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1936 28 Septiembre 2015

 

 

Se va satisfecho
Irma Alma Ochoa Treviño

 

Monterrey.- El diccionario define satisfacción como presunción o vanagloria. En pocos días más, Rodrigo Medina –el candidato que en campaña prometió la vida por Nuevo León, pero, asegurada la silla, ni siquiera dio la cara–; sonriente dice que se va satisfecho. El muy orondo, diría mi abuela Emma.

Medina, todavía gobernador, deja muchas interrogantes en el tintero y nos lega un estado poblado de ausencias, teñido de sangre y cubierto de fosas. Su sexenio deja millonarias deudas, un gran tiradero en obras inconclusas, sobrecostos y montones de asuntos no resueltos.

Mucho se ha dicho de su pésimo desempeño en la función pública y en los manejos del dinero público. Por supuesto que hay manos que le aplauden, pero son muchas más las voces que le reprochan su comportamiento y, espero, muchas más se sumen a los reclamos, tan pronto leve el ancla y salgan a relucir los focos rojos de las cuentas financieras estatales.

En el Congreso no le fue muy bien en la entrega de su último informe. Los cartelones presentados por las y los legisladores de partidos de oposición, dicen mucho del descontento generalizado en la geografía de Nuevo León. Pero, como todavía es gobernador, ni tardo ni perezoso, se auto-armó un festejo con la élite política y económica. En este acto sí fue premiado con aplausos.

El aplausómetro de las élites nos da idea de que Rodrigo Medina evadió mencionar los problemas que afectan a la salud, la vida, la integridad y la libertad de quienes habitamos este territorio. De haberlos mencionado (confío en que) alguno o algunos de sus invitados le hubiesen abucheado; no aplaudido y elogiado, como sucedió.

Con seguridad Medina no mencionó la sangre derramada en la entidad, olvidó a los cientos de víctimas de la violencia estructural; los numerosos homicidios, las innumerables desapariciones de personas; el aumento de las violencias en el ámbito privado; el incremento de violaciones sexuales y estupros; los raptos, secuestros, plagios, trata de personas y, por supuesto, olvidó nombrar los feminicidios.

Con suele pasar, sus elogiadores podrán argüir que el incremento en las denuncias se debe a que las instituciones recuperaron la confianza de las víctimas. Sin embargo, no hay duda de que los números son la evidencia del fracaso de las estrategias diseñadas por las instituciones gubernamentales, que cuentan con recursos públicos para prevenir la violencia familiar.

Tampoco es problema menor saber que la Procuraduría General de Justicia del Estado haya recibido en el sexenio, 87 mil 370 denuncias por el delito de violencia familiar y 9 mil 970 por el equiparable. Ni tampoco que recibió 2 mil 882 denuncias por violación sexual y mil 341 del equiparable a violación sexual.

Mientras que en el mismo periodo, 856 niñas se atrevieron a declararse víctimas de estupro. Digo se atrevieron, porque se requiere de valentía para sortear los obstáculos que este abominable delito presenta, así como pasar por dolorosas entrevistas y exámenes médicos y psicológicos.

En el periodo, se cometieron 5 mil 870 homicidios. Ahora bien, en el rubro “homicidios” se anotan los datos de todos los hombres y mujeres, niñas, niños y adolescentes, que en la entidad han sido privados de la vida de manera violenta; obviamente, sin desagregar sexo-género y edad.

Después de las Recomendaciones del Comité de Seguimiento del Informe Sombra de la Cedaw, era imperativo para el estado codificar el delito de feminicidio. En 2013, Rodrigo Medina presentó su iniciativa. Ésta fue defendida por quienes visten la camiseta priista, pues fue “elaborada por grandes personalidades”, según el dicho de una asistente.

Pero al parecer esas personalidades no advirtieron la subjetividad de que hace gala dicha ley. Desde su tipificación solo se siguen dos procesos por este tipo penal. Pese a que se ha cometido un número significativo de feminicidios, éstos se consignan como homicidios.

El título municipal de la ignominia en feminicidios y crímenes contra mujeres se lo lleva la ciudad que alberga los palacios de cantera y de cristal. Es en la ciudad de Monterrey donde se perpetró más del 40 por ciento de los crímenes contra las mujeres en la entidad. Mientras se cometían estos crímenes, la ocupante de un palacio y el ocupante del otro, mantenían una guerra política.

Al redactar este texto he intentado, infructuosamente, comprender cómo es que Rodrigo Medina se va satisfecho de su desempeño. Cómo puede vanagloriarse. De qué presume, si de primera mano ha conocido la grave situación de violencia experimentada, en carne propia, por la mayoría de la población.

Supongo que la burbuja en la que vive no le permite darse por enterado de la enorme herida que la violencia ha infringido a la ciudadanía. Herida que difícilmente cicatrizará, pero que será el núcleo de la historia que juzgará sus acciones o inacciones.

No es estéril recordarle que, en las elecciones pasadas, la ciudadanía dio la espalda a la candidata por él designada para ocupa el poder Ejecutivo. Sin duda, éste fue un gran golpe para su ego. Entonces, ¿cómo es que se va satisfecho?

 

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