosa blanca a quienes me han humillado y puesto en duda mi amor por el oficio, simplemente aspiro a no convertirme como ellos (as) en un ser amargado, mezquino y vengativo.

Si sólo eso gano al final, el triunfo será mío.

México, Distrito Federal, 1 de septiembre de 2013.

 

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