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1920 4 Septiembre 2015

 

 

Los folios de Cervantes
Hugo L. del Río


 
Monterrey.- La tradición cuenta que el padre Cervantes entró al calabozo con el manuscrito de su obra inmortal escondido en la ropa. Los presos, casi todos analfabetos, lo despojaron de sus prendas y estallaron en carcajadas al ver los folios de la novela.

¿Un libro, qué es eso, para qué sirve, con qué se come? Su reacción, instintiva, fue destruir el escrito. Aquí, don Miguel probó su temple. Está bien, quemen o rompan el texto, pero antes permitan que les lea unas líneas. Y aquellos hombres iletrados, rudos y toscos, se rindieron ante la magia de la palabra. ¿Será verdad? No importa. Lo que interesa es que el episodio, veraz o no, se corresponde a las mil maravillas con el genio de Cervantes y la sensibilidad del hombre, por más ignorante que sea, ante la belleza.

En estos malos tiempos que vivimos y que, todo lo indica, continuarán por largo tiempo, creo que debemos promover el arte y la cultura para entender la hermosura de la experiencia humana –cruel, casi siempre, pero enriquecedora– y llenar el alma de la lindeza de la pintura y la poesía, el teatro y la literatura, el cine y la escultura.

Durante la II Guerra Mundial, los cautivos de los campos nacis [sic] de concentración buscaron y encontraron refugio las creaciones de los grandes maestros que le dieron sentido a la vida. Muchos de los condenados al olvido descubrieron o redescubrieron que aun bajo la sombra de la muerte el arte y la cultura nos vigorizan para aferrarnos a la vida. Tenemos a Conarte.

El Consejo no está en su mejor momento, pero todavía alienta. ¿Por qué no llevar grupos de intelectuales y artistas a las barriadas y los municipios marginados? Lo ideal sería sacar de la miseria a estos millones de nuevoleoneses; entonces, ¿por qué no combinar el reparto de despensas con el evento cultural?

Nadie será indiferente a las pinturas de Guillermo Ceniceros, Saskia, Gerardo Cantú, Armando López y tantos otros maestros del pincel. Los poemas de Minerva Margarita Villarreal y Carmen Alardín son cantos a la vida y mi amigo Cuauhtémoc Zamudio sabe capturar la atención del público más reacio con sólo relatar sus vivencias en la escultura. Tenemos creadores lo suficientemente talentosos para inspirar a los olvidados a dar el golpe de timón y encontrar el sentido de la vida.

Lo peor de la herencia maldita que nos dejan las mujeres y los hombres que nos han estado malgobernando en los últimos años es la crisis moral. Debemos probarles que no somos iguales a ellos. Estamos hechos con otros materiales.   

hugo1857@outlook.com

 

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