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1963 4 Noviembre 2015

 

 

Clase política contra pueblo
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- Escuchamos promesas que no se cumplirán. Vamos a partir de un principio. El político es un mal bicho, con sus excepciones, tan escasas como dignas de honra. Este es un axioma válido aquí y en el Tibet.

En todos los tiempos y latitudes, la mujer o el hombre dispuestos al sacrificio personal para servir a la patria comparten, en el mejor de los casos, las mismas características: roban, mienten, despojan de sus bienes a viudas y huérfanos y llegan a la ignominia para asociarse con los poderosos a quienes sirven.

Los peores especímenes de la fauna política asesinan, mandan torturar, trafican con estupefacientes y venden a la patria al mejor postor. “A los políticos, como a los pañales, hay que cambiarlos con frecuencia y por la misma razón”, George Bernard Shaw, dixit.

En algunos países los pueblos se hartaron: decapitaron a los jefes de Estado o, sin llegar a tales extremos, simple y sencillamente crearon leyes y mecanismos para limitar su autoridad y obligarlos a la rendición de cuentas.

Tomemos como ejemplo el caso de Adrián de la Garza, el flamante alcalde de Monterrey. El hombre es algo peor que político profesional: es policía y en consecuencia piensa y actúa como tal. Su primer compromiso fue confiar exclusivamente a la gendarmería municipal la “vigilancia” –je je– de todo el territorio citadino, tarea que hasta ahora comparten los azules regiomontanos con sus colegas estatales.

Desde luego, es una buena propuesta. Pero el broncovirus infectó al ex procurador. Ahora nos dice que tardará tres años en nutrir las filas de los guardias. Es decir, nos podrá ofrecer el ejército de “vigilantes del orden público” cuando esté por terminar su trienio. Y, claro, al día siguiente vendrá otro edil que echará por tierra el muro de Adriano.

El hasta hace unas semanas abogado de Nuevo León observó con indiferencia los últimos latrocinios de Margarita Arellanes. No dijo ni pío cuando la tuareg –así se escribe en castellano el gentilicio de esa etnia de beduinos– usó nuestro dinero para comprarse las camionetas blindadas destinadas a su uso personal.

Para no ser menos que el gobernador Rodríguez Calderón, De la Garza ofrece investigar y castigar a los funcionarios deshonestos que precedieron a su administración. Señor del Buen Despacho: ¿va a encarcelar a la güera que devastó la ciudad capital? En caso afirmativo, ¿permitirá que a la hija de Jesucristo la sigan atendiendo en la crujía la cohorte de maquillistas, peinadoras (creo que ahora les dicen estilistas), manicuristas, pedicuristas y todas esas especialistas dedicadas durante tres años a embellecer a la ex alcaldesa panista? ¿Tendrá Arellanes visto bueno para presumir a las reclusas sus bolsas Louis Vuitton, sus vestidos dignos de una reina de país rico, sus joyas y todo eso?

Tal parece que entre Rodríguez Calderón y De la Garza se abrió una competencia para determinar cuál de los dos punirá con mayor rigor a nuestra folclórica cleptocracia. Fernando Elizondo amenaza con internar en los penales a los aviadores. ¿Habrá suficiente espacio en los reclusorios para alojar a tantos jaques y sotas?

Los políticos  piensan que no vemos cómo les crece la nariz. Bronco y el policía tienen, todavía, el beneficio de la duda. Pero cada día son más los nuevoleoneses quienes deciden dejar de ser estadística para convertirse en ciudadanos.

Es una guerra entre la clase política y el pueblo. Y, como dijo Yogi Berra, “esto no se acaba hasta que se acaba”. ¿Y saben qué? Ganaremos nosotros.

PIE DE PÁGINA: supongo que Federal Express es una empresa propiedad de políticos profesionales. Mienten con tanto descaro como los Medina. El jueves 29 de octubre les llevé un paquete que me urgía hacer llegar a la ciudad de México. Les pagué un sobreprecio para que lo entregaran el viernes 30. Estamos a tres de noviembre y es fecha que el destinatario no recibe nada.
hugo1857@outlook.com
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