Suscribete

 
1920 4 Septiembre 2015

 

 

La revolución de las expectativas
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- La gente espera ahora más que antes del gobernante en tuno, de los productos de consumo, de los servicios profesionales, porque está más informada, más enterada de su entorno próximo y lejano.

Sus aspiraciones crecen hoy más que ayer. A ese fenómeno la neurociencia la denomina “revolución de las expectativas”.

Las expectativas se basan en el método comparativo. Toda expectativa es una comparación: con el vecino, con la amiga, con el país de al lado, con el gobernante del anterior sexenio, con el shampoo que usábamos, con los restaurantes a donde vamos.

Este método es válido también al medir los méritos de un servidor público. Solemos comparar a un alcalde de determinada extracción partidista con otro que ganó bajo las siglas del partido de nuestra preferencia. Aunque en este caso, la comparación tiene un sesgo que distorsiona el método: nos inclinamos por los gobernantes que postula el partido del cual somos seguidores.

También los políticos usan para su imagen personal el método comparativo, porque forman parte de la “revolución de las expectativas”. Por lo general, quieren parecerse a su jefe, en la forma de hablar, pensar y hasta vestir. O se valen de la referencia del político exitoso del momento. He escuchado a más de un político de Nuevo León hablar como ranchero, con palabras soeces y postura vaquera. Es comprensible.

Esta tendencia a compararse con el político del momento se explica con otra teoría que he denominado “Ley del atajo mental”. ¿De qué se trata? De que la mayoría de los seres humanos suelen evitar esfuerzos cognitivos sofisticados, si hallan cualquier atajo o vía rápida de comprensión de la realidad externa. Es decir, al comparar nos vamos por lo más fácil, por lo que tenemos al alcance de la mano.

Y dado que los políticos son seres humanos, están sujetos a la misma ley: se trata ahora de ganarse a la gente con frases rancheras y directas, “como de pueblo”. No tiene caso sofisticar el lenguaje para expresar sus propuestas ni sus ideas, aunque también funcionaran para ganarse adeptos a su causa. ¿Por qué no prueban con esa faceta diferente? Simple: las personas solemos menospreciar lo que desconocemos.

Si ignoramos la dialéctica de la argumentación, decimos que quien la maneja es un pedante distante de la gente. Si no sabemos de música clásica decimos que es gusto de exquisitos pretenciosos.

En Nuevo León como en México, lo mismo en la política como en la cultura, opera la “Ley del atajo mental”. Y tal parece que es una moda que llegó para quedarse.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com