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1722 2 Diciembre 2014

 

 

Renuncias en tiempos de ineptocracia cleptómana
Samuel Schmidt

 

Ciudad de México.- Cuauhtémoc Cárdenas se fue finalmente del PRD; ¿qué pasará? Nada. Durante 25 años trabajé con el finado Jorge Gil Mendieta en el estudio de la red de poder mexicana.

Así que cuando Cuauhtémoc Cárdenas y el camaleón Porfirio Muñoz Ledo abandonaron el PRI, decidimos correr de nuevo el modelo matemático excluyendo a ambos para ver si se alteraban los valores de centralidad de los actores de la red. Y... ¡no sucedió nada!, no se alteraron los valores ni una centésima. El supuesto era que al estar los actores conectados y excluirse algunos de los nodos se incrementaban los valores de los actores restantes. Y es que al parecer, no obstante su fama, las conexiones de ambos no eran tan amplias.

Por eso cuando la corriente democrática del PRI se fue, al partido no le pasó nada. Y es que más allá de los compromisos entre políticos, a la hora de la verdad, lo que cuenta es el control de la estructura partidista que mueve votos, y solamente con votos se conquista el poder; y en el caso mexicano, se logran enormes prerrogativas económicas de ley.

Cuauhtémoc Cárdenas hizo una larga carrera escudado en el apellido y por supuesto en el nombre del padre. Gracias al PRI fue gobernador de Michoacán, algo así como un feudo familiar, y gobernó como priista, lo que era lógico. Fue subsecretario por ese mismo partido y fue leal a los estilos y pautas de gobierno. Gracias al aparato que ya construían los perredistas, entre los que destacan Bejarano y Padierna, llegó a la jefatura de gobierno del DF y gobernó como priista; lo que se lleva en la sangre difícilmente se puede hacer a un lado.

Cuauhtémoc aglutinaba grupos políticos porque una sociedad fetichista no puede menos que agolparse tras el símbolo y fetiche del poder, encarnado en este caso en la figura del general Cárdenas y de su legítimo heredero, aunque el hijo carecía del carisma del padre. Por cierto, gracias al apellido esa familia logró poner cuatro gobernadores en su estado natal, y los gobernadores que han asumido bajo su sello hicieron un trabajo ruinoso.

Hoy Michoacán está hecho trizas, y aunque no es responsabilidad de Cárdenas, es pertinente preguntar qué hizo esa familia para prevenir el desastre, o qué hizo que lo precipitó.

Hoy que se va del PRD. No sucederá nada porque no tiene un aparato político que lo apoye; solamente cuenta con sus amigos, que también carecen de seguidores, porque no han hecho trabajo de masas. Una de las señales que recibió Cuauhtémoc fue cuando lo agredieron junto con algunos oportunistas que lo acompañaban en una manifestación, tratando de ganar puntos al apoderarse de causas ajenas que no han apoyado. Si se va Ifigenia se lleva su reputación, y si se va Encinas, que no soltará el hueso senatorial, tampoco sucederá nada. Por eso los Chuchos se quedan tan campantes, se han quitado de encima una voz, que eventualmente molestaba. La sociedad ya no quiere voces moralinas sin contenido ni compromiso político. Las páginas de los periódicos sirven para ajustes de cuentas entre los políticos, mientras que la gente vocifera en las calles tratando de propiciar los cambios, que esos falsos mesías se niegan a protagonizar, por miedo a ser rebasados.

Cuauhtémoc Cárdenas nunca supo, y tal vez ni quiso, ponerse a la vanguardia de las grandes luchas, fue un funcionario mediocre y no creció para ser el gran líder que reclama la gran transformación mexicana.

Peña Nieto sacó un nuevo decálogo. Cuánto mesianismo en el ambiente, caray. ¿Qué pasará? Nada. Algunas de las medidas que anunció como gran novedad ya estaban contempladas en el congreso. Ojalá instruya a su bancada para que las aceleren, como la iniciativa anti corrupción.

Algunas de sus medidas serán perniciosas, porque golpearán al maltrecho federalismo mexicano, y el país no necesita más imposiciones del centro, sino un fortalecimiento de las instituciones federales. No en balde la gente se ha centrado en mofarse del cambio de número telefónico para presentar quejas (una vez más copiando a Estados Unidos).

El decálogo de Peña atenta contra las libertades, que ya de por sí son limitadas. Las  fuerzas policíacas y armadas se lanzan contra los universitarios, detienen y secuestran personas con acusaciones triviales, que luego, judicialmente se endurecen para intimidar a la sociedad, aunque se caen por falta de sustento o pavor político.

Peña se ha visto débil y lento para luchar contra la corrupción; no hay zar anti corrupción, su bancada ha frenado ese tema en el congreso, cuando que solamente esa lucha arregla a México.

El país hoy se ahoga bajo la bota del crimen autorizado. Es una mezcla de criminales asociados a funcionarios públicos, cobijados por la ineptocracia cleptómana.

 

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