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1964 5 Noviembre 2015

 

 

¿Usted qué quiere?
Samuel Schmidt

 

Ciudad Juárez.- Un científico logró llegar hasta las alturas del control de la seguridad nacional para presentar un fraude en la compra de un detector molecular inservible y fraudulento.

La inversión en el país en esos aparatos supera los 300 millones de pesos y el país, dijo el científico, corre el riesgo de hacer el ridículo internacional porque en varios países el aparato está prohibido y los ingleses estaban a punto de encarcelar al “inventor”. Después de una hora de charla y de rechazar los documentos, el funcionario le espetó:
- Bueno, ¿y usted qué quiere?

El científico se desconcertó. El no fue a vender servicios, mucho menos a vender su silencio. Fue a tratar de frenar el ridículo nacional y frenar un fraude que ya había enviado a muchos inocentes a la cárcel, porque el detector se convirtió en la prueba para encarcelar gente.

El funcionario no podía entender que alguien tuviera un ataque de nacionalismo desinteresado y que no tratara de sacar raja del fraude. Tal vez le había tocado la mala suerte de tratar con alguien honrado que solamente le interesaba el interés general.

Después que el escándalo estallara internacionalmente y lo tomara una periodista agresiva, el gobierno decidió cerrar el negocio. El científico documentó a nivel internacional su hallazgo lo que ayudó a cerrar el fraude; en México, sin embargo, aunque sea limitado, hasta la fecha sigue operando.

Un académico trató de rescatar el sistema de monitoreo de calidad del aire de su ciudad que estaba en manos de un político sin escrúpulos; éste no se tocaba la lengua para mentir con tal de no perder el control de un sistema que no funcionaba, afectando la posibilidad de incidir en un tema fundamental de salud pública: el impacto epidemiológico de las partículas suspendidas en el aire. Cuando buscó la ayuda de otro político, la primera pregunta fue:
- ¿Cuál es su negocio?

Parecería que todo se reducía a identificar en qué parte del proceso el político mentiroso se beneficiaba para lograr llegar a un arreglo conveniente. Frente al desconocimiento, la plática no logró avanzar, no había un terreno para resolver el tema y en efecto no se resolvió.

La política se ha convertido en una moneda de cambio, se ha convertido en el templo del cinismo, los aspirantes saben que hay un mundo de oportunidades y en caso de ser descubiertos basta con saber compartir los beneficios y en ocasiones ni siquiera eso, porque el sistema sabe silenciar a las voces discordantes: o las compra o las reprime.

La política dejó de ser el medio para buscar la felicidad de la sociedad, dejó de ser el instrumento para lograr el bien general, se ha convertido en el mecanismo para enriquecer a unos cuantos.

Desde las guerras que se desatan para que los amiguetes de los políticos se enriquezcan brutalmente, hasta el otorgamiento de contratos que se devuelven con favores muy lujosos, y por supuesto, con tantas cosas que se ocultan al ojo poco vigilante de la sociedad; si algún despistado en encuentra algo gordo, como hizo el científico, se busca la manera de taparle la boca con billetes.

Los medios han sido silenciados con carretadas de dinero, y aprendieron a extorsionar a la política y a la sociedad.

La línea entre la honestidad y el deber se ha diluido. Un policía viola la ley sin remordimiento y lo justifica porque su salario es muy bajo. Un maestro vende una calificación aprobatoria y lo justifica porque le gusta el buen whiskey. Un constructor cambia las especificidades para ganar unos millones de más aunque el edificio se caiga en el próximo terremoto; y un funcionario público juega con elementos de seguridad del Metro, aunque algún día se descarrile causando muchas muertes, o cuando alguien meta las narices y se dé cuenta del fraude. Y así podemos encontrar excusas hasta el cansancio y corrupción hasta la saciedad.

Los delitos, crímenes, corruptelas pasan impunemente porque a nadie le interesan los castigos ejemplares, porque él puede estar en la lista de los castigables.

La política se volvió un juego de complicidades, que protege a los políticos que se comportan como miembros de una mafia, con ley de silencio incluida.

Pero el sistema es inteligente y siempre encuentra una víctima que muestra que se trabaja. Está el campesino encarcelado porque el detector molecular falso lo envió a la cárcel; está el funcionario que huyó cargado de millones para que no lo encarcelaran o para que el “asunto” se arreglara sin que él pisara la cárcel.

Está antes que nada, una sociedad burlada hasta la saciedad.

 

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