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1867 23 Junio 2015

 

 

El púlpito y el confesionario legislativo
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Existe una leyenda sobre la asignación de las comisiones del Congreso de la Unión. Se supone que las de orden económico las preside el PRI, las políticas el PAN y las sociales el PRD.

En la práctica esta repartición no es tan clara y menos ahora cuando ha cambiado la correlación de fuerzas parlamentarias, con la entrada de nuevos actores políticos. Y es que en política uno no gana lo que se merece sino lo que se negocia. En realidad, lo que se sabe sobre estos temas tan distantes al ciudadano común, es apenas lo que los legisladores se atreven a confesar en el confesionario de lo privado y no en el púlpito de lo público: el lenguaje es muy diferente en cada ámbito.

Como en cualquier negociación, la asignación de presidencias y secretarías pasan por múltiples filtros: el número de curules que le corresponden a cada partido de acuerdo con el resultado electoral, las alianzas que se hicieron con los partidos chiquitos, los intercambios de favores entre grupos políticos de peso, y las relaciones que tenga en lo personal cada legislador. Estos arreglos secretos continúan negociándose y cambiando de manos incluso un día antes de que se instale formalmente la siguiente legislatura.

Lo que para un legislador sería una presidencia de un grupo de trabajo como simple premio de consolación, para otro implica llegar a una meta importante en su ascenso al poder. Pero, ¿por qué es tan importante quién se queda con las presidencias y secretarías en las comisiones legislativas? Entre otras razones, porque de acuerdo con el presupuesto que manejen, los titulares podrán hacer negocio con los gobernantes de cada entidad federativa, etiquetándoles recursos a determinados programas de gobierno más que a otros.

Eso, sin contar con el cabildeo abierto o discreto en favor de ciertos grupos empresariales de los que muchos legisladores son empleados indirectos y en ocasiones muy directos. Esta práctica poco ética pero no siempre fácil de comprobar, es frecuente entre diputados y senadores mexicanos. Es uno de los componentes del sistema de poder que impera en México. Digamos que forma parte de nuestro folklor político.

En cierta ocasión, le pedí detalles y pormenores sobre esto a un senador en funciones. Me formuló antes una advertencia: “siguiendo tu símil, ¿esperas escuchar la versión que te daría en el púlpito o en el confesionario?”. Por supuesto –le dije– que la del confesionario. “Bueno, pues la asignación de titulares de cada comisión la determina el bienestar de los mexicanos y el futuro del país”. Le reclamé que mentía porque su respuesta era de púlpito no de confesionario. Entonces me remató con una frase sin réplica: “Te diré la verdad cuando seas sacerdote y no articulista”. Y como no pienso vestir los hábitos sacerdotales ni pronto ni nunca, preferí quedarme con las ganas de saber.

 

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