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1435 25 Octubre 2013

 

Sólo nos queda aullar
Hugo L. del Río

Monterrey.- La ONU nos reprobó en la asignatura de Derechos Humanos. Era de esperarse. Cómo estará la cosa que hasta Rusia (cuyo gobierno no se distingue por el respeto a las garantías del ciudadano) nos regañó.

Hace cuatro años, en el Examen Periódico Universal del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, el Estado mexicano recibió 150 “recomendaciones”. Ayer, en Ginebra, nos dieron 187 estirones de orejas. Las delegaciones de 87 gobiernos bombardearon durante seis horas al canciller mexicano José Antonio Meade con el inacabable rosario de vilezas y atropellos que sufrimos los mexicanos desde que Felipe I, el michoacano, sacó a las fuerzas armadas a la calle.

Y es que no se necesitan los servicios del espionaje gringo para saber que, con la complicidad del gobierno, México puede exhibir al mundo todo un catálogo de delitos y violaciones a los DDHH, desde la trata de blancas hasta las desapariciones: unas cien mil, calculan los especialistas.

Tampoco necesitaba la Nacional Security Agency precisarle a la organización internacional que el aparato mexicano de procuración de justicia garantiza que el 98 por ciento de “las agresiones” quedan impunes. La violencia nos ha insensibilizado: uno escucha que cien mil mexicanos desaparecieron y el dato ni indigna ni conmueve.

Calderón nos llevó a un callejón sin salida: no podemos pedir que la tropa regrese a sus cuarteles, porque sabemos que el narco compra policías al mayoreo y con descuento. Pero ocurre que ni los soldados ni los marinos tienen preparación de gendarmes ni fueron educados en el respeto a los DDHH: a ellos les enseñaron a matar y destruir. No lo digo con ánimo peyorativo: es su oficio. Y en los siete años que lleva la guerra, no han aprendido a acatar las leyes y reglamentos que, en teoría, nos protegen de los abusos de la burocracia, tanto civil como militar.

¿Y por qué no aprendieron? Porque sus superiores les garantizan que difícilmente serán castigados, no importa cuán atroz sea su crimen. Nada es gratis. El estamento castrense cobra, de muchas maneras, su apoyo al Poder.

Y, náufragos en la mar océano de la corrupción, ¿qué podemos hacer? No lo sé. Los periodistas denunciamos la crisis como Dios nos da a entender, y cuando nos enteramos, señalamos los nombres de los culpables de éste o aquel delito. Pero, cómo vamos a lograr resultados si el Estado mexicano ni siquiera le hace caso a la ONU. 

Lo único que se me ocurre es protestar, protestar, protestar y seguir protestando. Esta guerra no era nuestra: Washington nos la recetó, aprovechando el patriotismo y la honestidad (je je) de nuestros gobernantes.

A estas alturas ya ni siquiera funciona la antigua fórmula de un acuerdo entre la cúpula política y los capos de capos. Bueno, pues dejemos de gritar y comencemos a aullar. Así cayeron los muros de Jericó.

Si se le ocurre otra opción, avíseme.

 

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