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1850 29 Mayo 2015

 

 

Chichifo electoral
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- Lo que me encanta de esta época es que los chavos se venden a cambio de casi nada. Por eso yo comienzo la puja bien a la baja, ellos aprietan un poco a la alza, al final aflojan por una cerveza. Me fascina el negocio de ganar-ganar.

Llego al bar con tremendo modelazo. Se enarcan las cejas monárquicas de las Lobas Milenarias. Siempre se plantan en la misma mesa, sitio estratégico en el centro de la cantina. Desde allí vigilan fronteras y destinos. Sus pupilas me flechan con puntas de fuego. Soy barrido por el escáner del Colectivo. Nomás a mí se me ocurre exhibir la opulencia en la miseria.

No falta ni un miligramo de envidia en el aire. Su emponzoñada pesadez se puede rebanar, vender a los políticos más infames, mis clientes. Me pongo rabioso de contento. Una tribu me observa. Los preciosos ejemplares se andan cayendo de borrachos, pasadísimos con mezclas mágicas. Maravillosa chiquillada. 

Chamacos atascados pero bien sagaces a la hora del trueque. Saben si el trapo es de Marca o pirata nomás con verlo de reojo. Por la Marca se han disecado el alma. Según la garra es la pedrada. Yo siempre visto la Marca.

Un batir leve y altivo de pestañas anuncia los alcances de mi poder. El mundo se somete ante mi mueca más banal. Mi mundo tiene cincuenta mil seguidores en las redes, picaporte en la Casa Principal, una agenda AAA con todos los Nombres, y el carisma innato para hipnotizar a los Apellidos Ilustres.

Acaso el imperceptible movimiento de mi dedo meñique, erecto y soflamero al extraer mi polvera, ha indicado algo al mesero, un ogro infantil con bíceps de silicona y caderas extrafem. Un  asco. Me inquiere servilísimo:

–Qué le traigo al caballero.
–Un cubetazo y unos Benson verdes.

Escruto el paisaje, lo analizo y clasifico. Sonrío al espejito de la polvera magistral que siempre llevo. El espejo me responde con un mismo eslogan: “Tú eres la más hermosa, reina poderosa”. El estuche me lo regaló la líder vitalicia de los profesores, hoy en retiro por motivos de salud y belleza. Suspiro. Qué años.

Mis tareas políticas disimulan la leva, la limpieza. Compro parvadas de mocosos por  menos de la mitad de su valor de remate. Cerrado un jugoso trato con estudiantes, me aventuro en otros mercados. Da gusto organizarlos en batallones de zombis. Mi verdadera misión es alimentar al sistema con sangre imbécil. Ninguno de estos chavales merece entender de procesos, filiaciones, derechos civiles, migajas de cultura democrática. Hoy echan porras a un color, mañana al adversario, según convenga a los altos mandos.

La demanda de bárbaros es muy alta en temporada caliente. Debo prepararme con refuerzos en bruto para el día de los comicios . Y aquí es donde.

El mesero con caderas insolentes me trae la cubeta con unas cervezas bellísimas. Las chelas vienen ahogadas en hielo perfectamente acuchillado. Pone en la mesa un plato con botanas incomibles y los cigarros Benson verdes en cajetilla dura. Así es como me gusta,  que sepan leer mi pensamiento, que se anticipen a mis gustos y decisiones. Así fui educado.

Y de pilón me deja un gaviota, un morenito chacalón chichimeca potosino.

–La mesa ya está ocupada, niño.

La criatura me ignora. Toma una cerveza de la cubeta y pregunta con sonrisa bíblica:

–¿Cómo te llamas?

–Qué te importa, retírate.

–Yo trabajé para ti, en el mitin de antier. Estuvo chido.

No cabe duda que Dios es uno de los nuestros, pensé.

–Yo soy el Licenciado. ¿Y tú, cómo te llamas, pequeño Jefe Toro Sentado? –pregunto por joder; el chaval es cretino de nacimiento, no comprende mi finísima ironía.

–Walter Brandon.

–Hermoso nombre, Dobleiu Brandon, tipo estrella porno. ¿Montas a pelo?

Sigue sin captar mis dobles sentidos. El chico arremete con feroz mercadotecnia:

–Mi revolver dispara seis tiros a llenar, ga-ran-ti-za-do.

–No me gustan las armas cortas, hijo, sólo las largas y pesadas. Pero soy pacifista.

El étnico no se arredra:

–En serio señor, me dicen la Nada.

–Y eso por qué, si yo te veo enterito.

–'Ire nomás.

Y miro. La Nada saca su herramienta de trabajo. Un aparato enorme, criminal. Lo sacude en mis barbas, lo jinetea con vigor. Pura carnita fresca. Dulce bálsamo para una era podrida. Las Lobas Milenarias, sin perderse del más mínimo detalle, levantan sus cheves y brindan, se abanican y ríen. Con estos chavales es seguro que ya ganamos.

 

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