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1963 4 Noviembre 2015

 

 

Demetrius, o las virtudes de Luis Martín
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Demetrius, la obra de teatro de Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio, alias Legom, que se presenta en Sala Guajardo, de Monterrey, en corta temporada, es un detonador para el director de teatro Luis Martín:

a partir de la historia de un pobre vendedor de lavadoras de Sears, Luis Martín despliega el prodigio multifacético de su virtuosismo escénico.

Quien sea espectador de este montaje, será testigo del arte de un hombre de teatro que está en plenitud de sus recursos y facultades como director de escena y guía prodigioso de jóvenes actores, todos ellos alumnos suyos. La trama es el transcurso de una vida perdida en el marasmo de la mediocridad: Demetrius nace, vive, se reproduce y muere.Y en ese arco existencial, le ocurren pocas cosas. Se frustran sus sueños de ser chofer de metro, se convierte en vendedor de lavadoras de burbujitas (alternativa novedosa a las lavadoras de aspas), se casa con la más puta de sus colegas vendedoras, mantiene a un hijo discapacitado que (por cierto) no es suyo y lleva a su familia a conocer el mar, en una de las peores playas de México: Guayabitos.

Casi nada y casi todo para describir en una sucesión de sarcasmos y pinceladas gruesas, la vida miserable de un iluso, que se reproduce por millones en México y en cualquier país del mundo. El secreto de esta obra reside en la ironía: el sentido del humor que no opera para divertir, sino para pinchar en la carne de los deseos rotos, la desolación como único plan matrimonial y la angustia aletargada, que sustituye la consumación de un proyecto de vida realizable. En Demetrius el tránsito por el mundo es un anticipo de la muerte, aunque la tesis del autor se disfrace de chunga, vaciladas y madreo sistemático, tanto contra sus personajes como de quienes asistimos como público voyerista.

Pero lo que en otro director de teatro sería motivo para un montaje de buena factura, en Luis Martín se convierte en la demostración de una verdad dura como roca: Demetrius no es un sólo un personaje, es el arquetipo de buena parte de los seres humanos. Luis Martín hace una vuelta de tuerca al libreto de Legom, y muestra la universalidad de un carácter humano desarticulado y sin reciedumbre. Seres incompletos, pusilánimes, de mentalidad mutilada, oprimidos por un sistema opresivo que les caricaturiza los ideales y les pulveriza cualquier clase de futuro. Por eso, el personaje de Demetrius, en la versión de Luis Martín, es interpretado no por uno sino por dos actores, alternadamente. Un acierto indiscutible.

A mi juicio, lo central  de esta admirable puesta en escena de Luis Martín está en la construcción minuciosa de dependencias múltiples. Demetrius es dependiente económico de su jefe de Sears, dependiente emocional de su esposa, dependiente de sus ventas inestables de lavadoras. Y, sobre todo, dependiente de sus complejos y traumas inducidos por el capitalismo depredador, que sintetiza en un llamado a la muerte lo que para él es un eslogan o canto de guerra: “Doce meses sin intereses, campeón”.

En manos de Luis Martín, Demetrius es la prueba palpable de que en la actual civilización deshumanizada, para la mayoría de los seres humanos, la esperanza tiene fecha de caducidad.

 

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