Suscribete

 
1917 1 Septiembre 2015

 

 

Presidente del escándalo
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- El ejercicio del poder en sociedades democráticas no debería tener otro referente que no fuera el de la aplicación irrestricta de la ley. 

En ellas caben las diferencias pero se evita en lo posible el cinismo como forma de relación política y menos como comunicación gubernamental.

Optar por el cinismo significa entonces que el gobernante puede hacer lo que se le antoja en medio del escándalo y cuestionamientos fundados.

Luego significa que las leyes sirven para poco cuando se trata de ajustar cuentas con el Poder Ejecutivo. 

El espectáculo exculpatorio de gran resonancia que dio Virgilio Andrade, titular de la Secretaria de la Función Pública, al presentar los resultados negativos de la investigación sobre la llamada Casa Blanca y la Casa de Malinalco es sorprendente e inadmisible en una sociedad que se respete a sí misma.

Hay pruebas tangibles y documentales de un conflicto de interés entre el Presidente de la República y el Secretario de Hacienda con el consorcio constructor Higa.

Demostró que no se trata de ir al fondo, sino simular el apego a la ley con una retórica legalista, que produce antes que satisfacción encono de franjas de la población informada.

Y, más cuando, de entrada hay conflicto de interés entre el investigador y los señalados de actividades corruptas.

Y es que un Presidente que respeta la investidura nunca debe poner a uno de sus secretarios para qué lo investigue, si hay verdadera voluntad, debe buscar que el investigador tenga la mayor independencia posible y sujetarse a los resultados como a las sanciones legales y morales. A eso se le llama responsabilidad política.

Pero, no, en la investigación se impuso el sentido de cuerpo que tienen los funcionarios públicos, quienes actúan antes de una lógica democrática, en la de los compadres: “Hoy por ti, mañana por mí”.  

Y es que en el imaginario del gobierno no se trata de juzgar al Presidente, habrase visto, sino de convertir el reclamo social en una derrota colectiva ante el poder omnipotente del gobernante.

Se trata de construir una verdad histórica oficiosa: “Para que el expediente administrativo esté a disposición no solo de los expertos sino al alcance de cualquier ciudadano”, ha dicho el Secretario sin asomo de pena al expresar esta burla solemne.

Hasta Televisa, a través de Carlos Loret de Mola, ha calificado en twitter la declaración de “notición”, con toda la sorna imaginable que solo tiene comparación con la expresión serena y burocrática del Secretario.

Pero, luego, viene la mayor expresión de cinismo cuando el Presidente y el  Secretario de Hacienda salen al pasillo de los medios a pedir una disculpa pública. Como si las disculpas de unos funcionarios desacreditados puedan ser asumidas como buenas por el gran público que va de la indiferencia al cuestionamiento, del meme a la mentada, al reconocimiento de que es una burla.

Está visto con ello que los asesores de imagen ajustan sus recomendaciones al principio de “que quien paga manda”, sin atender lo que reclamaría un verdadero Jefe de Estado, que debería defender las instituciones antes que a sí mismo, su familia o los miembros de su gabinete.

Que debería preocuparle la correspondencia entre los actos de gobierno y la explicación que ponga a salvo la confianza en las instituciones públicas.

Pero, por lo visto, en el círculo del poder eso no importa. O importa en tanto tenga resonancia en las estadísticas financieras o verdaderamente ponga en entredicho el control del poder.

Hay la idea expresada de que el gobernante debe cargar siempre con una cierta de dosis de descrédito pero sabiendo con tres antídotos: Tiempo, dinero y cinismo.

El tiempo político que es efímero en la sucesión ininterrumpida de escándalos.  Uno nuevo se encima en la piel de los otros. Y la de los otros en los otros. Entonces, para qué preocuparse si hoy me pega a mí, mañana te pegara a ti.
Y eso da respiro y la mejor respuesta es el formalismo indiferente, ese que viene cargado de cinismo. Un cinismo que no le interesa convencer sino gesticular ante el gran público, esgrimir la retórica vacía.

Pero, al final, el nivel de percepción está a la vista, los números de las encuestas están a la baja y llega a niveles nunca vistos en un Presidente y no se diga entre los líderes de opinión internacionales.

En efecto, el 3.9% que le daba Reforma antes de la jornada electoral de junio probablemente hoy este peor por la situación del peso ante un “dólar apreciado”, como lo señala Agustín Carsten,  y peor con los resultados de la investigación presentados por Virgilio Andrade.

No se diga por el seguimiento que dan los medios internacionales donde no terminan de señalar los distintos ángulos del Presidente escándalo cuanto ve que las medidas de política pública no ofrecen resultados tangibles que permitan el restablecimiento de la confianza pública.

La reformada Ley de Transparencia y Rendición de Cuentas, como el llamado Sistema Nacional Anticorrupción, está vapuleado por el mismo ya que acota sus márgenes de actuación. Al Presidente y a su gabinete no se le toca.

Y eso no puede ser en un sistema que pretende instituciones fuertes y con funcionarios que apliquen irrestrictamente la ley, como lo vemos en Brasil, Argentina o Chile, donde los escándalos de sus Presidentas tienen curso legal en un Poder Judicial que es verdaderamente un contrapeso a los excesos del poder.

Quizá, con una gran diferencia en México y es que no solo el gabinete está sometido a los designios del Presidente, sino el mismo Poder Judicial, que actúa frecuentemente para favorecer sus decisiones.

Entonces, ante una espiral escandalosa como la que estamos viviendo, el sistema no tiene válvulas de escape que permitan disminuir la presión que está en el ambiente y como en política no hay vacíos, el espacio que no ejerce el Presidente, lo vienen a cubrir otros actores políticos, militares y económicos, y eso no sería problema, si no fuera porque actúan en función de sus intereses y no los de la nación.

Vamos, si Felipe Calderón se autoproclamo Presidente del empleo, Enrique Peña bien podría autoproclamarse Presidente del escándalo.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com