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1936 28 Septiembre 2015

 

 

Qué esperar del gobierno de los puros
Claudio Tapia

 

San Pedro Garza García.- El primer gobierno estatal integrado por el titular del ejecutivo, un jefe de gabinete (pendiente de aprobación), y algunos diputados, todos ciudadanos independientes, resolverá nuestros males.

La pureza cívica que los futuros gobernantes acreditan por el hecho de no pertenecer a algún partido garantiza que actuarán con honestidad, oficio político y eficacia social. Al fin, auténticos ciudadanos van a gobernar a los ciudadanos. Ahora sólo queda esperar a que nos vayan informando cómo van.

Esa creencia que sigue viva no obstante la evidencia de las necesarias negociaciones políticas que los buenos tienen que celebrar con los malos para poder gobernar, partió de la confusión de los problemas de la representación (partidocracia) con los de la gobernanza (corrupción gubernamental). Por eso siguen pensando que para bien gobernar basta con no pertenecer a un partido político sin que sea necesario acreditar solvencia moral ni estar suficientemente preparado para resolver problemas que ni siquiera han precisado. La corrupción es imposible en un ciudadano independiente y con eso basta.   

El puñado de ciudadanos que recuperó la pureza cívica al renegar del partido que lo formó construirá una nueva sociedad, limpia, libre de mentiras, injusticias y corrupción. La hora de los ciudadanos –¿cuáles?– llegó. Eso es lo que buen número de gobernados espera porque así se lo hicieron creer desde la campaña electoral.   

El pensamiento dicotómico basado en la simplista suposición de que al llegar los buenos los males se acaban ha permeado todos los estratos sociales de la comunidad. La infundada esperanza se alimenta de la distorsión que se produce cuando se observa  la realidad de manera dualista: verdadero o falso, los otros o nosotros, políticos o ciudadanos, partidistas o independientes, populistas o realistas, sucios o limpios.

La terca realidad, las confrontaciones surgidas al realizar las primeras acciones de gobierno (sobre todo las de los que carecen de oficio político) y el transcurso del tiempo, desvelarán poco a poco el engaño al que los condujo la maniquea suposición: ustedes, los políticos corruptos que ni ciudadanos son; nosotros, los ciudadanos independientes que sanearemos la administración.

Espero que acaben entendiendo que la corrupción está en todos los lados en que hay opacidad, falta rendición de cuentas e impera la impunidad y no sólo en los partidos. Que no se trata de poca política y de mucha administración. Que no se trata de gobernar sin oficio político, sino de que no gobierne la improvisación. Que no se trata de gobernar sin buenas intenciones, sino de no hacerlo a base de caprichos y ocurrencias.

Nuestra incipiente cultura política se fortalecerá si comprenden que tampoco se trata de acabar con la representación, sino de impedir que siga siendo una impostura. Que no se trata de santificar a los ciudadanos, sino de formarlos. Que no se trata de satanizar a los gobernantes, sino de que rindan cuentas. Que no se trata de un gobierno de puros, sino de que no sea un gobierno de puros cuates, cómplices y socios. Que no se trata de venganzas, sino de justicia y aplicación de la ley.

En suma, de mucho les servirá entender que de lo que se trata es de convivir en un Estado de derecho y no de enclaustrarnos en el castillo de la pureza.
Creo que ese cambio de mentalidad y de discurso podrá evitar la frustración que produce la inútil espera de un milagro que no ocurrirá. En vez de soñar, será mejor que los ciudadanos impuros –que somos todos– nos dispongamos a colaborar con un gobierno que prometió alentar y permitir la participación ciudadana para la solución de nuestros problemas sociales. 

Que los ciudadanos independientes cumplan este compromiso, es lo mejor que los gobernados podemos esperar.

De entrada, declaro mi escepticismo, deseando estar equivocado.

 

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