Suscribete
 
1540 21 Marzo 2014

 

ANÁLISIS A FONDO
Centenario de Octavio Paz
Francisco Gómez Maza

Un hombre como usted y como yo
Ícono de rebeldía ante la intolerancia del poder

Ciudad de México.- Este jueves, los diputados de la LXII Legislatura celebraron, con una sesión solemne, el centenario del nacimiento de Octavio Paz, uno de los más preclaros literatos, poetas, ensayistas y pensadores del siglo XX.

Cuánto le recuerdo en Plural, la revista de cultura que dirigía en Excélsior, y, posteriormente, en la diáspora, en la fundación de la revista Proceso y en la Vuelta, una vez que fuimos echados de nuestra casa por el prócer de infeliz memoria, Luis Echeverría Álvarez.

Recuerdo al Paz ensayista –me gusta más como poeta–; era poeta, pero cuando se ponía a escribir de filosofía política se quedaba del lado derecho, lo que nos trababa a los jóvenes reporteros, siempre en rebeldía.

Años maravillosos en los que algunos periodistas privilegiados vivimos de cerca –y fuimos protagonistas– en esa batalla cotidiana por la libertad de prensa y por la libertad de expresión del pensamiento democrático, en tiempos de tlatoanis fundamentalistas, defensores del poder que enriquece las cuentas bancarias; en tiempos de una absurda intolerancia que ensangrentó calles y plazas de la ciudad que fue la región más transparente, como la bautizara otro profeta, Carlos Fuentes.

Tiempos en los que el periodismo libre, profundo, de investigación, rayano en lo bello de la narrativa literaria, ocupó la Plaza Pública (cómo recuerdo al agudo y profundo Miguel Ángel Granados Chapa, que hasta gobernador quiso ser, cansado de que su palabra se quedara en el viento), y se daba la confrontación amistosa de las ideas y las tácticas y estrategias del espíritu entre el conservador Ogro Filantrópico y el liberal Carlitos Monsiváis.

Una praxis de democracia verdadera en ese pequeño mundo de la filosofía, la literatura y el periodismo, que desgraciadamente, como ahora, como en toda la  historia de este país de caricatura, no permeaba en la gente mexicana común, en la inmensa mayoría de los estudiantes, y menos entre los trabajadores que los poderosos mantenían en el analfabetismo funcional. Se quedaba como un espléndido ejercicio de libertad, en una elite de periodistas e intelectuales.

Grande entre los grandes por su inteligencia, por su perspicacia, por su osadía en plasmar sus ideas, sus descubrimientos, en una cuartilla en aquellas adorables máquinas mecánicas que volaban al golpeteo de los dedos callosos de tanto madrear las teclas.

Octavio Paz, sin embargo, no pudo resistir a los cantos de las sirenas del poder. Todo estamos propensos a ello. Pero a los jóvenes reporteros de Excélsior nos chocaban esas aparentes contradicciones de un personaje que considerábamos nuestro y con quien nos identificábamos por su manejo del idioma, por su limpieza en la escritura, por sus profundas figuras poéticas.

No sé si el Premio Nobel fue el mejor reconocimiento al pensador, filósofo, intelectual, poeta, trabajador de la cultura, metido a diplomático, muy digno diplomático. Lo probó en el 68, cuando la mano de un ogro bestial mascaró a estudiantes y gente del pueblo en la Plaza de las Tres Culturas. Pero no le perdonábamos su coqueteo con la televisión comercial, siempre de dudosa honestidad. Aquella, la del Tigre.

Fue un grande. Un referente de buena educación. Algunos diputados no tienen ni idea de quién fue el hombre. Lo califican de universal, de demócrata, de revolucionario, y hasta de socialista. Cuán lejos están de conocer la identidad y la obra de Octavio Paz. Fue un ser humano como usted o como yo, que hizo en el mundo lo que creyó que tenía que hacer y eso basta. Con sólo que usted hiciera lo que cree que es justo, verdadero, bastaría.

De otra suerte, ya en la vida cotidiana, nadie recuerda a ese tipo de seres humanos, de corazón grande e inteligencia visionaria. Sólo los recuerdan porque sus fechas están en el calendario cívico de los años litúrgicos de la política. Les dedican discursos tontos, huecos. El único que se salvó este jueves durante el homenaje fue el de Mari Paz, la viuda del poeta, leído por Rafael Tovar y de Teresa desde la tribuna del salón de plenos. Pero si Mari Paz lo conocía como la palma de su mano. Bien, inolvidable Octavio. Te acordarás de cuando nos fuimos de Reforma 18.

fgomezmaza@analisisafondo.com
www.analisisafondo.com
@AFDiario
@ANALISISAFONDO

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com