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1877 7 Julio 2015

 

 

Héroes, villanos y agencias de carros
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Es el personaje que más odian con similar intensidad en múltiples ciudades del planeta. El rechazo visceral en contra suya es compartido por sindicatos, autoridades de gobierno y medios de comunicación.

Las marchas masivas para repudiarlo bloquean avenidas, autopistas y obstruyen accesos a zonas comerciales, lo mismo en París, Nueva York, Berlín o la ciudad de México. Las demandas legales en contra suya crecen día con día. Sin embargo, si cualquiera de estos manifestantes lo viera frente a sus narices no sabría reconocerlo. Si se lo toparan en uno de tantos plantones en contra suya, difícilmente lo identificarían.

Se llama Travis Kalanick (Los Ángeles, 1976) vive en San Francisco y es el dueño de la plataforma Uber. Ególatra como nadie, presumido como él solo, vanidoso como el peor de lo juniors y uno de los hombres más ricos del planeta, con un valor personal estimado, según Forbes, de más de 5 mil millones de dólares. Pero no terminó sus estudios de licenciatura, viene de una familia de clase media-baja, su hermano es bombero, y varias veces ha tenido que declararse en quiebra para no dar con sus huesos en la cárcel.

En 2009 creó la aplicación móvil que cambiaría su vida, y de pasada, modificaría el servicio de transporte en (por lo pronto) 131 ciudades de 38 países, conectando a los pasajeros con los conductores de vehículos de alquiler y de viajes compartidos, sin placas de taxi y sin pasar por los engorrosos trámites de chofer profesional. Por lo pronto, desde hace un año, Uber factura 20 millones de dólares cada semana y el valor de la compañía alcanza los 18 mil millones de dólares.

Pese a esta visión de avanzada, que lo asocia a grandes nombres de Silicon Valley como Steve Jobs (creador de Apple), Jeff Bezos (creador de Amazon), o Larry Page y Sergi Brin (creadores de Google), Kalanick no es una perita en dulce: ha espiado a sus innumerables críticos de prensa para según él exhibirlos públicamente; no oculta su desprecio por las mujeres (es un misógino de lo peor), y no ha dudado en incrementar las tarifas de Uber a sus clientes, en horas pico y en caso de huracanes y demás siniestros climáticos.

Las versiones a favor y en contra de la startup de Kalanick abundan en Internet, pero nadie ha señalado quién es su principal enemigo, por encima de los permisionarios y sindicatos de taxis. Este enemigo de gran calibre ha invertido millones de dólares para frenar el crecimiento de Uber y de sus más cercanos competidores como Lyft o SideCar. Es un rival oculto en las sombras, pero tiene claro que por culpa de Kalanick (o gracias a él, según sea el punto de vista), la venta de carros en EUA amenaza con desplomarse a la mitad para finales de 2015, y en ciudades como México comienza a descender el promedio de dos carros por habitante.

Por supuesto me refiero a los fabricantes y agencias de automóviles. Los dueños de estas compañías no sacan la cabeza, no se exponen a linchar moralmente a Kalanick, ni emprenden cruzadas mediáticas en contra de Uber, pero mueven los hilos globales para que esta red de transporte, basada en lo que ya se conoce como consumo colaborativo no tenga éxito, y su controvertido creador y dueño sea puesto contra las cuerdas; escenario cada vez más distante porque al menos en México (y eso incluye a los taxistas de Nuevo León) los permisionarios y sindicatos ya están doblando las manos y pactando resignadamente con Uber.

El reto lo ha iniciado el propio Kalanick al sugerir públicamente que es más costoso adquirir un vehículo particular que contratar a Uber. Basta considerar los gastos de compra del coche, tenencia, gasolina, mantenimiento, estacionamientos, depreciación del vehículo, etcétera, que cualquier usuario evitaría con solo meter su tarjeta de crédito a la aplicación de Uber. Así de simple. 

¿Habremos dado sin querer con la solución a tanto monóxido de carbono que contamina nuestras ciudades y al excesivo tráfico vehicular que estrangula nuestras vías de comunicación? No lo sabemos. Como tampoco tenemos claro a estas alturas quiénes son los héroes y quiénes los villanos en esta película de la innovación.

 

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