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1962 3 Noviembre 2015

 

 

La Chata
Eloy Garza González

 

Monterrey.- A mí me cae a todo dar La Chata. Antes de que yo naciera, María Fernanda Campa, una mujer menudita, de rasgos afilados y atuendo sureño, ya se había graduado como la primera ingeniera geóloga mexicana, y andaba en el Consejo Nacional de Huelga, en los días del movimiento del 68.

No la tenía fácil: su padre, el líder sindical ferroviario Valentín Campa (1904-1999) purgaba una condena desde principios de los sesenta, por el grave delito de defender a los obreros y expresar lo que se le pegaba la gana en contra del gobierno autoritario. Ella andaba de la Ceca a la Meca, visitando en Lecumberri a su padre y luego a los muchachos huelguistas encarcelados.

La conocí varias décadas más tarde, cuando visitó el centro cultural Mandela, invitada por el académico Horacio Flores. Grabamos un programa de televisión con Luis Lauro Garza. Ahí se descosió la Chata, denunciando al gobierno sin rumbo de Peña Nieto. Pero también recordó a su padre, tan importante en la lucha por la libertad y los derechos civiles en México, como lo fue Nelson Mandela para Sudáfrica. Valentín fue uno de los seres humanos más íntegros de nuestro país. Todo un modelo para la izquierda comprometida. Cuando militaba en el Partido Comunista Mexicano (PCM), y recibió la orden de la KGB para asesinar a León Trotsky, enemigo de Stalin y refugiado en México, pronunció las palabras que lo definieron de pies a cabeza: “somos revolucionarios, no asesinos”.

Desde entonces la incertidumbre de La Chata consistió en comprobar si su papá sería liquidado por la KGB, la CIA o la policía mexicana. Ella disipó tantas dudas, metiéndose de lleno en las protestas estudiantiles, el lugar más peligroso donde podía estar una joven mexicana. Así que, al igual que su padre, esta geóloga, nacida en 1940, se volvió un blanco para la contrainsurgencia que desplegó el gobierno priista. Vivió de cerca Tlatelolco y aún guarda en su memoria esos días oscuros de la historia nacional. Ahí se volvió pareja de Raúl Álvarez Garín, con quien procreó varios hijos. A Raúl también lo encarcelaron, por ser uno de los activistas principales del 68. Así que visitar familiares presos se volvió rutina para La Chata. Y es que haciendo cuentas, su padre estuvo más dentro de la cárcel que afuera.

Hace días, La Chata volvió al centro cultural Mandela, en calidad de experta en corteza terrestre. La invitaron como ponente del Seminario “Crisis Energética, Civilizatoria y de Medio Ambiente”. Para variar, la hija de Valentín Campa volvió a subvertir la mesa y a referirse a las cosas por su nombre. A falta de fuentes de energía no renovables, el fracking se ha convertido en una alternativa para las compañías mineras trasnacionales. Ella prefiere denominarla “fracturación hidráulica”. El problema consiste en que al perforar el subsuelo para extraer gas y petróleo, el fracking contamina los acuíferos con químicos venenosos e incrementa la actividad sísmica, con lo que ponemos en peligro el ecosistema.

En pocas palabras, la fracturación hidráulica es tan grave como sufrir la represión de un gobierno autoritario. Sin embargo, es un tema que se conoce poco en la sociedad mexicana y su explicación científica es compleja, por lo que no es fácil sopesar la gravedad de sus consecuencias para el organismo vivo que es el planeta Tierra. Pero nuevamente, esta geóloga mexicana, miembro activo del Instituto Mexicano del Petróleo y fundadora del Laboratorio de geología de yacimientos, denuncia la voracidad de un sistema mercantilista, que desdeña la salud de la raza humana. Así, resucita la conciencia libre de su padre, reafirma ser hija de quien es y vuelve a las andadas. Esta joven de la tercera edad, belicosa e idealista, sabe que su vida es un perpetuo batallar en contra de los demonios de siempre y en defensa de los condenados de la tierra. Por eso a mí me cae a todo dar La Chata.           

 

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