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1435 25 Octubre 2013

 

Nelly de Guanajuato: la justicia ausente
Luis Miguel Rionda

Guanajuato.- En el ambiente social del estado de Guanajuato se mantiene un clima de angustia ante la persistencia de casos de violencia extrema contra mujeres y jovencitas.

El mes pasado fue el caso de la adolescente Lucero Salcedo (18 años) el que acaparó las notas de prensa sobre este tema, y provocó una reacción de la parte más consciente de la sociedad en rechazo al salvaje ataque del que fue víctima por parte de otro chico, que en un juicio relámpago sólo fue condenado a pagar una módica multa y a someterse a rehabilitación por adicciones.

La jueza, que aplicó la justicia oral de manera fría y sin consideraciones, se convirtió en el blanco del enojo de ese sector social. La presión de las redes sociales y los medios escritos de comunicación, obligaron al presidente del Tribunal Superior de Justicia del estado a reconocer que la juzgadora no aplicó el enfoque de género en sus consideraciones.

Ahora el campanazo lo ha dado el presunto suicidio de otra joven (20 años), Nelly Romero, quien fue encontrada ahorcada hace una semana en un paraje lejano de la Sierra de Santa Rosa, luego de haber desaparecido por cuatro días. Los padres y familiares organizaron una marcha de protesta el día de ayer por las calles de la ciudad de Guanajuato, hasta ser recibidos en el Congreso del Estado, con nuevas promesas de los diputados de que velarán por que el suceso se aclare a la brevedad.

Este nuevo caso, ahora mortal, nos obliga a preguntarnos qué está sucediendo en nuestra entidad: si las mujeres están siendo sistemáticamente agredidas e incluso muertas, y a causa de qué. Leí en La Jornada (nota de Carlos García del 8 de octubre) que se contabilizaban ya 59 feminicidios en Guanajuato. Si se comprueba que Nelly fue asesinada y no víctima de su propia mano, serían ya 60. Por supuesto, habría que cotejar si realmente se trata de asesinatos con el componente de odio de género que define al feminicidio, pero hay muchos elementos que nos hacen sospechar que sí existe ese encono en nuestra sociedad, producto de siglos de machismo intolerante.

Refiero al lector a la tesis de maestría en Historia de Rocío Corona Azanza, denominada “Los gritos de Dolores. Violencia y relaciones de género en Dolores Hidalgo, Gto. durante el porfiriato”. No sé si ya se publicó, pero es un documento que merece ser conocido.

Rocío trabajó con los expedientes del Ramo Justicia del archivo histórico de Dolores Hidalgo, desde 1877 hasta 1910. Analizó las diferentes prácticas violentas a las que esposos o amantes sometieron a sus mujeres, y las quejas que algunas (las más valientes) presentaron ante la justicia. Es una evidencia de la lejanía histórica de las relaciones complejas entre los géneros, y el sometimiento al que se ha sometido a las mujeres a la autoridad, muchas veces abusiva, de los hombres. Recomiendo este video con la presentación de Rocío en un evento de El Colegio de México: http://youtu.be/cwcDP5AI0Pk

Dice Rocío: “Las mujeres hablaban de la crueldad, lo injusto de los golpes, los años de maltrato que habían vivido, y en el fondo también hacían reclamos por la falta de compromiso del marido quien no era capaz de cumplir su deber como protector, proveedor y marido fiel. Las descargas de violencia sobre las mujeres por las que se atrevían a ir no eran las únicas, pues en sus declaraciones afirmaban ser golpeadas constantemente.”

Regresando al caso de Nelly, se leía en una de las pancartas de la manifestación de sus familiares: “Sr. Procurador, ¿Justicia para quién? Justicia para Lucero, Laura, Nelly, Sandra ¿y cuántas más? Justicia para mí que soy mujer.” Son preguntas todavía sin respuestas.

Nelly era compañera de mi hijo Allende en la carrera de Economía en la Universidad de Guanajuato. Mi hijo la describe como alegre y esforzada. Cursaba el primer semestre y había trabajado mucho para lograr pasar el examen de admisión. De ninguna manera les parecía deprimida o con perfil de suicida. Además ¿por qué desaparecer cuatro días en pleno Festival Cervantino (época en que muchos adolescentes locales se van de reventón) para al final ir hasta la sierra a matarse? Suena ridículo, absurdo. No lo creo.

Sin embargo los investigadores del Ministerio Público llegaron a la conclusión del suicidio casi inmediatamente después del hallazgo del cuerpo. Claro, con un suicidio no hay nada qué investigar: caso resuelto, carpetazo y a otra cosa. Muy conveniente para ellos, pero no para la familia de Nelly.

¿Qué clase de justicia tenemos? Los padres de hijas adolescentes estamos aterrados ante la eventualidad de que nos suceda lo mismo que a estas familias, como los Salcedo o los Romero. No me quiero imaginar a mi hija golpeada o “suicidada”, y por eso me uno al clamor (que desgraciadamente todavía no es general) de que se investigue con exhaustividad y sin excusas.

Basta ya de revictimizar a las víctimas y culparlas de su propia desgracia…

Luis Miguel Rionda es antropólogo social y profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León.
luis@rionda.net
Twitter: @riondal

 

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