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1972 17 Noviembre 2015

 

 

El mundo se hunde en la oscuridad
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- La Torre Eiffel está, de nuevo, iluminada. Pero el mundo se hunde en la oscuridad. El Papa argentino habla en el lenguaje de la Sibila para prevenirnos: ya estalló la Tercera Guerra Mundial. La matanza del viernes trece sería, pues, la primera batalla.

Desde luego, el jefe del Estado vaticano puede estar equivocado. Si está en lo cierto, moriremos víctimas de un absurdo pretexto: las grandes potencias no se ponen de acuerdo acerca de imponer a zutano o perengano como el nuevo hombre fuerte de Siria. ¿Vamos a morir por Damasco?

Francia se declara en situación de guerra y llama al Occidente –whatever that may be– a formar una coalición que destruya al Estado islámico, EI. En París, los diputados y senadores cantaron La Marsellesa luego de escuchar la iniciativa del Presidente Francois Hollande para reformar la Constitución con el fin de convertir, durante tres meses, a la nación que nos dio la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano en un Estado policial.

La alternativa es aún más siniestra: declarar el estado de sitio y, para fines prácticos, depositar el poder en las manos de generales y almirantes. Lo peor es que Hollande tiene toda la razón: asiste, a Francia, el derecho a defenderse. Y, atacada la República en París, su corazón, debe responder al fuego con el fuego.

Pero, ¿qué va a pasar? La aeronáutica militar francesa dejó caer veinte bombas sobre la ciudad siria de Raqa, bastión del EI. Este fue el primer acto de represalia. Los voceros militares dirán que sólo fueron atacados objetivos militares, pero en los bombardeos mueren civiles inocentes.

El drama gira en torno a un hombrecillo insignificante: Bashir el-Assad, dictador de Siria con título oficial de Presidente. Rusia y China lo apoyan; Estados Unidos y sus aliados lo combaten. La oposición armada se escindió y, lamentablemente, la fuerza más poderosa la constituye el EI.

Israel, con su arsenal de unas sesenta armas nucleares, observa, nervioso, como es natural, los acontecimientos: comparte frontera con Siria, uno de sus tradicionales enemigos. ¿Destrozar al EI? Supongo que, militarmente, es posible. Las incursiones aéreas nunca imponen la decisión: ningún país fue tan castigado como Viet Nam del Norte quien, pese a ello, se alzó con la victoria.

Francia tendrá que comprometer tropas de tierra. Pero el EI no es nada más un ejército: es un poderoso emisor del fanatismo religioso y el desprecio a la vida humana: la de sus militantes y la de los cruzados, como nos llaman. Su consigna es “matar a todos los descreídos”. Son la versión agarita de los Templarios: sacerdotes guerreros. Tenemos aquí a legiones de hombres quienes viven, culturalmente, en la Edad Media pero equipados con armamento moderno.

Sin duda serán derrotados en el campo de batalla, pero eso no tendrá ninguna importancia porque la versión agresiva del Corán sin duda inficionó ya a buena parte del mundo islámico: hay mil 500 millones de musulmanes. En su inmensa mayoría, son gente de paz y trabajo.

Pero el EI ya se anotó su primer triunfo: Occidente comienza a dar la espalda a sus valores: la democracia, el laicismo, la tolerancia, el respeto a la vida humana. El fascismo asoma su negro hocico y anima a los partidos de extrema derecha: su fachada política.

Habrá más atentados, amenaza el EI: Washington está en la lista. Y nadie nos garantiza que México no será agredido: somos vasallos de la República imperial.

La corrupción y la narcoguerra agotaron al Estado mexicano: somos un objetivo que no está en condiciones de presentar resistencia.

En este contexto, el mundo se niega a escuchar a hombres como Ammar Bensalem, cocinero parisiense de origen tunecino, quien habla por cientos de millones de seres humanos atrapados en la tragedia: “yo soy musulmán. Esto no es el Islam”.    

hugo1857@outlook.com

 

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