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1467 10 Diciembre 2013

 

El movimiento crece en Nuevo León
Jesús González Ramírez

Monterrey.- En 2014, las condiciones para que crezca de una manera acelerada el movimiento social en Nuevo León están configurándose, un movimiento que podríamos decir por vez primera en los últimos 200 años, que no está impulsado por los gobernantes, partidos políticos, empresarios, iglesias ni caciques.

Nace desde la población, como consecuencia de la crisis de dolor por la violencia bestializada de la guerra y las crisis económicasy de identidad en que cayó el regio promedio al ver que su mundo ideal se había desmoronado. Pero es cierto también que en esa génesis de movimiento social participan políticos decentes (que los hay), los pequeños empresarios,  académicos y una parte de la iglesia católica.

Este movimiento podríamos decir que nació por allá de 2007 al parejo que la violencia visible comenzaba, ha crecido muy lentamente y hoy tiene oportunidad de crecer exponencialmente.
Lo que eran protestas en la calle y con eventos simbólicos entre 2007 y 2011, se convirtieron en acciones organizadas y con unión de fuerzas.

A partir de 2012, comenzaron acciones legales como presionar al Congreso para hacer cambios en las leyes, con lo que se ha logrado tipificar los delitos de Desaparición Forzada y Feminicidio, echar abajo modificaciones legales que atentaban contra la libertad de expresión como la llamada Ley “anti ciberbullying”, e incluso presionar al Congreso y al Gobernador para eliminar el cobro por replaqueo.

Hay luchas organizadas de la sociedad civil que aún no obtienen una victoria total como la lucha contra el “chapulinazo” y la lucha por la Ley de Participación Ciudadana, pero que están vigentes y poderosas, que han servido para evidenciar el miedo de los partidos políticos a que la población participe en la Política (la que se escribe con mayúscula) y que están creciendo en apoyo al tomar conciencia la población en general de que son causas justas, más pronto que tarde estas luchas obtendrán la victoria.

Recuerdo que el Doctor Tony Payán, de la Rice University y de la Universidad Autónoma de Cd. Juárez, nos mencionó que a los gobiernos les convenía “despolitizar la violencia”  porque de esta manera no sufrían consecuencias por no cumplir con la obligación de dar seguridad a la población, es decir, que al colocarla como un problema más allá de responsabilidades de gobierno, se lava las manos e incluso transfiere una parte de la culpa a ciudadanas y ciudadanos. Hoy, el movimiento está comenzando a ponerle nombre y apellidos a los responsables de la ingobernabilidad que vivimos.

Las condiciones están dándose porque el movimiento comienza a lograr que actores sociales que normalmente eran contrapesos de los abusos del poder, tengan que tomar posición a favor o en contra según sus intereses, pero de manera pública. Los medios de comunicación han tenido que retomar exigencias sociales que ante su cerrazón se difundían por medio de internet. Las cámaras empresariales han tenido que salir a cuestionar (aunque tímidamente) la corrupción imperante en Nuevo León. Los jerarcas de la iglesia católica han tenido que llamar la atención sobre las injusticias en que vivimos, gracias a que sectores populares de esa iglesia han tomado partido por el movimiento social.

Los llamados organismos intermedios y algunas ong's pro empresariales que dicen representar a la sociedad de Nuevo León, han tenido que tomar posición a favor de causas que la ola de colectivos, ong's emergentes y activistas han colocado a la luz pública. Una realidad es que estos contrapesos tradicionales no han estado a la altura de la crisis humanitaria y que tendrán que renovarse o quedar rezagados.

En el sistema de democracia electoral inequitativa que vivimos, el 2014 se presenta como el año donde los actores políticos tomarán posiciones para la gran batalla del 2015, el movimiento social de Nuevo León tiene ante sí la oportunidad de marcar la agenda de esos actores y más aún, si tiene una visión histórica de unidad, de madurez política y de habilidad estratégica, puede convertirse en uno de ellos con proyecto político propio, para encauzar el hartazgo social hacia el modelo Nuevo León de gobernar obedeciendo, con un mensaje que podría ser una combinación de otros poderosos como el exitoso chileno contra el dictador Pinochet que nos decía: ¡Ya viene la alegría! y el radical y exitoso argentino contra los políticos: ¡Que se vayan todos!

Un proyecto político propio de este movimiento social no significa que todos pensemos igual, significa que mujeres y hombres de Nuevo León puedan ponerse de acuerdo en dos cosas básicas: ¿Cómo atender las emergencias humanitarias? ¿Cómo sentar la bases de la reconstrucción del estado en el que se respeten todos los derechos humanos de las y los habitantes? Ambas cosas realizándose al mismo tiempo y con un código ético irrenunciable.

Este proyecto político tendrá por fuerza que ser transparente en los procesos democráticos con los que se elijan a los representantes y tendrá que retomar las necesidades de todos los segmentos de la población del Estado, de otra manera no tendría credibilidad.

La no violencia no significa no acción, y en el horizonte podemos ver que el camino nos lo han trazado Gandhi al lograr la independencia de la India, Mandela y Biko al destruir el apartheid en  Sudáfrica, Cesar Chávez al lograr conquistar derechos de los migrantes o Martin Luther King al lograr conquistar derechos de la población de color, además de las comunidades indígenas en Chiapas y Cherán, Michoacán.

Cuando arreció la violencia en 2010, en México se decía que si perdíamos Nuevo León perdíamos al país, se perdió y es una realidad. Hoy, ante la ambición de saquear los recursos del país podemos decir que si recuperamos Nuevo León podemos dar ejemplo de cómo recuperar México.

Tenemos todas las vacaciones de fin de año para reflexionarlo.

PD: Al preguntarle a una académica ¿cuáles serían los indicadores para sostener su dicho (del que después se desdijo) de que el estado había recuperado la seguridad pública y por eso la gente participaba más? respondió que las cifras del Inegi sobre delitos eran el indicador que decía eso.

Habría que recordarle que más del 90 por ciento de los delitos en México no se denuncian y por lo tanto, no están en las cifras oficiales.

Así es la distancia entre una parte de la academia y la realidad.

Jesús González
@proyectoepuente

 

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