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1583 21 Mayo 2014

 

Presa fácil de los hombres de presa
Hugo L del Río

Monterrey.- Uno se queda pasmado. ¿Qué es más condenable: la corrupción de la clase política o el fatalismo con que aceptan los mexicanos correr innecesarios riesgos de muerte? En días pasados, en completo estado de ebriedad, José Luis Medrano, taxista pirata de Juárez, Nuevo León, chocó en la carretera nacional, cerca de Santiago. Llevaba cinco pasajeras, una de ellas, una dama embarazada.

La tele local se movilizó y, honor a quien le corresponde, el canal doce tuvo un buen manejo de la nota. Un reportero trató de entrevistar al tal Medrano. Pero la pítima que se cargaba el conductor era de tal calibre que casi no podía hablar y a duras penas se sostenía.

Ahora, vamos por partes. Por ley, los taxis sólo pueden llevar cuatro pasajeros. Medrano pasó por Juárez, Ciudad Guadalupe y Monterrey antes de entrar a la pista. Ningún tránsito de los tres municipios le marcó el alto; tampoco lo hicieron los estatales cuando ingresó al camino de alta velocidad. ¿Están ciegos los agentes viales de las tres ciudades? ¿No había ninguna patrulla del estado que detectara la irregularidad de llevar cinco pasajeras?

Es fácil, hasta para un profano, detectar si un carro de alquiler está en orden o no. Pero eso tampoco lo vio el personal de vialidad. Menos se iban a dar cuenta de que el chofer estaba saturado de alcohol. Ya sabemos que la autoridad –en todos los niveles– navega en una mar océano de podredumbre moral. También conocemos la idiosincrasia del mexicano: agachón, para ser breve y claro.

Pero, en verdad, por lo menos a mí me asombra el comportamiento de las cinco pasajeras. Medrano ya estaba intoxicado cuando las mujeres subieron a su vehículo. Tienen que haberse dado cuenta de que ponían la vida en manos de un hombre que simplemente no estaba en condiciones de tomar el volante. Lo peor es que una de las señoras está embarazada. Por fortuna, nadie murió. Pero eso se debió a un capricho del destino.

No puedo entender que cinco mujeres aborden un auto –para viajar de Juárez a Santiago– con un beodo al volante. ¿Indiferencia a la muerte? ¿Incapacidad para protestar, para decir que no, para tomar una decisión? ¿Ausencia absoluta de autoestima combinada con timidez? Lo único que me queda claro es que el mexicano sufre, en su yo íntimo, gravísimas deficiencias que lo hacen presa fácil de los hombres de presa. 

hugoldelrioiii@hotmail.com

 

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