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1467 10 Diciembre 2013

 

Gestapo regiomontana
Hugo L. del Río

Monterrey.- El menda se llama Rosendo Peña (Monitor lo desenmascaró ayer) y supongo, es o cree ser el oreja estrella de la gestapito bananera al servicio del gobierno del estado. Si conoce a Rosendo, hágale saber de alguna manera que es merecedor de todo el desprecio del mundo.

Es curioso, pero Rodrigo Medina no me daba vibra de represor. Quizá no lo sea. En un descuido, el mero mero petatero de los SS tercermundistas es el secretario general de Gobierno, Álvaro Ibarra, o en su defecto alguno de los generales o almirantes que cogobiernan a Nuevo León. Ignoro si Rosendo está alfabetizado. En caso afirmativo, apuesto a que sus lecturas serán “Mi lucha” y “Derrota mundial”. Si no robó lo suficiente para comprar esos textos envenenados, seguro que Chefo Salgado se los prestará de buen grado.

Rodrigo Medina es uno de los peores gobernadores que ha tenido nuestro estado. En un partido que dura ya cuatro años, habrá anotado dos o, a lo sumo, tres goles. De todo lo podíamos acusar (con la certeza de dar en el blanco) menos de coerción. Pero si no es él quien ordena la persecución y los atropellos contra los muchachos y adultos de Únete Pueblo y la Alianza de Usuarios, por lo menos la tolera. RM es abogado: lo cual, en la cúpula del poder, es garantía de que se especializa en burlar la ley y violarla Constitución.
Tenemos todo el derecho del mundo de salir a la calle a protestar. Y son tantas las pillerías de los tres escalones del Ejecutivo que nos faltaría espacio para intentar redactar la lista.

Por lo pronto, cómo está eso de la reelección de alcaldes y legisladores. No quiero ni imaginarme a Margarita Arellanes sentadita en la silla otros tres años. Esto, para no hablar de Larrazabal o Madedito. La reelección fue el remolino que atrapó a México durante siglo y medio. En su cinismo y sumisión ante los gringos, Obregón llegó al extremo de desmadrar a la Carta Constitucional, presentarse candidato a la reelección, ganar la, digamos, consulta popular, faltaba más, y festejar su triunfo con un postre de balas.

Echeverría se quiso reelegir: y es que dejó pendiente su programa de traer elefantes para reemplazar a los tractores. Salinas de Gortari perfeccionó el esquema: él pondría al sucesor, quien haría el cambio constitucional para que el de Agualeguas volviera a la Presidencia, desde donde allanaría el camino al delfín en turno: una noche de 24 años. No sé si la muerte de Colosio abatió este edificio de ignominia.

La gente vejada por Rosendo Peña y los muchachitos de esa vaina que llaman fuerza civil, se limitaba a manifestar su descontento, pero parece que en el palacio de cantera confunden la disidencia con la traición a la patria. Y Rosendo Peña hasta le robó el celular a la Niña Rocío, la Adelita de esa guerrilla pacífica. Gestapista de huarache y rata.

Grábese el nombre: Rosendo Peña.

Si lo conoce y lo ve en la calle, denuncie a gritos que es chivato de Medina. Esto no es un juego: es espionaje y represión. Así empiezan. Al rato, nos prohibirán la lectura de libros, diarios y revistas desafectos al Sistema.

 

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