Consulta directa a la base: un fiasco partidista
Eloy Garza González

San Pedro Garza García.- El método de selección del candidato a la gubernatura está en predicamento en todos los partidos. Se piensa que el más democrático es la elección interna, también conocido como consulta a la base.

Implica que cualquier ciudadano con credencial de elector y en su calidad de militante pueda votar. Este método de participación universal sirve para darle un barniz democrático al candidato y oculta el hecho de que todos los partidos carecen de un buen proceso de credencialización: sus dirigentes saben que en sus registros no están todos los que son, ni son todos los que están.

Ahora bien, la falta de un padrón interno fiable no es necesariamente una deficiencia. La mayoría de los grandes partidos del mundo no cuentan con un registro depurado de militantes. A ciencia cierta, ni lo ocupan: dedican mejor sus estrategias a ganarse primero a electores indecisos antes que a militantes fieles. Vale más juntar votos ciudadanos que voto duro.

En la práctica la consulta a la base no es simple. Resulta muy costoso publicar convocatorias, instalar urnas, papeletas, contadores, recabar actas, etcétera. Se trata de recursos que muchos preferirían invertirlos en la campaña constitucional. Luego, la gente se cansa. Ir dos veces casi seguidas a las urnas desmotiva a cualquiera.

Finalmente, no siempre los electores de una consulta interna son los mismos que sufragan en una elección constitucional. El aspirante más popular entre la base militante no es necesariamente el más popular entre los ciudadanos nuevoleoneses.

El finado líder cetemista Raúl Caballero retaba a que le ganaran en una consulta interna abierta si él se lanzaba como precandidato a la grande. ¿Pero hubiera ganado la constitucional? Mayoría partidista no es sinónimo de mayoría ciudadana. De manera que este método a veces es bueno y a veces no.

Así que es mejor dedicarle tiempo al programa de campaña.