Suscribete
 
1583 21 Mayo 2014

 

MUROS Y PUENTES
Vargas y el ser estadounidense
Raúl Caballero García

Dallas.- ¿Te acuerdas cuando te hablé de José Antonio Vargas, el periodista que luego de ganar el Pulitzer publicó un artículo en el que expuso su condición de inmigrante indocumentado en un texto publicado en The New York Times? ¿Recuerdas? Te lo platiqué a raíz de un texto que titulé “La voz de José Antonio Vargas”.

No sé si te acuerdas que en ese apunte hice un repaso de su participación en una sesión del Senado en la que se ventiló el tema de la reforma migratoria, y apunté como relevante que sus palabras fueron conmovedoras.

Me acuerdo de tu inmediato interés. En una sobremesa volvimos al tema, repasamos cómo en su artículo (publicado el 22 de junio de 2011 en el NYT) el periodista se confesó. Retomo lo que relató: que ha sido indocumentado desde adolescente, que falsificó documentos y dijo mentiras sobre su nacionalidad. Te entusiasmaste cuando escuchaste que no sólo los activistas lo arroparon, sino también los grandes medios impresos, y así fue noticia en la prensa nacional. Su intención de ilustrar de manera palpable, para el público nacional, la trágica situación de los indocumentados cumplió su cometido. Las contradicciones del sistema migratorio, las contradicciones ante los principios estadounidenses, lo draconiano de las leyes y políticas de migración, la deshumanización de los indocumentados quedaban de manifiesto –de una nueva manera– en su revelador y valiente texto.

“He crecido aquí”, escribió. “Esta es mi casa. No obstante, a pesar de que me considero americano y considero que Estados Unidos es mi país, mi país no me trata como a uno de los suyos”, planteó Vargas en su artículo y lo repitió, palabra por palabra, en su testimonio ante los legisladores. Creo que Vargas desde el momento en que decidió publicar su verdad se invistió como un Cruzado por la justicia migratoria. En aquel texto Vargas confiesa que desde hace dos décadas no veía ni a su madre ni a su hermana, tampoco conocía a su hermano menor, entonces de 14 años. También cuenta –recuerdo que esto te emocionó particularmente– cómo al ganar el Pulitzer telefoneó a su abuela para darle la buena noticia del premio. La mujer en lugar de felicitarlo, le preguntó angustiada: “¿qué pasará si la gente se da cuenta que eres ilegal?”. Silencio. El joven periodista no supo qué responder: “dejé el teléfono, corrí al baño de la redacción, me encerré y me puse a llorar”, relató.

¿Te acuerdas? Transcribo esta parte de mi texto cuya vigencia está intacta:

Su artículo se publicaba en un momento en que las embestidas antiinmigrantes eran duras y tupidas, Obama llevaba dos años en la Casa Blanca, la fiebre antiinmigrante se había agudizado y con ella el racismo y la xenofofobia estaban desatados. Publicarlo fue un acto de gran valor, los Dreamers (para los que tuvo palabras de apoyo) renovaron su lucha, y de entonces a la fecha no se ha bajado la guardia entre los hispanos respecto a la reclamada reforma migratoria; el más contundente signo de ello han sido los millones de votos latinos para Obama en obvio rechazo de lo antiinmigrante representado por Romney. Sí, hay que repetirlo, esa reforma uno y otros –el inquilino de la Casa Blanca y quienes desde el bloque antiinmigrante siguen indiferentes– nos la deben, a nosotros y al país entero, pues con ella se respaldan los principios que amparan la diversidad.

El testimonio de Vargas ante los senadores fue un momento crucial, enseguida se hizo más notable cómo los Dreamers pusieron el pecho, dieron la cara aquí y allá exponiéndose a las deportaciones, pero con ello creando una conciencia sobre el asunto de la inmigración; también otros indocumentados lo han emulado. Recordarás que en un encuentro comentamos el hecho de que Vargas laboró en The Washington Post, que su Pulitzer lo obtuvo en su momento por la cobertura de una de tantas absurdas masacres que ocurren en este país, que valoramos el hecho de que se convertía en el primer indocumentado declarado que testificaba en una audiencia del Congreso. Su valor sorprendió y pronto cundió por todo el país. Él habló “a nombre de millones de personas sin documentos que aspiran a la ciudadanía y que quieren ser reconocidos como los estadounidenses que ya son”, así se lo espetó a los legisladores.

“Los indocumentados son tratados como algo abstracto, sin rostro y sin nombre, sujetos a un debate en lugar de tratarlos como personas con familias, esperanzas, temores y sueños”, dijo Vargas en aquella intervención. “Hablamos de inmigración y de la aplicación de las leyes como si habláramos de extraterrestres de Marte y no de seres humanos, cuyas familias y cuyas vidas se destruyen cada día”, les remarcó.

Hoy el debate sobre la reforma migratoria es un diálogo de sordos; se ha debilitado tanto porque los legisladores se niegan a escuchar, sobre todo los republicanos más conservadores; sin embargo, de este lado voces como la de Vargas se siguen multiplicando y el reclamo es más alto. Cada día los inmigrantes indocumentados se muestran más en público, dando a conocer sus historias personales a fin de llamar la atención –la de las autoridades y la de la nación entera– sobre la urgencia de un cambio en las leyes federales. (Y para muestra un botón: uno de estos días –el 7 de mayo– María Márquez, una mujer purépecha indocumentada, viajó desde Chicago a Washington para plantarse –con otras inmigrantes– frente a la Casa Blanca, donde le lanzó un mensaje “de madre a madre” a la primera dama Michelle Obama, a fin de que interceda con su esposo para poner fin a las deportaciones.)

Pero el punto más trascendente del discurso de Vargas en aquel momento, no falto de ironía y con el reclamo implícito, fue el reto final con que cuestionó a los senadores: “Por todos los indocumentados que están presentes en esta audiencia, por las personas que la ven online y por los 11 millones de nosotros, ¿qué quieren hacer con nosotros?”, les soltó a los legisladores. “Y, para mí, la pregunta más importante, como estudiante de historia de Estados Unidos, ¿cómo definen a un estadounidense? ¿Cómo lo defines?”, cuestionó. Ese cuestionamiento ha seguido en el ambiente desde entonces. Se ha convertido en un emblema de su cruzada, es una bandera que ondea para la reflexión; la pregunta es reto y la desafiada respuesta implica una toma de conciencia.

A partir de entonces Vargas se ha convertido en una de las voces más escuchadas en torno a la realidad de los indocumentados. Luego de que se presentó a dar su testimonio en el Congreso, creó el proyecto Define American, una campaña de concientización sobre la identidad ciudadana en la diversidad de este país, una discusión inteligente sobre los asuntos de la inmigración (defineamerican.com). Ha hecho de la razón y la honestidad su mejor ofensiva y ha usado los medios de comunicación como una estrategia para proyectarla.

Y ahora te cuento que Vargas nos reitera todo lo arriba repasado, ahora lo hace en la película Documented: A Film by an Undocumented American (Documentado: una película hecha por un indocumentado estadounidense), en la que narra su experiencia. “Es la crónica de su viaje, siendo un niño, a los Estados Unidos desde Filipinas; es su jornada cruzando este país –como activista– por la reforma migratoria; y es también su travesía introspectiva para reconectarse con su madre, a quien no había visto durante 20 años”... nos dicen en la hasta hoy escasa difusión del filme.

La carpeta que porta la iniciativa de ley para la reforma migratoria girada por el Senado a la Cámara de Representantes se ha quedado sellada por la inacción de los legisladores antiinmigrantes. Todo está suspendido en el plano legislativo, en las calles crecen los reclamos, pero en el recinto oficial reina la indiferencia. En ese contexto el estreno –la semana pasada– del filme de Vargas en las ciudades de Nueva York, Los Ángeles y Temple (Arizona) llega a sacudir la discusión. Si bien hasta ahora, entre mayo y junio se ha planeado proyectarlo en un puñado de salas independientes de otras cuantas ciudades (San Francisco, Berkeley, Seattle, Chicago,  Washington, Miami y Denver), se espera que su proyección se expanda al circuito comercial nacional. Pero asimismo tienen previsto transmitirlo por CNN Network en el verano. Se trata de un documental que el propio Vargas ha escrito, producido y dirigido al lado de Ann Lupo, una joven cineasta de Nueva York, con experiencia en el Tribeca Film Institute. Un documental que ha sido seleccionado en diversos festivales durante el 2013. Un documental producido por CNN Films, Define American? y Apo Anak Productions. Un documental respaldado por varios filántropos.

Por mi parte, te digo que estoy a la espera de que me llegue el filme y que lo calendaricen en Dallas/Fort Worth para tomarle el pulso a la respuesta; entre tanto, por lo que me entero veo que aporta a la comprensión del fenómeno de la inmigración –Vargas levanta más alto su estandarte y arremete de nuevo– por lo que espero que estas líneas alienten a buscar el filme que se puede conseguir en documentedthefilm.com ($9.99) y apuesto valdrá la pena. Se ha destacado que Vargas expone con claridad y sobriedad cómo en este tema, durante largo tiempo, se han repetido medias verdades, mentiras y distorsiones, lo que ha causado una seria y lastimosa desinformación. En el filme, nos dicen, Vargas combate la falsedad del debate sobre inmigración con gran sensibilidad.

En la película, Vargas recorre el país contando su historia, entrelazándose con otros inmigrantes con similares experiencias. A lo largo del camino se reconecta con su madre, que no veía desde hace 20 años. Cuando era un niño ella lo mandó de su natal Filipinas a los EU a vivir con sus abuelos en Mountain View, California.

“La inmigración para mí no es un asunto político, no es un asunto latino o asiático, es una historia americana”, dice Vargas, según un comunicado de CNN. “El Filme es en honor de los 11 millones de inmigrantes indocumentados, muchos de ellos estadounidenses sin todos sus documentos civiles. Y el filme está dedicado a los padres en todas partes, quienes sueñan en mejores futuros para sus hijos”, remarca.

El periodista Paul Levinson –citado en un boletín de promoción– enfatiza que la parte política de Deported... es equiparable a los mejores trabajos de Michael Moore, pero con una gran ventaja, pues no sólo es investigando como Vargas expone las acciones que se dan contra los indocumentados en este país, pues él es uno de ellos. Este filipino demuestra con nitidez que llamar “ilegal” a cualquier persona que trabaja duro en este país, es un insulto, independientemente de dónde haya nacido o de cómo llegó aquí. Levinson subraya que a medida que avanza la película deja más que claro lo absurdo de la política nacional de inmigración, “una política autodestructiva, una política que no protege la esencia de EU. Ese hombre que ha vivido así y hecho esa clase de filme siendo considerado ilegal o extranjero, expone cómo nuestro país se ha desviado tanto del principio de que todos somos iguales. Somos y estamos en una nación de inmigrantes”, complementa.

“Pocas personas son capaces de iluminar el problema y la contradicción del fracturado sistema migratorio de EU como Vargas. Quizá nadie ha hecho tanto para imprimirle un lado humano a esta crisis. Los mejores momentos del filme son cuando Vargas interactúa con estadounidenses situados en el otro extremo del debate. En un admirable acto de paciencia y buena voluntad para salvar el poder del diálogo, Vargas produce un momento de comprensión mutua, eso que todos señalan que más requiere el país”, dice Tom McCarthy en The Guardian.

 

Escritor y periodista regiomontano; es director editorial de La Estrella en Casa y La Estrella Digital, en Dallas/Fort Worth, Texas. E-Mail: rcaballero@diariolaestrella.com Twiter: @raulcaballero52.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com