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2007 5 Enero 2016

 

 

De cuando Nat King Cole cantó ante los antropoides
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- Primeros días del nuevo año que, como siempre, alimenta una esperanza que generalmente se agosta en desilusión, prefiero hablar del amor y la belleza. Bárbara Walters, esa inmensa periodista de la TV norteamericana, le preguntó una vez al Che Guevara cuál era la fuerza que lo impulsaba a hacer la Revolución. “El amor al ser humano”, contestó el inmortal argentino.

Y fue el amor, también, el motor que impulsó a Nat King Cole y su hija Natalie a darnos el regalo de sus cantos. Padre e hija se amaban con un amor tan grande que, rebasando el templo familiar, cruzaba océanos y desiertos para llegar a todos los espacios habitados por el hombre,  al que daban –y siguen dando– felicidad sus voces de oro y plata en cánticos para recordarnos que vale la pena vivir la vida y luchar –cada quien a su manera y con las armas que le dio el Señor– para hacer de este mundo una mansión de paz y justicia.

Alabama era, en 1919, un mal lugar para vivir. Y continuó siéndolo durante décadas. El deporte era linchar al negro. Los Cole se fueron al Norte y Nat, pianista de corazón maduró como artista para convertirse en cantante y compositor. Su corta vida fue brega sin descanso contra el racismo. Por su militancia y su talento, ganó la admiración de personajes tan disímbolos como John F. Kennedy y nuestro querido Piporro, quien compuso para él la canción “Natalio Reyes Colas”.

Los dioses de la música volcaron sus favores en los Cole. Freddy, hermano de Nat, también era pianista y cantante y Natalie, a los seis años de edad, irrumpió en la escena y los estudios de grabación. Negros, todos ellos. Negro no es una palabra sucia a menos que la envenenes con el odio.

Nat quiso enseñar a sus paisanos de Montgomery la lección de la tolerancia y fue a cantar allá. El público fracasó; él triunfó. Lo abuchearon, le arrojaron huevos podridos y tomates. Algunos subieron al escenario y lo golpearon. Pero no pudieron interrumpir la función. The show must go on.

Con moretones en el rostro y la ropa desgarrada, Nat cumplió con el programa y cantó no con la garganta, sino con el alma. Venció a los antropoides. Natalie idolatraba a su padre, quien con su interpretación de “Mona Lisa” le dio la vuelta al planeta. Aquí también nos embelleció con momentos que nunca serán recuerdo porque siempre seguirán vivos.

Natalie hizo un montaje para aparecer junto a su padre cantando a dueto esa bellísima composición titulada “Unforgettable”. Vaya homenaje. Los dos dejaron el Valle y, cantores del coro del Universo, estarán haciendo pasar un gran momento al Gran Geómetra y su corte celestial.

Pie de página
Mezquino y pusilánime, Víctor Fuentes, esa maldición gitana que nos agobia a los nicolaítas, siempre ofrecerá tema para cualquier columna política. Asesino de seres vegetales, protector de policías corruptos y todo lo que eso conlleva, el panista –supongo que orgullo de su partido, faltaba más– promete tres años de suciedad física y moral.

Mis más sentidas condolencias a Guadalupe, Chalu, Villarreal Molina y a sus hijos Ramón, Ernesto y Érika por el deceso de su esposo y padre, el doctor Ramón Quintanilla.

hugo1857@outlook.com

 

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