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1867 23 Junio 2015

 

 

Los tweets de la discordia
Joan del Alcázar

 

Valencia.- No, nadie con un mínimo conocimiento del escenario político abierto con las elecciones autonómicas y municipales del 24 de mayo esperaba los cien días de cortesía para los nuevos equipos de gobierno.

Aún menos tras la constitución de los ayuntamientos el sábado 13 de junio. El PP empezó con fuego de mortero contra todos y contra todo al ser conocedor de los resultados de las urnas. Acto seguido a la constitución de los nuevos gobiernos locales incorporó la artillería pesada, con la cobertura aérea de los medios de comunicación afines, que son la mayoría. El Día D, el del ataque en toda regla para preparar las elecciones legislativas de noviembre, fue la noche del mismo 13 de junio.

Larga va a ser la cosa hasta el otoño. Larga y cruenta. El PP ya hace mucho tiempo que decidió que no tiene adversario legítimo. Todo lo que no son ellos es izquierda radical, filoetarras, comunistas de-los-de-siempre, separatistas más o menos confesos, ateos materialistas, incluso amigos del Estado Islámico [sic]. Todo vale para los de Rajoy. Menos mal que han encontrado a Ciudadanos [C's] como un aliado comprensivo, y esto les ha permitido conservar algunas posiciones de gobierno. En resumidas cuentas, del alcance de la derrota sufrida da idea que la ciudad más importante que mantienen es Málaga.

Rajoy ha calificado de "profundamente antidemocrático" que se hayan constituido gobiernos municipales y autonómicos conformados por "cuatro o cinco fuerzas de extrema izquierda que no tienen cabida en el gran proyecto europeo". La pauta del razonamiento está clara: cuando el PP pacta con C's es correcto y legítimo; como cuando en otras épocas han firmado acuerdos con el PNV, con CiU o, incluso, con Izquierda Unida. Estos eran unos pactos de excelencia europea; los de ahora, aquellos que los han expulsado de los gobiernos a ellos, son unos pactos anti natura, unos pactos ilegítimos y antidemocráticos.

No son sólo los políticos los únicos pecadores de sectarismo. En una de las tertulias de La Sexta, un tal Eduardo Inda, ―que pasa por periodista y no suele dejar hablar a nadie; que insulta, desprecia a todos y pontifica sobre cualquier cosa de la que se hable―, pedía hace unos días toda la atención de la cámara. Conseguida, poseído por una especie de fuerza maligna, clamaba "¡Zapata eras un mal nacido, eres un mal nacido!".

Estaba protagonizando un nuevo episodio del ataque contra el pacto que había posibilitado el gobierno de Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid. Inda había hecho unos días antes el disparo de salida de la cacería contra un hasta entonces desconocido ciudadano madrileño, Guillermo Zapata, quien acababa de ser nombrado concejal del área de cultura del Ayuntamiento de la Villa y Corte. En cosa de minutos, Esperanza Aguirre, presidenta del PP madrileño y enemiga íntima de Mariano Rajoy, entró en escena. Supimos que a Zapata le habían rescatado unos tweets escritos en 2011, en los que parecía hacer burla del Holocausto, de las niñas asesinadas de Alcàsser, de las víctimas de ETA, así como alguna otra perla más del mismo tenor. Todo, ―según explicó después el hombre, compungido―, formaba parte de un lamentable intercambio de tweets con un colega a propósito de los límites del humor negro.

De humor, de lo que coloquialmente entendemos por humor, los tweets no tienen nada. No es fácil decidir si Zapata es un inconsciente o un hombre de aquella izquierda a la que le encanta jugar a épater le bourgeois. De cualquier modo, resulta evidente que aquellos chistes frívolos e indignos no pueden conciliarse con la responsabilidad que le había sido asignada.

Mira por donde, el PP and friends había encontrado una presa fácil, y con ella la forma de convertir un indiscutible problema ético en un problema político para el gobierno de Carmena.

Las reacciones desde la izquierda no se hicieron esperar y fueron diversas. Ha predominado, claro, la que denuncia la doble vara con la que el PP mide las cosas.

Porque frivolizar sobre Alcàsser o sobre Mathaussen es inaceptable, y es indigno de un cargo público. Tan indigno como lo que han dicho y dicen ilustres dirigentes del PP sobre, por ejemplo, las víctimas del franquismo. Un ejemplo relevante es Pablo Casado, la novísima estrella joven del partido, quien se estrenó en política declarando que la gente de izquierdas son unos carcas porque están "todo el día pensando en la guerra del abuelo" y "en la fosa de no sé quién".

Otro ejemplo de la doble vara de medir. Una concejala del PP y ex alcaldesa de Oliva telefoneó al portavoz de Ciudadanos, de Gandia, Ciro Palmer, para disculparse por su comentario publicado en Facebook. Horas antes había escrito: "Pues que se muera, que si lo matan encima tendrán que pagar el precio del cerdo como si fuera ternera". Palmer había votado con los socialistas y Més Gandia para quitarle la alcaldía al PP. Los popularistas, por supuesto, no han pedido la dimisión de su concejala. Bien está que haya pedido disculpas, pero el Partido... ¿qué dice? ¿Han pedido su expulsión del Ayuntamiento de Oliva Esperanza Aguirre, el ministro Fernández Díaz, Rafael Hernando? ¿Tal vez el flamante Pablo Casado?

Es verdad que sufrimos una derecha asilvestrada, que parece genéticamente incapacitada para aceptar que su sistema de valores [públicos y privados] no son los únicos válidos y aceptables. Es por ello que desde la izquierda, a pesar de tan plural como es, no se debe caer en el y tú más; no hay que cerrar los ojos ante episodios como los de Zapata. Aún menos ante otras manifestaciones como las de otro joven concejal del Ayuntamiento de Madrid, Pablo Soto, que también había frivolizado en Twitter sobre matar ministros o quemar bancos.

En una democracia de calidad como la que es deseable, la convivencia exige el respeto a todos. El derecho a la discrepancia, la disidencia y la protesta debe ejercerse sin que colisione con los derechos de nadie. Tal vez con el respeto a los demás como bandera, Eduardo Inda, Pablo Casado, Esperanza Aguirre y tantos otros hagan suya aquella máxima kennedyana que decía algo así como "si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea ​​un lugar apto para ellas”.

 

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